Kyle MacLachlan y Michael Ontkean en 'Twin Peaks'

Kyle MacLachlan y Michael Ontkean en 'Twin Peaks'

Series

'Twin Peaks', surrealismo en 'prime time': la arriesgada apuesta de David Lynch que hipnotizó al público

35 años después de su estreno, la serie continúa siendo ampliamente admirada y reconocida como una de los dramas televisivos más revolucionarios de la historia. 

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Ángel Mora
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El estreno de Twin Peaks en 1990 supuso una revolución cultural y audiovisual que marcó un antes y un después en la historia de la televisión. En un panorama dominado por culebrones predecibles y estructuras narrativas tradicionales, la serie creada por el recientemente fallecido David Lynch y Mark Frost irrumpió como un soplo de aire fresco, quizás venido de los mismos picos gemelos que dan nombre a la serie. Su mezcla de misterio, surrealismo y una profunda exploración psicológica cautivó a millones de espectadores y la convirtió en una serie de culto, todo ello con una fuerza que todavía nos hace preguntarnos por los motivos de tal impacto. 

El argumento es ampliamente conocido: en un idílico pueblo de montaña del noroeste de Estados Unidos, el brutal asesinato de Laura Palmer, una joven muy querida en la localidad de Twin Peaks, desvela un abismo de secretos bajo su aparente e insulsa tranquilidad.

El agente especial Dale Cooper llega al poco tiempo para investigar, encontrándose con un entramado de personajes excéntricos, misterios sobrenaturales y oscuros simbolismos, mezclándose como nadie en dicha excentricidad. Hasta aquí parece un thriller en un apartado pueblo de montaña como a día de hoy los hay a miles. Y aún así tuvo una repercusión sin precedentes que llega hasta nuestros días. 

Una de las claves del fenómeno la podemos encontrar en su capacidad para expandir los límites del medio televisivo. En una época donde la televisión rara vez ofrecía espacio para la experimentación, Lynch y Frost llevaron el formato más allá de lo imaginado. Desde la icónica escena inicial del cadáver de Laura Palmer envuelto en plástico hasta la desconcertante Habitación Roja, Twin Peaks estableció un nuevo patrón de narrativa visual y emocional. David Lynch señala en una entrevista incluida en el libro Retorno a Twin Peaks (Errata Naturae): "no sabíamos exactamente qué hizo que Twin Peaks se convirtiera en Twin Peaks. Simplemente seguimos la intuición."

La serie también revolucionó la forma en que se concebía el suspense en pantalla. Más allá de la intriga central sobre quién mató a Laura Palmer, Twin Peaks jugó con los límites de la narrativa, sumergiendo a los espectadores en un mundo donde lo cotidiano y lo sobrenatural convivían sin fricciones. De gran ayuda fue en este aspecto la banda sonora de Angelo Badalamenti. Con sus hipnóticas melodías, aportó una atmósfera única que intensificaba cada escena. El resultado fue una experiencia inmersiva que desdibujó la línea entre el cine y la televisión.

Otro aspecto fundamental, la riqueza simbólica de sus personajes y escenarios, es también señalado en uno de los artículos recogidos en Retorno a Twin Peaks. En esta obra coordinada por Enric Ros y Raquel Crisóstomo, Michael Chion, en su texto "Bienvenidos a Lynchtown", clasifica a los habitantes de Twin Peaks en tres categorías: los fieles a un rol tradicional, los exóticos, que rompen las expectativas establecidas, y los míticos, cuya presencia adquiere una dimensión casi arquetípica.

Entre estos últimos destacan figuras como Killer Bob o la mujer del leño, personajes que encarnan las fuerzas del mal y del misterio que subyacen en la trama. Pero, como apunta Chion, "lo característico de Twin Peaks, no es que todo el mundo esté loco, sino que los cuerdos no encuentran excéntricos a los excéntricos".

La atención al detalle desempeñó un papel crucial. Desde los interminables bosques que rodean al pequeño pueblo hasta las cortinas rojas de la Habitación Roja, la naturaleza y los elementos visuales adquirieron un protagonismo nunca antes visto en la pequeña pantalla.

El escritor Aarón Rodríguez analiza en el libro anteriormente citado cómo conceptos como la belleza y la existencia se entrelazan con la óptica filosófica del agente Cooper, quien no solo busca resolver un asesinato, sino también entender el alma misma del lugar. La serie nos invita a adentrarnos en un universo donde cada elemento tiene un significado profundo.

Otro de los puntos destacables es el riesgo narrativo que Twin Peaks asumió. Lynch y Frost subvirtieron géneros establecidos como el noir y el melodrama, creando una narrativa que podía pasar de lo profundamente emotivo a lo absolutamente perturbador en cuestión de segundos. Nacho Vigalondo, en su ensayo sobre el montaje alternativo del piloto destinado a Europa, destaca cómo la introducción de la Habitación Roja en este episodio reafirmó que Lynch no se había adaptado a los límites del medio televisivo, sino que había encontrado en él un trampolín para su creatividad.

Como ya se ha dicho al principio, la influencia de Twin Peaks se extiende más allá de su tiempo. Series como Los Soprano o The Wire se empaparon de su modo de explorar temas complejos y narrativas corales. David Chase, creador de Los Soprano, reconoce que la obra de Lynch fue fundamental para abrir puertas a una televisión más ambiciosa y artística. Sin Twin Peaks, la llamada "edad dorada de la televisión" quizá nunca habría existido o, al menos, no habría sido tal y como la conocemos.

Pero lo que por encima de todo convierte a Twin Peaks en un fenómeno eterno es su capacidad para generar preguntas más que respuestas. Cada episodio está cargado de enigmas y significados abiertos, lo que obliga al espectador a interpretar y completar las piezas del rompecabezas. En un medio que solía ofrecer finales cerrados, esta apuesta por la ambigüedad y la exploración del subconsciente marcó un hito que todavía causa admiración.