
Ilustraciones realizadas por Florent Calvez en el cómic 'Policía global' (Garbuix Books)
Historia, presente y futuro de la policía: de los 'bobbies' de Londres a los 400 millones de cámaras de China
El sociólogo Fabien Jobard explica en el cómic 'Policía global' la realidad de las fuerzas de seguridad en distintos países y su evolución hacia una hipervigilancia basada en la IA.
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En 1829, Robert Peel sentó las bases de la policía moderna. El político británico fue el inventor de la policía uniformada de Londres, universalmente reconocibles con su uniforme azul, su casco y su porra, y coloquialmente conocidos como bobbies, diminutivo del nombre de pila de su creador.
“Cuando Peel propuso la policía a sus compañeros de clase social, los comerciantes londinenses que se habían enriquecido desproporcionadamente con los beneficios del Imperio, recibió un claro rechazo”, explica a El Cultural Fabien Jobard, doctor en Ciencias Políticas experto en la materia y director de investigación en el CESDIP, el Centro de estudios sociológicos sobre derechos e instituciones penales del CNRS francés, el equivalente al CSIC español.
“Es cierto que su inmensa riqueza y la industrialización habían convertido a Londres en una ciudad muy insegura. Pero rechazaron la policía. Para ellos, la policía era un impuesto adicional. Y también era una institución del Estado, una institución pública, que corría el riesgo, si se le permitía desarrollarse, de entrometerse en sus propios asuntos”, continúa.
Estas clases que se imaginaban al frente de un país liberal asociaban el concepto de policía a la que había creado en Francia Joseph Fouché, el ministro de Napoleón. Era esencialmente “una policía al servicio del poder, el tiránico poder francés, basado en el secreto, la vigilancia de unos sobre otros y redes de informantes”.
Peel tuvo que convencerlos de que sus policías no actuarían en secreto, sino a plena vista, por lo que sus uniformes y sombreros los hacían visibles incluso en medio de una multitud urbana. Y todo lo que hiciera la policía debía contar con el consentimiento del público (policing by consent), y no debían hacer nada en contra de los deseos de la población. El policía, dice Peel, es un "ciudadano con uniforme".

Un 'bobby' detiene a un ladrón en una escena del cómic ambientada en el Londres de 1865.
Todo eso, claro, era la teoría. La realidad de la policía es mucho más compleja, está llena de claroscuros, difiere en cada país del mundo y ha evolucionado mucho a lo largo de estos dos siglos que han transcurrido desde que Peel creó la Policía Metropolitana de Londres. Jobard lo ha estudiado a fondo a lo largo de su carrera investigadora y ha decidido poner sus conocimientos sobre el tema a disposición de cualquier lector a través de un cómic divulgativo que ha escrito él y ha dibujado Florent Calvez. Se titula Policía global. La cuestión policial en el mundo y en la historia, y lo edita Garbuix Books.
De la ronda de noche a los chicos de la esquina
El cómic se remonta al siglo XVII para explicarnos cómo era la seguridad en los pueblos y ciudades antes de la invención de la policía, y para ello echa mano del famoso cuadro de Rembrandt La ronda de noche, de 1642.
“Antes de la policía, es decir, antes del inicio del siglo XIX, las ciudades y pueblos eran, por supuesto, seguros. Pero estaban protegidos por los notables, los hombres fuertes. En los pueblos, estos eran los terratenientes, aquellos que tenían un poco de tierra y uno o dos trabajadores. En las ciudades, eran las milicias burguesas, como puede verse en la pintura de Rembrandt expuesta en Ámsterdam, que utilizamos en el libro para dar vida a los personajes. Estas milicias burguesas, como su nombre indica, estaban formadas por notables, comerciantes adinerados y propietarios. Y la seguridad que protegían era, por supuesto, ante todo, e incluso exclusivamente, la seguridad de sus propiedades y la suya propia”, explica Jobard a El Cultural.

Recreación del cuadro 'La ronda de noche', de Rembrandt, en el cómic 'Policía global'
El libro también explica cómo funciona la policía en varios países. Además de Reino Unido y Francia, expone el caso de la República Federal Alemana, donde la policía, a causa de la Guerra Fría, fue creada por antiguos nazis, y más tarde tuvo que ser sometida a un proceso de depuración. Los autores también nos sumergen en la realidad de Níger, donde los “chicos de las esquinas” controlan la calle de manera arbitraria pero también muy útil para la policía, que de este modo puede centrar sus escasos recursos en tareas más importantes.
Otro caso curioso es el de Japón, donde prima el concepto de “policía de proximidad”. “Cuando los sistemas policiales de Estados Unidos entraron en crisis tras los disturbios urbanos de los años 60, que vieron a la policía enfrentada con ciudadanos negros debido al racismo, la brutalidad y la discriminación, la élite estadounidense volteó su mirada hacia Japón. En ese país, la policía parecía particularmente eficaz, ya que la criminalidad era baja y no se ponía en entredicho su autoridad. Descubrieron una densa red de Koban, pequeñas estaciones policiales en los barrios, donde todos conocían a su policía, quien era permanentemente accesible y patrullaba su vecindario".
Los académicos estadounidenses intentaron importar este modelo bajo la noción de "policía comunitaria". Sin embargo, explica Jobard, "el secreto del éxito del modelo japonés radica en su cultura, heredera de una tradición asiática de fuerte control social. Allí, todos conocen a su policía local, pero también la policía conoce a todos. Pueden visitar su casa y preguntar por qué su hijo ya no está en la universidad, recordarle que no ha pagado sus impuestos o advertirle sobre su falta de vacunas. Esta intrusión en la vida privada y la menor distinción entre espacio público y privado hacen difícil exportar este modelo a Occidente. Sin mencionar el papel de los grupos criminales como la Yakuza en la paz social".
El cómic también recrea escenas de corrupción policial en Nueva York, donde hace siglo imperaba un sistema clientelar en connivencia con políticos y miembros de la mafia.

Viñetas de 'Policía Global', de Fabien Jobard y Florent Calvez
Hipervigilancia policIAl
Por último, el cómic explica cómo, por medio de la inteligencia artificial y las tecnologías de hipervigilancia, las fuerzas de seguridad van camino de convertirse en una policía preventivacapaz de actuar antes de que se cometa un crimen.
“Las tecnologías siempre han moldeado el trabajo policial, porque uno de los desafíos de la policía es responder rápidamente (los postes telefónicos en las calles fueron esenciales para la organización urbana) y comprender los movimientos e intenciones de las personas”, señala Jobard.

Portada del cómic 'Policía global', de Fabien Jobard y Florent Calvez. Editorial Garbuix Books
“En lo que respecta a la policía, la IA tiene dos posibles dimensiones. La primera se utilizó ampliamente durante los Juegos Olímpicos de París de 2024. Al compilar grandes datos del transporte urbano, estadios y hoteles, así como la "inteligencia" de cámaras que detectan movimientos inusuales en el flujo de personas, los agentes pueden reforzar sus patrullas en lugares que parecen propensos a generar peligro. No creo que estas cámaras inteligentes hayan ayudado significativamente a la policía, aunque, por supuesto, el Big Data ha optimizado la presencia policial”.
Otro posible uso de la IA por parte de la policía es más cuestionable, y consiste en vincular las imágenes de las cámaras con archivos personales que contienen fotos de los individuos en cuestión, o buscar fotos en Internet, a través de Google Imágenes, por ejemplo. “Esto representa una nueva dimensión: mientras que en la primera configuración se monitorean flujos, aquí se monitorean individuos específicos. Pasamos de una policía represiva, que actúa cuando se comete un acto, a una policía preventiva, que actúa para que no ocurra nada”, señala el sociólogo, que advierte: “De alguna manera, la libertad está garantizada en un régimen represivo: un régimen que castiga, a veces brutalmente, un acto que ya se ha cometido. Hoy en día, la IA amplía las posibilidades de los Estados para prevenir acciones incluso antes de que se realicen”.
China, el ojo que todo lo ve
En China, la hipervigilancia ya es una realidad con su “ojo celeste” de 400 millones de cámaras y su escalofriante sistema de “crédito social”, en el que los ciudadanos son puntuados según sus méritos a ojos del régimen.
“Como mostramos en el libro, hay toda una mitología en torno al crédito social chino, que se dice que es la culminación del totalitarismo. El crédito social permite que una cámara conectada a la base de datos nacional se comunique directamente con un sistema central en el que se registran todas las infracciones individuales (por ejemplo, no cruzar la calle por las zonas designadas), de manera que se califica a los individuos en una escala de civismo e incivismo, restringiendo su acceso a ciertos derechos”, afirma Jobard.
“Este sistema —continúa el autor— se inspira en las herramientas de gestión crediticia utilizadas por los bancos en EE. UU. y que, por lo tanto, afecta principalmente a los más adinerados. Lo interesante del caso de China es que la vigilancia, que es una realidad diaria, se basa en un fuerte control social, más que en la tecnología en sí (que no logró contener la ira de los jóvenes cuando volvió la COVID-19). La vigilancia se ejerce a través de diversas instancias sociales: el conserje (que puede decir con quién llegas a casa), el jefe del club deportivo (que puede decir si ya no acudes a hacer deporte), el comité de recolección de hojas en otoño, el responsable de higiene del barrio o un primo que también es miembro del Partido Comunista. China es un régimen autoritario altamente eficaz porque combina un sistema policial con diversas tecnologías y una densa vigilancia social que es muy antigua y fuerte. Tradición y tecnología”.
La policía utópica de Fabien Jobard
Uno de los mensajes del libro, afirma Jobard, es que la policía es siempre una institución que refleja la sociedad. “Observemos lo que llamamos disturbios urbanos en Europa. Aunque casi siempre surgen en reacción a incidentes policiales (brutalidad, disparos letales, racismo, etc.), durante mucho tiempo solo ocurrieron en países postcoloniales (en orden cronológico: Inglaterra, Francia, Países Bajos, Bélgica). En estos países, hay un sector de la población que aprueba la naturaleza discriminatoria de la policía hacia inmigrantes y sus descendientes, y que cree que el papel de la policía es proteger a la sociedad de los jóvenes racializados”, explica el autor de Policía global.
“Reformar la policía no es una cuestión técnica, sino una decisión fundamental de la sociedad. Personalmente, abogo por una policía mínima. Creo que los policías tienen una multitud de tareas que desempeñar (terrorismo, crimen organizado, delitos financieros, abuso infantil, violencia sexual, fraude en Internet, etc.), por lo que necesitamos agentes con habilidades especializadas. No concibo un policía que sepa hacerlo todo (manejar una manifestación por la mañana e investigar violencia doméstica por la tarde). La mayor parte del trabajo en las calles debe ser realizado por personas que conozcan bien los barrios y puedan ofrecer alternativas a los jóvenes en riesgo de perturbar el orden público. No necesitamos más policías, sino trabajadores sociales, educadores especializados, maestros y formadores. Desde mi perspectiva, la policía debería centrarse en cuestiones legales (investigaciones) y dejar el espacio público en manos de profesionales sociales”.