
El director francés Ludovic Morlot. Foto: May Zircus
La OBC aterriza en Madrid con Ludovic Morlot al frente y un repertorio protagonizado por Ravel
La Sinfónica de Barcelona llega al Auditorio Nacional liderada por el maestro francés. En atriles, 'Alborada del gracioso', 'Cuadros de una exposición'...
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Es habitual que a lo largo de la temporada la Orquesta Nacional ceda 'su' auditorio a algún conjunto sinfónico de otra Autonomía. Hace unos meses ocupó el hemiciclo de este recinto la Sinfónica de Castilla y León. El viernes (11 de abril), sábado (12) y domingo (13) le toca el turno a la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Viene a las órdenes de su titular actual, el francés Ludovic Morlot (Lyon, 1973), que despliega su actividad a lo largo y ancho del mundo gobernando las formaciones más prestigiosas con resultados positivos y encomiásticas críticas. Es el galo artista didáctico y animoso.
Hombre de baja estatura y sonriente, maneja con soltura y movimientos bien dibujados una batuta elástica y de claros perfiles. Se acerca a la música de forma muy directa en busca de la expresión más comunicativa, lo que redunda con frecuencia en la conformación de superficies ligeras y llenas de luz. Algo que puede venir bien para traducir las tres obras que constituyen el programa anunciado, dos de ellas firmadas por Ravel.
La primera es la Alborada del gracioso, una de las cinco piezas del cuaderno Miroirs, que nos trae la gracia bufa de una España de caricatura a través de peligrosos glisandos en terceras y cuartas, de tresillos enlazados, de múltiples adornos. Siempre que la escuchamos nos acordamos del histórico instrumentista de la Orquesta Nacional, Inocente López, que bordaba el nada sencillo solo de fagot.
El nombre de Ravel figura también, en este caso como asociado, a la tercera obra del programa, Cuadros de una exposición, esa caleidoscópica partitura que el compositor construyó orquestando con mano maestra la pieza pianística de Músorgski. La descripción instrumental, la variedad de colores, los cambios rítmicos, la auténtica pintura —nunca mejor dicho— a la acuarela de tantos números, inspirados en las obras del pintor y dibujante Viktor Hartmann fueron la base para levantar la maravillosa composición.
Una palpable y brillantísima demostración del arte raveliano. No nos cansamos de escuchar los múltiples y variados efectos, el característico espectro tímbrico, los cambios climáticos obtenidos por el músico francés. Difícil sustraerse también a la imponente grandeza del número final, La gran puerta de Kiev.
"Ludovic Morlot maneja con soltura y movimientos bien dibujados una batuta elástica y de claros perfiles"
Entre las dos obras ravelianas se sitúa en el programa el Concierto para violín de Roberto Gerhard, compositor español emigrado a Inglaterra, discípulo aventajado de Schönberg y creador de partituras integradas, bajo la influencia del austríaco, en la estética serial, que se une, como señala el musicólogo Rafael Fernández de Larrinoa, a la evocación de lo hispano y que concluye "en una festiva marea con destellos de Feria de la Rapsodia española del propio Ravel", tan conectada con la Alborada del gracioso.
Será solista la violinista alemana Carolin Widmann, de técnica probada y sonoridad dulce y muelle. Un concierto que completa la apuesta por Ravel de la OBC, que acaba de lanzar —con su propio sello— un nuevo disco consagrado al compositor galo.