Emma Suárez durante una escena de 'El cuarto de atrás'. Foto: David de la Morena

Emma Suárez durante una escena de 'El cuarto de atrás'. Foto: David de la Morena

Teatro

El universo inagotable de Carmen Martín Gaite, hecho teatro

La Abadía homenajea a la escritora salmantina con las versiones de 'Caperucita en Manhattan' de Lucía Miranda y 'El cuarto de atrás' de Rakel Camacho y María Folguera.

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Curiosa, inteligente, brillante, valiente y libre. Muy libre. Así era Carmen Martín Gaite. Una escritora collage, como su arte, que atravesaba los distintos géneros literarios sin miedo a romper fronteras y siempre con un gran talento, según cuentan Lucía Miranda, Rakel Camacho y María Folguera.

Las tres, con varios proyectos escénicos entre manos, rinden homenaje a la escritora salmantina en La Abadía con su particular versión teatral de dos libros claves de su trayectoria literaria: Caperucita en Manhattan (del 23de enero al 23 de febrero), dirigida por la primera de ellas, y El cuarto de atrás (del 27 de febrero al 16 de marzo), de Camacho y Folguera.

Más allá de que se cumplan cien años del nacimiento de Martín Gaite, no es casualidad que estas y otras adaptaciones coincidan en el teatro. Ya lo hizo el año pasado La Tristura con Así hablábamos, elaborada a partir de los textos de la escritora.

“Son los diálogos, por esa cosa de la búsqueda del interlocutor que tenía Carmen, y el mundo onírico de su obra lo que hacen de ella alguien tan interesante para la creación escénica –comenta Miranda–. También la gente del cine tiene una deuda con ella, porque hay mucho guion cinematográfico en sus novelas. Si fuéramos anglosajones, Caperucita en Manhattan tendría un musical y una película –o incluso unos dibujos animados como la propia Folguera reconoce que lleva tiempo imaginando–. Sara Allen, su protagonista, sería Alicia, Dorothy o Matilda”.

Tremendamente versátil, las tres destacan el espíritu curioso que tenía la escritora. “Como dice José Teruel, gran estudioso de su obra, era tan curiosa intelectualmente que cuando no le gustaba una traducción de un libro era capaz de aprender ese idioma y ponerse a traducirlo ella misma –cuenta Folguera–. Carmen fue pensadora, poeta y novelista. Escribió teatro, fue cuentista y también se atrevió a hibridar géneros. Tenía esa capacidad de filosofar a partir de la fábula y fabular a partir de la filosofía. Jamás abandonó una búsqueda, ni se conformó con una fórmula de éxito”.

“En la literatura de Martín Gaite hay olores y colores. Es algo tangible que se puede traducir a escena”. Rakel Camacho

En concreto, el interés de la escritora por el teatro, señala Camacho, ya le venía desde niña. “Como persona muy vinculada a todos los géneros artísticos, también era muy buena dibujante, brillaba en todo lo que tocaba y el teatro era un género que tenía muy presente. En su literatura hay un universo plástico. Hay olores y colores, materialización. Es algo tangible quese puede traducir a la escena. Y esa teatralidad se puede encontrar en lo más discursivo o narrativo y en los pensamientos más elaborados como sucede en El cuarto de atrás”.

Escrita en 1978 y galardonada con el Premio Nacional de Narrativa, es la primera vez que este novela se lleva escena. Protagonizada por Emma Suárez, Alberto Iglesias y Nora Hernández, “la verdad es que tiene ingredientes teatrales y la chispa prende rápido. De hecho, ella misma mientras la escribía reflexionaba sobre la teatralidad de la novela. Tenemos un espacio, un tiempo que es el transcurso de una noche, un personaje y otro que llega. Un desconocido que le va a provocar a ella un recorrido, un arco y una transformación, así es que la teatralidad estaba allí”, comenta Folguera, encargada de la adaptación de este título que dirige Camacho, y familiarizada con la obra de Martín Gaite, de la que escribió en su última novela, Hermana. (Placer).

Carolina Yuste en 'Caperucita en Manhattan'. Foto: Dominik Valvo

Carolina Yuste en 'Caperucita en Manhattan'. Foto: Dominik Valvo

“Carmen tenía una visión muy periférica de la realidad a la que miraba con extrañeza –añade la directora–. Y tenía un lado muy alegre en una época que no lo era en absoluto. Era una persona sumamente inteligente, muy bien formada, con un bagaje y una experiencia vital, que tenía esa curiosidad de la que hablábamos antes. Había una mirada muy de niña en toda su narrativa”.

De hecho, como defiende Miranda, la autora de Lo raro es vivir nunca tuvo miedo de vincularse con la literatura infantil o juvenil. “Escribió varios relatos infantiles y las obras como Alicia o los cuentos de Perrault siempre formaron parte de su universo. Martín Gaite mezclaba cuestiones muy filosóficas con cuentos tradicionales de hadas y esa mezcla de lo más académico con lo más castizo o popular es lo que hace de ella una escritora universal”.

Es ahí donde se enmarca su libro Caperucita en Manhattan. “Llevo persiguiendo hacer esta obra desde que dirijo”, confiesa su regista sobre este cuento contemporáneo. “Mi versión es muy fiel a la novela, aunque me ha resultado muy difícil adaptarla porque tiene muchísimos espacios y personajes. He destilado lo que a mí me parecía más interesante de la trama, he puesto el foco en los papeles femeninos, como hacía Carmen, en Nueva York como personaje, y luego también he trabajado una segunda capa sobre por qué yo creo que ella escribió esta historia”.

Trabajada en torno a los Cuadernos de todo y las poesías de la salmantina, esta segunda capa, tienenque ver con el fallecimiento de su hija. “Ella escribió Caperucita después de la muerte de Marta, que falleció con 28 años. Es una novela de duelo, pero es también muy luminosa y reconfortarte”.

Protagonizada por Mamen García, Miriam Montilla, Carmen Navarro y Carolina Yuste, el elenco, subraya, no es arbitrario. “Me apetecía ver a actrices mayores en el teatro no haciendo de señoras, un grupo de gamberras haciendo el gamberro. Martín Gaite tiene muchas frases en Cuadernos de todo que tienen que ver con cómo no ser una señora. Esa señora que le habían dicho a ella que tenía que ser por ser de provincias y de una clase social concreta”.

Ambientada en una lavandería gigante donde los bombos de las lavadoras funcionan como pequeños teatros en los que aparecen diferentes universos, si algo tiene en común, además, este montaje con El cuarto de atrás es, precisamente, su colorido.

“Debía recrear un universo fantástico y tener el mundo del collage de Martín Gaite –cuenta Camacho–. Estamos en una casa que alberga unos escondites que van girando, donde todos los espacios son susceptibles de ser ese ‘cuarto de atrás’, entendido como lugar prohibido, como lugar de sueños y refugio”.

Dos propuestas que, además, ponen el foco en la música, tan importante para la escritora. “Ella misma lo dice en la novela –recalca Camacho–. Carmen se aferraba mucho a la copla y hay mucha música en escena”. Como ocurre también, siguiendo ese espíritu de collage ya comentado, en Caperucita en Manhattan. “Se ha hibridado la música castellana tradicional con la música neoyorquina. Ella era una gran conocedora de la música tradicional ibérica y en cuanto se animaba se cantaba una jota, una canción gallega o una tonadilla. Así que de repente mezclamos panaderas castellanas con poesía slam”.