
Ildefonso Falcones posa delante del Castillo de Castel Nuovo de Nápoles. Foto: Penguin Random House
Ildefonso Falcones: "El catalán sigue sufriendo la fama de pesetero, ha sido exigente y lo seguirá siendo"
Acompañamos al escritor superventas a Nápoles, escenario de la novela 'En el amor y en la guerra', la tercera entrega de la serie de 'La catedral del mar'.
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"Hasta hace muy poco tiempo, no todos se atrevían a venir a Nápoles", cuenta el escritor Ildefonso Falcones a El Cultural. Estamos en la ciudad de Dante, pero también en la de Maradona; en la del esplendor palaciego y monumental, pero también en la de los grafitis sobre muros desconchados. El Nápoles de las esculturas de Donatello y las pinturas de Caravaggio, y el de Sofía Loren como figura omnipresente; no sabemos muy bien qué es lo divino y lo profano.
Hasta Nápoles, al de la Baja Edad Media, se transportó Falcones, abogado de formación y exitoso escritor de novela histórica, para escribir En el amor y en la guerra (Grijalbo), la tercera entrega de la exitosa serie que arrancó con La catedral del mar. La sensación de la comitiva periodística que lo acompaña es más o menos unánime: la ciudad más importante del sur de Italia resiste con entereza las embestidas del turismo y la gentrificación, fenómenos ya insoslayables.
Nápoles conserva la gracia de los barrios, "una manera de vivir muy característica", ratifica Falcones. "Una ciudad atractiva y decadente que puede ser hostil y maravillosa", añade, aunque también sospecha que "terminará como cualquier ciudad de las nuestras".
Pero ¿qué tenía aquel Nápoles de mediados del siglo XV que tanto sedujo al escritor? Principalmente, el choque de culturas entre catalanes —así se denominaba a todos los que venían del reino de Aragón— y napolitanos. De este lado representábamos la combatividad, incluso la aspereza, mientras que Italia —con Florencia a la cabeza, pero seguida de Nápoles— destilaba refinamiento y opulencia intelectual.
En el caso concreto de los catalanes, por su inveterada inclinación al comercio, también se resaltó su avaricia y su tacañería. Tiene claro Falcones que aquel estigma tuvo tanta consistencia que todavía perdura, lo mismo que el independentismo tiene correlación con su bagaje histórico.
"Uno de los errores que cometen algunos autores de novela histórica es que brindan información que no viene al caso"
"Cataluña siempre ha disfrutado de unos fueros, de unos beneficios y unas concesiones que les hacían los reyes a costa de la financiación de sus campañas o necesidades. Todo eso les permitió exigir muchas cosas y esas exigencias se han trasladado a la época actual. El catalán siempre ha sido exigente y lo seguirá siendo", explica, al tiempo que recuerda que "Dante ya dijo que eran avaros. Los catalanes seguimos sufriendo, desde entonces, ese concepto de peseteros".
La conquista de Nápoles por parte de las tropas de Alfonso V de Aragón propicia, en todo caso, esta interesante confluencia entre la España todavía carca y la Italia potencialmente sofisticada. Es el episodio que justifica la inclusión de Arnau Estanyol, nieto del protagonista de La catedral del mar, en esta historia, situada entre el ocaso de la Edad Media y los albores del Renacimiento.

Ildefonso Falcones en las calles de Nápoles. Foto: Penguin Random House
Conde de Navarcles y de Castellví de Rosanes, a sus 25 años es el general de los ejércitos del rey Alfonso de Aragón y será determinante en la victoria del rey, que se materializa el 2 de junio de 1442.
Casi un año después, la entrada triunfal de Alfonso El Magnánimo deja fuera de foco a nuestro protagonista, Arnau, luego de que emprenda un ataque verbal hacia Gaspar Destorrent, su hermanastro, en mitad de la solemne ceremonia. El rey castiga a su escudero con la indiferencia, mientras este tiene que ver cómo su hermanastro media en las altas esferas de la sociedad napolitana para socavar su prestigio.
La violación de su hijastra, Marina, propulsa la acción de la novela, que se vuelve trepidante, como ocurre siempre en los libros de Falcones. Ante semejante ultraje, la familia pretende ingresar a la adolescente en la iglesia de Santa Clara, uno de los escenarios que visitamos junto al autor.
"Era el convento donde recalaban las hijas de los nobles", explica. Aunque predomina el estilo gótico —comienza a construirse en 1310—, entre 1742 y 1749 se llena de mármoles y pinturas. La decoración barroca, no obstante, se pierde en el bombardeo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
En la actualidad se puede visitar gratuitamente, si bien los encargados de su seguridad no se muestran especialmente hospitalarios: les espanta la cámara que sigue al escritor y nos invitan a marcharnos. Antes Falcones ha tenido tiempo de contar que, previamente a la escritura de la novela, visitó en dos ocasiones la iglesia. No hace falta mucho más, viene a decirnos, para recrear espacios de otra época en la ficción.

Un ejemplar de la novela 'En el amor y la guerra, de Ildefonso Falcones, delante del Castillo de Castel Nuevo de Nápoles. Foto: Penguin Random House
En la entrevista con El Cultural el autor se expresa en términos similares: "Uno de los errores que cometen los escritores de novela histórica es brindar información que no viene al caso". Su fórmula consiste en tomar del episodio histórico que aborda la realidad que le interesa. "Tampoco soy tan entendido en Historia", resuelve.
Visitamos también Castel Nuovo, la fortaleza gótica con la que la ciudad de Parténope pretendía equipararse a Florencia. Se termina de construir en 1285 e inicialmente es propiedad de los Anjou, la dinastía angevina que reinó en Nápoles hasta la conquista aragonesa. Alfonso V construye la puerta y el arco de triunfo y derriba el acceso trasero del castillo desde el mar. Fue la residencia del rey y la de su hijo Ferrante, que heredó el trono a su muerte. Aquí también transcurre uno de los pasajes trascendentales de la nueva novela de Falcones, que ve la luz esta semana y será, si nada extraño lo remedia, otro éxito descomunal.