Enrique Vila-Matas, Rosa Montero y Fernando Aramburu, escritores.

Enrique Vila-Matas, Rosa Montero y Fernando Aramburu, escritores.

Letras

Secretos de alcoba literaria: los ritos de escritura de los grandes autores contra el pavor a la pantalla vacía

Álvaro Colomer desvela los métodos y manías de multitud de escritores españoles contemporáneos en el libro 'Aprender a escribir'.

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Nos gusta fisgar en las vidas y las costumbres de aquellos a quienes admiramos, especialmente si son escritores, quizá porque intuimos que a menudo ellos y sus excentricidades son sus mejores creaciones, los verdaderos personajes del cuento.

Así, nos divierte recordar a Pepe Hierro refugiándose en los bares más ruidosos para poder escribir, mientras mojaba el dedo en una mezcla de agua y ceniza para dibujar en cuadernos y servilletas de papel sus mejores autorretratos.O que el padre del realismo sucio, Raymond Carver, creó sus más desolados relatos utilizando como despacho su coche.

También se dice que a Jean Paul Sartre le relajaban el ruido, el tabaco y alcohol. En cambio, Haruki Murakami, cuando está embarcado en una nueva novela, se levanta a las cuatro de la mañana, trabaja seis horas y por la tarde corre diez kilómetros o nada mil quinientos metros, lee, escucha música y se acuesta a las nueve de la noche.

Pero ¿qué hacen, cómo logran la inspiración, cuáles son los rituales, los métodos de escritura de los escritores españoles actuales? El periodista y narrador Álvaro Colomer dedica su último libro, Aprender a escribir. Métodos, disciplinas y talentos de los grandes autores contemporáneos (Debate) a desvelar sus rituales ocultos.

Los "huevitos" de Rosa Montero

A Rosa Montero se le ocurren las mejores ideas para sus futuras novelas paseando. Cuando encuentra una buena idea, uno de lo que llama sus "huevitos", lo apunta en una libreta, aunque eso no signifique que vaya a convertirse en un relato. La idea tendrá que superar la prueba del tiempo, manteniendo su fuerza hasta que la escritora empiece a redactar el futuro libro. Aunque no tiene horarios, es muy disciplinada (cree que el escritor ha de tener la tenacidad de una estalactita) y cada noche planifica su siguiente jornada laboral.

Cercas, rompiendo planes

También es inflexible con el horario Javier Cercas, quien, tras hacer algo de deporte, se planta delante el ordenador a las 8:30 horas de la mañana, come a las 13 h., duerme una siesta de media hora y si está metido de lleno en una nueva historia, sigue escribiendo "hasta que las letras le parecen cuadrados y cae rendido". Ovíparo como Rosa Montero, cuando se le ocurre una idea la apunta en una libreta y la analiza al detalle. Luego, los mapas, esquemas, las listas y las flechas le sirven para organizar la escritura del libro.

El sofá de Irene Vallejo

Antes de que los múltiples compromisos, viajes, conferencias y premios de la autora de El infinito en un junco le impidieran escribir nuevos libros, cuando tenía una idea para un posible relato se tumbaba en un sofá durante horas, durante meses incluso, pensando en la historia que se le estaba ocurriendo. Cuando ya la tenía construida mentalmente, se encerraba en su despacho, despejaba una pared y la llenaba lentamente de posits.

A cada personaje le asignaba un color, hasta que la pared se convertía, según Colomer, "en una especie de cubo de Rubik desordenado que en realidad era el storyboard de la historia". Ahora, en el sofá, solo piensa en el momento de recobrar la calma y volver a crear.

Aramburu y Mendizábal

Fernando Aramburu, por su parte, es fiel a una invariable rutina: cada mañana, después de desayunar, va en bicicleta con su perrita Luna al despacho y comienza a trabajar desde las 8 horas hasta las 13 h., con una pausa a eso de las 9:30 para comer una manzana... y sigue trabajando hasta las 11:30, cuando saca a pasear a Luna por Hamburgo. A la vuelta, come, hace un sudoku, duerme una pequeña siesta y vuelve al trabajo hasta las 6, que es cuando regresan a casa.

Lo más curioso de Aramburu, con todo, no es esa disciplina prusiana, sino la identidad de uno de sus tres primeros lectores: Mendizábal, un cactus que representa al lector y al que consulta sus dudas o la eficacia de los giros en la trama.

Vila-Matas, el pintor

Tampoco es habitual que alguien imprima cada folio que escribe decenas, incluso centenas de veces hasta agotar los cartuchos de tinta. Pero a Enrique Vila-Matas le funciona: imprime, corrige a mano todo lo que no le gusta, incorpora los cambios en el procesador de texto y vuelve a empezar. "Repite tanto la operación que a veces tiene la sensación de no ser un escritor sino un pintor que pone tantas capas sobre el lienzo que al final apenas se detecta una pincelada del boceto original", comenta Colomer.

La misofonía de Rosa Ribas

En ocasiones, un autor no tiene más remedio que adquirir hábitos sorprendentes. ¿Cómo, si no, una narradora como Rosa Ribas, aquejada de misofonía, una enfermedad que le hace ser ultrasensible al ruido, trabaja siempre en una cafetería? La razón está en su mal, ya que escribe siempre a mano, con lápiz y el sonido de la mina sobre el papel le resulta absolutamente insoportable.

Riera y sus portátiles

También tiene una costumbre algo excéntrica la narradora y académica Carme Riera, pues, como explica Colomer en el libro, "escribe con dos portátiles colocados uno delante de otro. El que queda más cerca lo suele usar para el catalán, y el de detrás para el castellano". Trabaja cuatro horas, generalmente de cuatro a ocho de la tarde, de manera que escribe una frase en un idioma y de inmediato baja la tapa del primer ordenador y la traduce en el otro, atestado de papeles.

Fernández Mallo, el antitalismán

Quizá el más raro, por lo normal, sea Agustín Fernández Mallo, que no tiene horarios, manías o talismanes, pues cree que en general solo sirven para disfrazar el pavor a la pantalla vacía. Es más, para él "encorsetan y asfixian la creatividad. Por eso, su técnica de trabajo es "andar por la vida con los ojos abiertos y con la mente porosa, y dejar que la realidad haga el resto. Tampoco lleva libretas para apuntar sus reflexiones de modo ordenado, así que si necesita anotar una idea, utiliza el reverso de los tickets del supermercado, de aparcamiento... y los espacios en blanco del borrador de Hacienda.