
Una escena de 'El público'. Foto: Carlos Dossena
El Teatre Lliure estrena 'El público', la obra imposible de García Lorca: "Es un viaje hacia lo profundo"
Marta Pazos y Gabriel Calderón proponen una vuelta al universo del poeta granadino en su obra más vanguardista.
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Es, posiblemente, su obra más experimental y vanguardista. Ya lo decía él, irrepresentable e imposible. Federico García Lorca escribió El público en 1930, entre su estancia en Nueva York y su vuelta a España. En ella el poeta realizaba un viaje a las profundidades que le permitía desgranar sus grandes inquietudes sobre la expresión artística y su homosexualidad.
Teatro de vanguardia, surrealista donde los haya, El público “es el continuo retorno, el viaje del héroe, de transformación. Lo que pasa es que Lorca es tan valiente que no lo hace por unos parajes, no hace una Ilíada, lo hace desde el interior”, comenta Marta Pazos (Pontevedra, 1976), que ya se había enfrentado anteriormente al corpus lorquiano con Viaje a la luna y Comedia sin título.
Consciente de la dificultad que conlleva esta obra que tardó 56 años en estrenarse –con el memorable montaje de Lluís Pasqual en el CDN en 1986–, a su directora le perseguía la idea de escenificarla desde hacía tiempo.
“El público es un viaje hacia lo profundo y muchas veces no estás preparada para ese compromiso”, cuenta a El Cultural. La oportunidad le llegó con la Comedia Nacional de Uruguay en 2024. Una ocasión que ahora, tras su éxito en el Teatro Solís de Montevideo, podremos disfrutar del 18 al 26 de enero en la Sala Fabià Puigserver de Montjuïc.
"Es una experiencia que no puedes hacer, ni si quiera como público, desde la cabeza porque no te está hablando ahí, te está hablando al corazón”, afirma sobre esta “obra de vanguardia absoluta, que abrió muchos caminos en otras formas de decir no exentos de dolor para quien lo escribe”.
"El público es el viaje del héroe, solo que Lorca es tan valiente que no hace una Ilíada". Marta Pazos
Escrita hace casi cien años, la pieza aborda temas de gran vigencia actual como la libertad de a quién amar y la propia relación del artista con su obra. “Es conmovedor ver las decisiones que Lorca tomó en torno a ella –afirma Gabriel Calderón (Montevideo, 1982)–. En la obra, ataca un teatro que él mismo había desarrollado. Cuestionar eso es cuestionarse a sí mismo con una honestidad que solo los verdaderos artistas logran. Es un llamado de atención a nosotros mismos, a nuestros caminos y nuestra confianza. Luego está su conflicto y su ser homosexual. Ser y negarse a sí mismo en el arte y ver cómo Federico une esto con su ser profundo en redado entre el sexo y el amor”.
Ha sido el uruguayo el encargado de realizar la versión actual para que sus compatriotas pudieran “encarnar con más organicidad este texto tan abstracto –cuenta Pazos–, tan complejo y difícil de memorizar porque no tiene asideros. Es un ejercicio de caída al vacío absoluta”.

Un momento de 'El público'. Foto: Carlos Dossena
Para ello, Calderón ha trabajado desde “los propios modismos de la lengua de España y de la época”, hasta la estructura –“ya fuera la ubicación de la famosa Oda del Pastor Bobo, así como las escenas que el autor sugiere y nosotros representamos al principio de la obra”– o las necesidades escénicas que encontraron. “Es sobre todo un trabajo subterráneo para que el texto siga siendo de Lorca, pero sus raíces han sido regadas, removidas o pervertidas, según el caso”, señala.
El público es también un viaje estético gracias a la escenografía que firma la propia Pazos. “Lo que hice fue para potenciar la idea de viaje interno y también de cómo a veces en ese trayecto nos encogemos o nos ampliamos, sentimos vértigo o nos sentimos con las raíces bien en el suelo”.
La escenografía, que, en un guiño al arte urbano, cuenta además con el telón del teatro Solís pintado por la muralista Paula Fraile, juega con las posibilidades vanguardistas y se transforma en cada uno de los sustratos que propone Lorca. “El viaje empieza en el cuarto del director y baja hasta el sepulcro de Julieta… va pasando por diferentes momentos y cada uno de esos espacios metafóricos cambia de color y escala”.
Una experiencia única y sensorial, que apela al subconsciente y a la emoción. Es, dice Calderón, “nuestra pequeña revolución en silencio, con nuestra comunidad periférica latinoamericana, sosteniendo dificultades y pobreza, pero no claudicando jamás a las obligaciones del arte que Federico nos recuerda: tener algo para arriesgarlo todo”.