
Jonathan Arribas. Foto: Paloma Vescar.
'Vallesordo', ópera prima de Jonathan Arribas: el retrato de un chico distinto en el pueblo de siempre
El joven zamorano debuta con una novela que captura la infancia en un entorno rural, explorando la soledad y el anhelo de un futuro propio.
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A modo de delantal de su primera novela, Vallesordo, el joven zamorano Jonathan Arribas pone una estrofa popular: “Y ahora voy a cantar yo / una tonadilla nueva / que cuando nació mi madre/ ya la cantaba mi abuela”. Además de anunciar el tono sencillo de la obra, con la copla alerta Arribas de la supuesta mdestia de sus pretensiones.
La historia irónicamente nueva que relata ya la han entonado, en efecto, otros muchos autores. Poca originalidad se halla en afrontar las vivencias de infancia desde la perspectiva de un niño. Y tampoco en tratar el correlativo aprendizaje del mundo.
En este ámbito anecdótico se mueve con claridad el argumento de Vallesordo. El niño de doce años Nico evoca en un relato oral sus recuerdos de dos cursos antes, cuando la profesora encargó a los alumnos una redacción sobre el “verano más importante de sus vidas”. Ese pie forzado impulsa una estampa general del imaginario pueblo “al pie” de Zamora.
El fresco participa de la pujante moda ruralista y no se escapa de las alarmas del despoblamiento. En tal entramado se inserta la vida cotidiana de la pequeña población rural, presentada con técnicas realistas convencionales. Se da cuenta de personas, animales y paisaje como reflejo del existir corriente. Solo alguna nota de relativo exotismo (la tía curandera del narrador) se aparta del puro testimonio.
El documento engloba el retrato familiar (padres, abuela, tías) de Nico, sus amistades colegiales y juegos infantiles, la actividad laboral, el penoso trabajo del campo, las festividades locales o los fenómenos de la naturaleza propios del estío en que se enmarca la escasa acción.
No hay idealización rural. Incluso llegan a Arribas ecos del tremendismo primitivista de alta posguerra en las inocentonas complacencias fecales. Se ponen apuntes sobre la pobreza y el escaso desarrollo (cultivos precarios, taberna deslucida). Se testimonia la inmigración extranjera. En las relaciones humanas se recrea un matrimonio de feroces desavenencias.
Tampoco falta la brutal insensibilidad aldeana con los animales, frente al trato amoroso de Nico hacia su perra Yesi. La empatía del chico con Yesi no es un dato menor sino señal clara de que Jonathan Arribas se sirve del contexto general de la aldea para ir al asunto de fondo, el carácter del niño.
Arribas ofrece una representación emotiva y veraz de la soledad con que alguien arropa la ilusión de un futuro feliz
El dato argumental más destacado nos presenta a Nico absorto de un programa televisivo real, el concurso Fama Kids. Se ensimisma en los bailes de los aspirantes, los imita, inventa “coreos”. En fin, participar y ser seleccionado en el “castin” de la próxima convocatoria lo convierte en su máximo objetivo vital.
El deseo de ser artista choca con numerosas reticencias y ahí el joven narrador zamorano se da muy buena mano para señalar de forma sutil, con inspiradas alusiones, las injustas y traumáticas burlas del diferente. Nico se impone con determinación a maledicencias y obstáculos y la novela muestra el valor que un ideal firme, aunque sea un tanto quimérico, puede llegar a tener.
No todos los recursos dispuestos para lograr este tema fuerte resultan afortunados. Algo se abusa del loable rescate, en la estela de Miguel Delibes, de voces coloquiales olvidadas y de las onomatopeyas. La descripción de bailes televisivos es prolija. Los padres de Nico encarnan estereotipos… Pero sí tiene mérito el logro de una representación emotiva y veraz de la soledad con que alguien arropa la ilusión de un futuro pleno y feliz. En ello reside un recio aval para el porvenir de este narrador novel.