Letras

Inaceptable

Plagio, tradición y verdad: escritores, críticos y editores debaten los límites de la ficción

9 mayo, 2001 02:00

El plagio, en literatura, es inaceptable desde que los autores y editores se dotaron del concepto de propiedad intelectual y se desarrollaron las leyes que la protegen. La literatura europea es un diálogo, por ello es habitual retomar métodos y temas precedentes, actualizándolos. Tomemos como ejemplo a Chéjov y la revolución que operó en la técnica del cuento. Muchos escritores posteriores a él tomaron su técnica y sus temas: Carver transpuso a los Estados Unidos de un siglo después situaciones y personajes de la Rusia chéjoviana; Katherine Mansfield, en su magnífico relato Matrimonio a la moda retomó los mismos personajes y situación del cuento de Chéjov Poprigunia (Cabeza de chorlito). A nadie se le ocurriría tildarlos de plagiarios. Los libros de divulgación difunden ideas y descubrimientos ajenos. Por ello reproducen fragmentos o definiciones extraídos de otras obras, lo que no puede considerarse plagio siempre que se citen las fuentes.
Si nos referimos a los llamados "productos editoriales", esos libros escritos por personas ajenas al oficio de escritor, el tema es más complejo. Normalmente, son libros escritos en un tiempo muy breve, al amparo de un nombre mediático, y en cuya elaboración participan otros profesionales, además de quien los firma. La industria editorial norteamericana, habituada a este tipo de productos, se comporta como los científicos: cuando algún colega publica un descubrimiento y demuestra su buen funcionamiento, también en lo comercial, los demás lo hacen suyo y se basan en él para llevarlo más allá. Pero a nadie se le ocurre publicar ese mismo descubrimiento como propio.
No creo que ningún editor haya publicado un texto siendo consciente de que se trata de un plagio. El editor debe y tiene que poder confiar en lo que el autor le propone, y ese compromiso queda reflejado en los contratos habituales, que contienen cláusulas en este sentido. Resulta absolutamente imposible que un editor sea capaz de reconocer plagios como los que han saltado a la luz pública.