El actor Robert Besta encarna al compositor en el documental 'Carlo Gesualdo. Honor, asesinatos y madrigales' (Andreas Morell, 2019), producido por el canal Arte

El actor Robert Besta encarna al compositor en el documental 'Carlo Gesualdo. Honor, asesinatos y madrigales' (Andreas Morell, 2019), producido por el canal Arte

Música

Gesualdo, el compositor renacentista que cosió a puñaladas a su mujer y a su amante en plena infidelidad

Recordamos la historia de uno de los grandes músicos del siglo XVI, absuelto por la justicia tras cometer el crimen y exponer los cadáveres en la puerta de su castillo.

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Javier Pérez Fernández
Publicada

Ahora que andamos a vueltas con la cultura de la cancelación y el modo en el que los actos privados deben afectar, o no, a las obras de un artista, es un buen momento para acercarnos a la figura de un músico renacentista, tan exquisito y enigmático como brutal es su vida.

Carlo Gesualdo, conde de Conza y príncipe de Venosa, nació el 8 de Marzo de 1566 en esta última ciudad, hijo de una familia aristocrática emparentada con altos cargos de la Iglesia. Era sobrino del arzobispo de Nápoles y de San Carlos Borromeo, y uno de sus tío-abuelos llegó a papa con el nombre de Pío VI. Desde muy pequeño, Carlo se interesó por la música y recibió lecciones de laúd y composición del famoso Pomponio Nenna, en una escuela musical fundada y patrocinada por Fabrizio Gesualdo, su padre, un destacado mecenas de las artes.

Aunque en un principio, por ser hijo segundón, se le había destinado a la carrera eclesiástica, la muerte de su hermano mayor le hizo heredar los títulos y su familia concertó su matrimonio con María de Ávalos, hija del duque de Pescara, y cuatro años mayor que él. Algún tiempo después, su esposa entabló una relación sentimental con Fabrizio Carafa, duque de Andria y conde de Ruovo, y cuando Gesualdo se enteró de esto, el último de toda la ciudad en saberlo, como es proverbial, le dijo a su mujer que se iría dos días de caza y que mandase un criado a buscarlo, si lo necesitaba para algo.

En lugar de esto, permaneció oculto en su propio palacio, y estando su esposa y el conde Fabrizio en pleno acto sexual, hizo que sus criados entrasen en la habitación a acuchillarlos. Luego, con los dos amantes heridos y ensangrentados, entró el propio Gesualdo y los remató con decenas de puñaladas, aunque hay quien habla incluso de un centenar. La carnicería fue épica y conmocionó a la ciudad durante semanas, pues Carlo, no conforme con lo que había hecho, sacó los cuerpos a la puerta del palacio para que todo el mundo pudiese contemplarlos.

Aunque el propio Gesualdo se entregó a la justicia, la ley y la costumbre del momento coincidieron en declararlo inocente, pues estaba en su pleno derecho de hacer lo que hizo. No obstante, el duque de Pescara, padre de María, se sintió molesto con los hechos, lo mismo que la familia del conde Fabrizio, por lo que Gesualdo tuvo que huir de la ciudad para evitar a los sicarios que inmediatamente le enviaron a ajustar cuentas.

Hijo asfixiado

Poco después, murió también su hijo de dos años, y la ciudad entera especuló que lo había asesinado el propio Gesualdo, sospechando que era hijo de Fabrizio. Al parecer, aunque la única fuente son habladurías de la época, el niño se asfixió lentamente, durante muchas horas. Otras fuentes indican que se cayó de su cuna y quedó suspendido por el cuello, aunque nadie se creyó en el momento que fuera un accidente. Cosas de llamarse Gesualdo en vez de Corleone.

Estos hechos atormentaron a Gesualdo toda su vida, pero nunca mostró arrepentimiento públicamente, y llegó a encargar un cuadro, con motivo de la elevación a los altares de su tío Carlos Borromeo, en el que María y Fabrizio aparecían consumiéndose en los infiernos. Aún así, y por lo que contó su segunda esposa, Eleonora D'Este, sus demonios interiores lo condujeron a abigarradas prácticas sexuales, tanto sádicas como masoquistas, con ella y con diversas amantes. Eleonora intentó separarse varias veces, pero sin conseguirlo. De todos modos, logró el nada despreciable hito de sobrevivir veinticuatro años a su marido.

Gesualdo falleció en extrañas circunstancias el 8 de septiembre de 1613. Al parecer, tenía la costumbre de hacerse azotar por sus criados y, ese día, se le fue la mano a alguien que se tomó el castigo con demasiado entusiasmo. Carlo apareció desnudo y ensangrentado en su habitación sin que nunca llegase a aclararse completamente el asunto, ya que su esposa, viuda ya, tampoco empleó muchas energías en esclarecerlo. Eso dicen y nos da por creerlo.

En cuanto a su trabajo como músico, que es lo que de verás lo ha mantenido en la memoria colectiva, hay que decir que Carlo Gesualdo fue uno de lo impulsores más importantes del arte de la armonía, y que a día de hoy sus obras nos siguen pareciendo modernas. Su tono, lúgubre y concentrado, recuerda a algunas obras del romanticismo e incluso del siglo XX.

Como escribía para sí mismo, y él mismo contrataba a los intérpretes de sus creaciones, no tuvo que someter su inspiración al gusto general ni a la crítica de sus contemporáneos, con lo que su obra destaca por su enorme originalidad. Se puede haber escuchado mucha música renacentista, pero no hay nada como Gesualdo.

Os invitamos a probar Illumina faciem tuam, que viene a pedir al señor que ilumine su rostro.

Una de las características principales de la música de Gesualdo es que, en pleno siglo XVI, se atreve a utilizar la disonancia para acentuar los contrastes narrativos, e incluso el cromatismo, recursos que no se emplearán de manera habitual hasta algunos siglos más tarde.

Gesualdo compuso dos libros de canciones sacras, a cinco y siete voces, los Responsorios de tinieblas (música para Semana Santa que Calixto Bieito puso en escena en 2018) y cuatro motetes dedicados a la Virgen María. También escribió, en el campo de la música profana, cinco libros de madrigales a capella y un libro de madrigales a seis voces.

Como siempre se queda uno con ganas de más, aquí van veinte madrigales, tan buenos para escuchar con atención como para utilizarlos como música de fondo.

Olvidado durante mucho tiempo, la obra de Gesualdo fue rescatada de viejos archivos por Igor Stravinski, que llegó a adaptar para orquesta algunos de sus madrigales. No es de extrañar, pues ambos músicos parecen comprometidos con el dolor, el alma atormentada y la expiación.

Como en tantos otros casos, la belleza no surge ni del bien ni de lo correcto. Esa es la cosecha del sol negro.