
Fidel Moreno. Foto: Tamara de la Fuente.
'Mejor que muerto', de Fidel Moreno: okupas y heroína para retratar la insatisfacción contemporánea
En su folletinesca y divertida ópera prima, el autor narra la angustiosa búsqueda de sentido de un cuarentañero atrapado en la rutina y el desamor.
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En el vocabulario de una obra literaria se halla un indicio elemental de su asunto. En Mejor que muerto aparecen follar, coño, masturbarse, polvo, tetas, caca, cagar, semen, esperma, pene, eyacular, correrse, mamada, clítoris o empalmarse. Aunque no he apurado su contabilidad, arriesgo que se utilizan un millar bastante largo de veces en poco más de trescientas páginas.
En centenares de ocasiones salen a relucir, además, canuto, rayas, esnifar, hachís, tripi, LSD, heroína/jamaro, porro y marihuana. También se detallan los tipos de heces según su dureza, desde el 1 (“grumos duros similares a nueces”) al 7 (“acuoso, sin trozo sólidos”) pasando por “los zurullos más saludables” del tipo 3 (“en forma de salchicha”).
Estos abultados datos invitan a incluir a Fidel Moreno (Huelva, 1976) en la versión tremendista a la española del realismo sucio. No ha de rebajarse el entusiasmo fisiologista, lindante en lo pornográfico, del autor, en el que se da buena mano, pero tampoco debe considerársele un escritor que se recrea sin más en suciedades y escatologías.
Todo ello, si bien exagerado, y cansino por repetitivo, resulta conveniente para enmarcar la ansiedad del cuarentañero protagonista. Este, Julio, aspira a “formar” con Sara, su joven y alocada amante, un “cuerpo desmembrado y vibrante”, y con ello estar “mejor que muerto”, pretensión expresada con el verso de Lou Reed que da título al libro. O, como insiste el narrador, “sentirse suspendido, como flotando, entre la eternidad y la nada, estar mejor que muerto”.
Esta aspiración vital se corporeiza en una historia un tanto melodramática y, según apunta el propio narrador, de novela barata: Julio, casado a la espera del primer hijo, perezoso y en el paro, empleado circunstancial de su suegro y su mujer, sin más ocupación que presidir la comunidad de propietarios, comete adulterio con una vecina okupa que lo inicia en la heroína. Las relaciones con ambas mujeres constituyen el doble hilo narrativo paralelo que se resuelve con la restauración del orden familiar en un inesperado final feliz.
Lo mejor de la novela está en forjar un personaje sugestivo que encarna el ansia de libertad
En esta trama un tanto folletinesca, en bastantes pasajes divertida, y sustentada en un gozoso humorismo burlesco, inserta Fidel Moreno un vivo testimonio de cierta actualidad localizada en los márgenes de la vida común de los ciudadanos corrientes. Por ello la historia se incardina en un recorrido de total inmediatez. Aparte incursiones en el pasado, sigue las sucesivas fases, indicadas con exactitud, de la reciente pandemia de Covid y se cierra con la invasión de Ucrania por Putin.
En esta malla temporal se cuelgan diversos aspectos de la vida contemporánea con el resuelto propósito de marcarlos como rasgos modernos. El enloquecido ajetreo erótico-anfetamínico de Julio da lugar a hablar del sexo libertador, la familia, la pareja, el amor, la infidelidad, la crisis del capitalismo, la especulación, el “yugo” del trabajo, la explotación laboral, la inmigración, la okupación o los desahucios.
Fidel Moreno vuela, sin embargo, más alto de mostrar el repertorio noticioso previsible en una narración social. Se interroga con actitud reflexiva, casi filosófica, acerca del sentido de la vida. Lo mejor de la novela está en forjar, al servicio de tal dilema, un personaje sugestivo que encarna el ansia de libertad, de tener una personalidad propia y de ser feliz en un mundo tan limitador y poco confortable como el nuestro.