Santiago Auserón. Foto: Silvia P. Cabeza

Santiago Auserón. Foto: Silvia P. Cabeza

Música

Santiago Auserón: "La izquierda está perdiendo gas por no ir a la raíz"

Músico de leyenda y musicólogo vagamundo, estos días coinciden los lanzamientos de su disco Libertad y su libro Arte sonora, hecho que prueba su inagotable fecundidad creativa

11 abril, 2022 03:05

Santiago Auserón (Zaragoza, 1954) va elevando a su interlocutor a una dimensión donde el corsé del tiempo claudica y acaba con las costuras reventadas. Al final de La Conversación, la grabadora marca 02.34. O sea, más de dos horas y media fecundas en ideas. Plasmadas todas con una excelsa oratoria en la que prepondera el registro elevado que, sin embargo, vetea –cuando toca– con léxico cheli. No en vano, estamos ante un mascarón de proa de la Movida.

Tiene mucho lío estos días porque se le han entrecruzado sus facetas como músico y musicólogo: lanza casi a la vez el libro Arte sonora (Anagrama), búsqueda del rastro melódico y armónico en la filosofía helena, y su último disco perruno, Libertad, en el que vuelve a maridar el cancionero popular patrio con las tradiciones del blues, el jazz, el son cubano... Pero, aun así, se explaya en cada respuesta. La dialéctica le puede. No es de los que dejan cabos sueltos en el ejercicio del razonar ni de los que se escabullen del trapo. En su lenguaje facial se alterna desde la sonrisa tierna y juvenil hasta el gesto pétreo del rocker a punto de pelear por el honor de su chica. Estamos en su diáfana casa de las afueras de Madrid, con un telescopio apuntado al firmamento (“Todos estamos en la cloaca pero algunos miramos a las estrellas”, que diría Wilde) y una biblioteca bien surtida de poesía (Gastón Baquero, Zbigniew Herbert...), en la que acoge con desusados modales de gentleman de otra época y nos regala lo que sigue.

Pregunta. No parece que pase el tiempo por usted. ¿Ha hecho un pacto fáustico con alguna instancia sobrenatural?
Respuesta. Bueno, la actividad musical en grupo es un aparato de preservar la adolescencia. Pero conforme cumples años te encuentras con un contrasentido: la adrenalina del escenario sigue tentando a salir después de los conciertos, pero si quieres durar en este business tienes que nadar y guardar algo de ropa.

P. ¿En esto del aspecto influye más la genética o la actitud?
R. La actitud influye algo pero estas cosas te las da el destino. Mi padre y mi madre tenían cara de niños. Dicen que me parezco a mi madre, aunque ella era más guapa. Conservo la cara de adolescente febril tardío. Uno se tiene que contentar con lo que le toca y trabajar la parte del cerebro que posee plasticidad para evolucionar y crear nuevas conexiones neuronales.

P. ¿Cómo fue, a propósito, el chispazo que le iluminó la conexión entre música y filosofía?
R. Ya de niño notaba que tenía el cerebrito tirando a raro. Y eso se acentuó mucho durante el bachillerato. Cuando cayó en mis manos el libro de filosofía de sexto me pareció que se abría un refugio. Su misterio me atrajo. Luego, ya en 1977, cuando empecé el doctorado en París, volví a Madrid en las vacaciones de Semana Santa, vi la calentura que había en galerías, bares y facultades, y me dije: aquí está mi tribu. Me había preparado para ser profesor de instituto, pero entramos en el local de ensayo de Radio Futura y se precipitó todo. Nunca tuve intención de abandonar la filosofía, me tomé el oficio musical como materia para reflexionar, un terreno fértil para pensar en algo concreto y no limitarse a pensar en el pensamiento. La filosofía puede dejar de ser el discurso que solo se ocupa de sí mismo.

"La diferencia esencial entre la juventud de la Movida y la de hoy es la sumisión de esta al mercado tecnológico"

P. Qué importante la filosofía en el bachillerato, ¿no? ¿Lo de estar siempre bajo amenaza es producto de la ignorancia utilitarista de ciertos políticos dando palos de ciego o percibe un plan más perverso detrás?
R. Hay una perversidad inconsciente aparejada al ejercicio de la política, que descarta de un plumazo todo lo que pueda ser especulativo, salvo en las finanzas. No hace falta perversidad intencionada para mantener al pueblo adormilado, porque la inercia conduce al mismo resultado. Los resilientes debemos no solo promover la actividad de la filosofía sino también de las artes y de las humanidades en general, que son modos de pensamiento. Es un despropósito que las últimas tecnologías condicionen los planes escolares y que llenemos las aulas de ordenadores. Hay que empezar por enseñar cómo funcionan las palabras y los instrumentos musicales, nuestras herramientas de comunicación más antiguas y las que van a durar más. Su obsolescencia no está programada.

P. ¿Y en la tele echa de menos programas como La bola de cristal, que azuzaba el espíritu crítico de los niños?
R. Hoy sería considerado como perversión de menores y censurado. Pero los chiquillos educados en ese estilo de televisión son gente por lo general lúcida y serena. En las cadenas privadas, los programas se justifican en relación con la publicidad que generan. Y la televisión pública tiene que competir en audiencia con ellas, de modo que ‘modula’ sus contenidos de manera parecida.

P. ¿Cree que las composiciones musicales pueden contener, codificada, toda la complejidad de una civilización? ¿O afirmar esto es ir demasiado lejos?
R. Es una afirmación atrevida, pero correcta, porque las tradiciones musicales antiguas son un molde al cual se adapta el logos (o sea, el discurso racional), por lo que condicionan el pensamiento. El famoso paso del mito al logos se realiza por vía oral, poético-musical, antes que escrita e informatizada.

P. ¿Y las músicas urbanas actuales mantienen esta tendencia ancestral?
R. No del todo, dan prioridad casi absoluta a lo mercantil, aunque operan conforme a tradiciones como la síncopa mínima que los musicólogos llaman tango africano. Ahí hay una contaminación de valor positivo, un contagio interétnico entre el influjo negro y el ámbito latino, pero ahí llegan las empresas del mainstream para hacer música en serie por ordenador y elaboran sus algoritmos con objeto de comerse el mercado. Eso es hacerse rico con los barrios marginales de América Latina.

“Un programa como 'La bola de cristal' hoy sería considerado perversión de menores y censurado”

P. En general sus mimbres musicales son tirando a pedestres.
R. Sí, son muy básicos, pero no hay que fiarse, porque en música todo es posible. En ese tonito que imita al tarao del barrio, afectado por el speed, y en el autotune de sonido enfermizo que parece música en descomposición hay manipulación mercantil, pero quizá algo todavía más oscuro. Dejar que los niños se contagien con ello puede parecer un proceso de involución cognitiva, pero no olvidemos que es una moda adolescente pasajera y que tiene buena parte de provocación.

P. Esta formación endeble recuerda mucho a la Movida: chavales que no tenían ni pajolera idea de música pero suplían sus carencias con descaro.
R. Los chiquillos que tocaban en el Rockola ensayaban antes en su casa con el palo de la escoba, que ya era un paso hacia la gloria (risas). Todo esto tiene que ver con el acceso de las masas a la industria del ocio. Nuestra pelea es si los músicos populares nos contentamos con la mercancía y la pose o vamos por algo más, por una vía de conocimiento. No me escandaliza lo que veo y lo que escucho salvo en un aspecto: con la aceleración tecnológica la manipulación de las imágenes y de los sonidos es total y puede excluir generaciones enteras de artistas interesantes. Si hoy naciera un grupo como Radio Futura, no se comería nada.

Auserón durante la entrevista, en el salón de su casa. Foto: Silvia P. Cabeza

Auserón durante la entrevista, en el salón de su casa. Foto: Silvia P. Cabeza

P. ¿Y no le preocupa el contenido machirulo de muchas de sus letras?
R. Es un síntoma de algo más general y más preocupante. Las actitudes machistas en el seno de la tribu parecen pactadas, al menos en parte. El gallito se las da de ser el primero que mete una galleta porque a su alrededor se genera un entorno que lo consiente. Una chiquilla puede aceptarlo para salir del hogar, pintarrajearse, consumir sustancias y entrar en los locales de moda... Esa excitación moviliza y las chicas asumen el rol de lobas de la calle que se enlazan al machito que va de gánster. Es un juego peligroso que solo se puede combatir enseñando la libertad de pensamiento en una escuela donde no haya distinción por los bíceps sino por lo que cabe en el tarro.

P. Cada generación escandaliza a sus mayores. Es un ciclo impepinable. Pero ¿qué diferencia ve entre la juventud ochentera de su tiempo, que se cebó tóxicamente con la libertad recobrada, y la actual, tan apantallada?
R. La sumisión al mercado tecnológico. Parece que toda la realidad se reduce a eso cuando eso lo que proporciona es solamente un medio para manipular imágenes. Confunde mucho. Un niño que ve pornografía tiende a creer que todo el monte es orégano. Y la cantidad de información que maneja a tanta velocidad lo deja atónito e insensible. La tecnología se está vendiendo como un punto de inflexión en la historia de la humanidad, como si no hubiera vuelta atrás. Es un cuento chino. Quizá represente realmente un punto de inflexión por la cantidad de basura que genera.

"Parece que los teóricos de la derecha están más activos que los de la izquierda últimamente"

P. ¿Y qué le parece la revisión crítica desde la izquierda de la Movida, vista como un señuelo para desmovilizar a la juventud a base de drogas y paraísos artificiales?
R. ¿Desmovilizar? Es un término militar... Bah, reduccionismo puritano. Entonces se abrieron espacios de libertad que no había bajo el franquismo y la gente, sobre todo la de procedencia obrera, los aprovechó. La Movida como síntoma de liberación acabó siendo un eslogan vacío, pero decir lo contrario, lo de la desmovilización, es otra chorrada del mismo tamaño. La posibilidad de salir de marcha convive con la de implicarse en una lucha sindical o estudiantil. La izquierda está perdiendo gas porque no va a la raíz de los problemas contemporáneos, más preocupada por el resultado mediático. Ahora estamos con todas y todes. Y entretanto se le da cuartel a la derecha para que diga comunismo igual a sumisión y neoliberalismo igual a libertad. ¡Hombre! O sea, ahora lo que convierte a las masas en esclavos del mercado se vende como libertad, ¿y no tenemos argumentos para discutir esa barbaridad porque estamos centrados en debatir el lenguaje inclusivo o el abecedario de las identidades sexuales? Venga ya...

P. Fiesta y compromiso son compatibles pero de un joven que se engancha a la heroína no se puede esperar mucha implicación en su comunidad.
R. Naturalmente. Pero el joven adicto se perdió para la tribu porque esta no supo sintonizar con su sensibilidad problemática, proponerle algo más placentero a largo plazo que la heroína, pero también distinto a la alternativa entre la codicia y el sacrificio revolucionario. Son tres modelos absolutos igualmente adictivos.

“Cada día desconfío más de la política especializada. Dedicarse a mandar es sospechoso”

P. Se lo digo porque eso sí pasó, y mucho, en los 80.
R. De acuerdo, pasó, pero también entre románticos y simbolistas de XIX dados al opio y al hashish, en los ambientes del jazz, en la Nouvelle Vague de los 60 en Francia… Los movimientos que produjo la Movida no se reducían al petardeo, había mucha gente experimentando en las artes y en el pensamiento… Y sí, algunos de nuestros amigos fallecieron en los cuartos de baño de los clubs por un pico mal puesto, pero hay que dejar cada cosa en su sitio. Decir ahora que aquella era una generación conformista y en el fondo reaccionaria, bueno, bueno...

P. Usted estuvo remando a favor de la Nueva Izquierda que manó del 15-M y que ha llegado al gobierno incluso. ¿Hasta qué punto está satisfecho con lo conseguido?
R. En este punto vuelvo al lema de los Rolling Stones: I Can’t Get No Satisfaction. Es un logro que una generación tan joven haya llegado a los organismos de poder. Pero yo cada día desconfío más de la política especializada. El dedicarse a mandar siempre me ha generado sospechas. La reducción de lo político a la especialización profesional es un síntoma grave. Hay que preservar el sentido de lo político en el ámbito de la supervivencia cotidiana, en la relación con nuestros semejantes. Estamos sufriendo la conversión de la política en un reality show.

"Es un despropósito que llenemos las aulas de ordenadores. Hay que empezar por enseñar las palabras"

P. Su nuevo disco lo titula Libertad, así, a secas. ¿Sale en su defensa de este concepto tan acorralado y manoseado?
R. Quería recordar cómo aprendí a usarla de pequeño y cuestionarme cómo, después de muchos años, puede seguir teniendo sentido. Es difícil de resolver porque la libertad no es un estado conseguido, sino un proceso por lo general en conflicto. ¿Cómo mantener con la edad el anhelo de libertad, algo del deseo adolescente? Para mí es un término que todavía preserva una belleza salvaje. Resulta perverso y feo hacer un uso de él sometiéndolo a intereses de mercado o de partido.

Foto: Silvia P. Cabeza

Foto: Silvia P. Cabeza

P. Es curioso cómo ha conseguido arrebatársela la derecha a la izquierda en España, que la tenía por bandera desde la Transición y el franquismo.
R. Ha sido una estrategia de think tank para desbaratar el terreno de juego. Parece que los teóricos de la derecha están más activos que los de la izquierda últimamente. La herencia liberal de los siglos XVIII y XIX merece algún respeto. Había algo razonable en los planteamientos de John Stuart Mill, pero no son suficientes si la libertad es para unos pocos listos. El neoliberalismo trata de convencernos de que libertad significa que estos listos sin escrúpulos, que manejan información trucada, pueden preservar un derecho divino a mandar y llevárselo crudo. Ese concepto de libertad cuenta con la protección del dogma religioso, que permite ir al confesionario y quedar absuelto de todos los pecados.

P. Cita a Plutarco en Arte sonora: “La música es útil para los peligros de la guerra”. ¡Qué vigencia tiene eso hoy!
R. Plutarco seguro que pensaba en el carácter enardecedor que tenían algunos cantos para las legiones militares. Pero su propia frase es un poco ambigua. Porque también alude a que, ante los peligros de la guerra, la armonía musical rehace las alianzas. Hay que interpretarlo con ese doble fondo. En la situación actual, con una guerra tan amenazante, emplearía esta duplicidad de Plutarco para que los cantos nacionales no nos enardezcan demasiado, porque a veces los del enemigo tienen más dulzura. Tal vez sea el momento de recordar los mejores cantos de Ucrania y de Rusia, dos países tan musicales, para curarnos del espanto de las noticias.

P. Aunque parece casi imposible que la condición humana escape de la violencia: su maestro Deleuze decía, de hecho, que el pensamiento no funciona sin ella.
R. Esa también es una frase ambivalente. El pensamiento, cuando se lo encauza por los ámbitos de poder y del prestigio, de las cátedras que se pelean por obtener favores, tiende a dejarse llevar por la inercia dominante. Pero, por otro lado, la frase de Deleuze también quiere decir que el pensamiento reacciona en última instancia ante unas estructuras de poder bajo las que sufre la asfixia de sus aspiraciones. Es así como rula, cuando se siente violentado, como yo me siento, digamos, ante la mercancía audiovisual contemporánea. Entonces el pensamiento debe abrirse espacio con uñas y dientes o, como baturro que soy, a golpe de testuz.

Son ya más de cuatro décadas de nomadismo en la carretera, a golpe de concierto. También de encierros pertinaces con los libros. Dos variantes que conjuga el líder carismático de aquella Radio Futura de la Movida y el Juan Perro vagamundo. Ambas vías creativas han convergido estos días en un doble lanzamiento: el libro Arte sonora y el disco Libertad. ¡Auserón a tope