La estatua de Uta en la catedral de Naumburgo  y Günter Grass. Diseño: Rubén Vique

La estatua de Uta en la catedral de Naumburgo y Günter Grass. Diseño: Rubén Vique

Historia

Günter Grass y la leyenda de Uta de Naumburgo, la mujer más bella de la Edad Media

El relato póstumo del Nobel alemán no es un rescate más de su legado, sino un texto de gran valor que puede servir como antesala para adentrarse en su obra.

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Cuentan que fue la mujer más hermosa de la Edad Media, leyenda a la que ha contribuido, sobre todo, su estatua, en el coro occidental de la catedral de Naumburgo –al este de Alemania–, de una plasticidad y una viveza poco habituales en el gótico. La obra data del siglo XIII. Uta de Naumburgo aparece a la izquierda de su esposo, el belicoso marqués Ekkehard, al que vuelve la cara. Tiene el rostro semioculto y la mirada hostil, como si estuviera enfadada con él.

La estatua

Günter Grass

Traducción de Carlos Fortea. Alfaguara, 2025. 80 páginas. 16,90 €

Günter Grass (Dánzig, 1927–Lübeck, 2015) la vio por primera vez a finales de los años ochenta. Invitado a una gira de lecturas por la RDA –acababa de publicar La ratesa–, el escritor aprovechó que le permitían cruzar la frontera para visitar algunas ciudades del estado comunista, como Erfurt o Magdeburgo.
La escultura de Uta, acompañada de otros once personajes que vivieron alrededor del año 1000, decepcionó al escritor: le pareció mucho más pequeña de lo que esperaba.

Alzadas sobre peanas y bajo baldaquinos de piedra, esas esculturas, obras de un maestro anónimo, no tenían nada que ver con las representaciones que al escritor, como a cualquier otro alemán de la época, le habían presentado siempre como estatuas monumentales. A Grass le acompañaba su mujer, Ute. Su nombre era un ejemplo vivo del culto a la enigmática figura de Uta de Naumburgo, a la que, como al resto de los personajes del conjunto, se han atribuido todo tipo de historias míticas, romances, crímenes grotescos y orígenes más o menos inconfesables.

En los años treinta el culto a Uta, fomentado por los nazis, vivía su punto culminante, y muchas niñas fueron bautizadas con ese nombre

A mediados de los años treinta, cuando nació la mujer de Grass, el culto a Uta, fomentado por los nazis, vivía su punto culminante, y muchas niñas fueron bautizadas con ese nombre. Basta decir que Walt Disney se basó en su belleza supuestamente nórdica para la reina malvada de Blancanieves y los siete enanitos.

Aquel día, con su mujer al lado, se "apoderó" de Grass, cuenta él mismo, "una especulación de graves consecuencias". Esta especulación, que atraviesa las décadas hasta llegar casi hasta el presente, está en el núcleo de La estatua, una narración breve, una "leyenda", que al publicarse en Alemania en 2022, levantó, como escribió algún crítico, un "pequeño revuelo literario".

No es para menos: el texto, pese a su brevedad –no llega a ser siquiera una nouvelle– contiene, quintaesenciado, a un Grass que resultará familiar a sus lectores. Como hiciera en Encuentro en Telgte, de 1979, Grass, conocido gastrónomo, convoca a su mesa –es decir, al papel, donde "muchas cosas se vuelven posibles"– a distintos personajes históricos, esta vez a algunos de los que vio en esa gira de lecturas, a los maestros escultores y a las estatuas.

O, mejor dicho, a los modelos de estas, personajes vivos de la época que, supone el escritor, habrían posado para el maestro que esculpió aquellas obras representadas con tanta realidad. Los cita a todos un domingo. Grass señala que comerán junto al taller del artista, donde surgen sus obras. "Yo había puesto la mesa al aire libre, delante del taller, entre bloques de piedra aún informes", escribe. Bloques sin trabajar, como esos personajes a los que va a modelar en las páginas siguientes.

Walt Disney se basó en su belleza supuestamente nórdica para la reina malvada de 'Blancanieves y los siete enanitos'

Grass, así pues, nos introduce en el taller del escritor y, en un sofisticado ejercicio de imaginación literaria, se nos muestra insuflando vida a los personajes. Empieza el baile de platos, los modelos y los artesanos comen un menú que mezcla comida de la época con precocinados actuales. Los comensales cobran vida, el escritor los acerca al presente. La modelo de Uta, la hermosa hija de un orfebre, come palitos de pescado y pide una Coca-Cola helada.

La imposible modelo de Uta perseguirá al escritor durante las siguientes dos décadas, convertida en una persona de carne y hueso con la que tropieza cada dos por tres. Tras la caída del Muro, "cuando todo prometía o amenazaba con ser diferente", de paso en Colonia, Grass se aparta del grupo para "echar un vistazo al trajín veraniego a los pies de las dos torres gemelas" y la ve delante de la catedral. Es una estatua viviente, con el rostro y el uniforme gris piedra, pintado con espray, y un cuenco a los pies para los donativos.

El encuentro es perfectamente verosímil en medio del trasiego turístico frente a la famosa catedral alemana, donde se dan cita variopintos artistas callejeros y personas disfrazadas para hacerse fotos. Grass se detiene a describir a la chica, demostrando que no puede ser otra que la hija del orfebre, esto es, Uta encarnada, de "fino labio superior y carnoso labio inferior", con los mismos complementos –un anillo en el índice izquierdo, el mismo manto hasta los pies– del personaje histórico. Un hombre, posiblemente un chulo o un proxeneta, la observa a distancia.

Grass volverá a encontrársela más tarde en Italia, en un congreso sobre literatura e historia. Angustiado por los abusos a los que, se imagina, la está sometiendo su chulo, que la "golpea con un cinturón porque en el cuenquito gris cae demasiado poco efectivo", Grass interviene en el congreso con una especulación improbable sobre la Uta histórica, que "sufría el abuso sexual de su marido, el brutal marqués Ekkehard". Pero sus desvíos fantásticos y "ahistóricos" enfadan a los otros ponentes y uno le acusa de fascista por rendir culto a una mujer idolatrada por los nazis.

"Solo un novelista italiano, que había arrancado a la Edad Media, a la que gustan de llamar oscura, una novela llevada con éxito al cine, defendió mi acelerado ir y venir por los raíles del tiempo", escribe Grass. El novelista no es otro que Umberto Eco, admirador de Uta y, como el alemán, autor de fábulas extraídas de la historia.

Grass verá a su Uta una vez más, durante la Feria de Frankfurt. Tras una comida con editores, se aleja para comprar tabaco y la ve delante del Deutsche Bank, disfrazada de santa Isabel de Hungría. Otra vez la invita a comer y ella entonces comparece como una chica normal, independizada ya de la imaginación del novelista. Tras declinar las propuestas gastronómicas de Grass, pide un filete y, otra vez, una Coca-Cola.

Según la nota de los editores, Grass escribió este relato en poco más de una semana, durante el verano de 2003. Pero, al menos dos años antes, en el otoño de 2001, los personajes empezaron a poblar su imaginación; ocho terracotas, de las que dejó dibujos a la sanguina, además de otros dibujos incluidos en esta edición, muestran lo que le importaba esta historia. La estatua, así pues, no es un póstumo más rescatado del legado, sino un texto de gran valor en sí mismo que podría servir para iniciar en Grass al lector, antes de acometer sus grandes obras.