¡Pues menudo cachondeo el de los Premios de Arte Joven de la Comunidad de Madrid! Y utilizo este término, "cachondeo", tan expresivo y españolísimo, porque se inventó para ilustrar ese tipo de situaciones que son, en nuestro país, tan comunes, y que Valle elevó a forma artística con el nombre de esperpento. Resulta que se congregaban ante la puerta del Círculo de Bellas Artes los finalistas a las distintas categorías, que habían sido convocados a la cita telefónicamente, y esperaban, ansiosos, los resultados. Pero la señorita que atendía la entrada del Círculo estaba ojoplática, porque no tenía constancia de que allí, y aquel día en particular, se entregara premio alguno, y mucho menos uno de tal relevancia. Más aún, la sala Fernando de Rojas estaba ocupada por otras actividades. Los primeros candidatos en llegar pensaron que habían sido objeto de una broma; pero como pasaba el tiempo y seguía llegando gente, quedó claro que, o el bromista había gastado mucho teléfono, o la broma era de otra especie, más desagradable: porque ni allí ni en el teléfono de información de la Comunidad nadie sabía nada. Sólo cuando algunos, por vía de contactos personales, y no por comunicación oficial, conseguimos enterarnos de que la entrega había sido desconvocada, pudo la gente volverse a sus casas. Que la Comunidad dé premios artísticos a los más jóvenes es algo magnífico: no ya por las cantidades monetarias, que también ayudan, sino sobre todo porque esos jóvenes se sienten justificados frente a quienes (amigos, familias) no creen en sus apuestas personales por seguir una carrera artística. Que tu propia Comunidad reconozca tu valía, como ganador o como finalista, es un empujón para esos nuevos creadores. Los jóvenes que allí estaban llegaban preparados para ganar o para perder, pero no para que se les ignorase de manera tan cruel. Seguro que eso les hizo más daño que el no resultar ganadores. Por lo demás, igual a mí se me ha escapado, pero no creo haber visto en los medios ninguna aclaración por parte de los responsables.