
Un fotograma de 'La red fantasma'
'La red fantasma': el refugiado sirio que se convirtió en espía
El filme sigue a una organización clandestina de refugiados sirios que buscan a los dirigentes del régimen de Bashar al Asad escondidos en Europa.
Más información: 'Corazones rotos', un Romeo y Julieta de gánsteres desmedido que salva Adèle Exarchopoulos
Todo tirano tiene sus brazos ejecutores, hombres sin empatía que aprovechan el momento para dar rienda suelta a sus bajos instintos contra aquellos que presenten la menor oposición, psicópatas con carta blanca para utilizar la violencia más salvaje. Lo peor es que, cuando el sátrapa cae, no siempre es fácil que sus anónimos esbirros cumplan la condena que merecen, ya sea por una amnistía, la prescripción de los crímenes o porque a la comunidad internacional no le interesa remover ciertas aguas. O bien porque los verdugos, sabedores del daño causado, se dan a la fuga y se esconden bajo nuevas identidades en latitudes lejanas.
Pero para las víctimas no es fácil olvidar y muchos deciden tomarse la justicia por su mano, como nos han enseñado en muchas ocasiones el cine de venganza, ya sea por esta u otras vejaciones como el abuso sexual o el bullying. Ahí tenemos thrillers como La muerte y la doncella (Roman Polanski, 1994), Old Boy (Park Chan-wook, 2003) o Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020).
La red fantasma está lejos de estos estilizados ejemplos, apostando por una puesta en escena naturalista y por el rigor en su narrativa. El título de la primera ficción del reputado documentalista Jonathan Millet (París, 1985), que abrió la Semana de la Crítica de Cannes, se refiere a una organización clandestina de refugiados sirios que buscan a los dirigentes del régimen de Bashar al Asad escondidos en Europa para llevarlos ante la justicia.
En Alemania, siguen la pista de Hefez (Tawfeek Barhom), el brutal torturador de una cárcel de Alepo. Entre los miembros de la red fantasma está Hamid (Adam Bessa), un joven profesor de literatura que perdió en la guerra a su mujer y a su hija y que lleva en su mutilada espalda la prueba de la abyección de Hefez.
Millet apuesta por el género de espías en un filme que está en las antípodas de las sagas de James Bond o Jason Bourne. Nuestro protagonista es un inmigrante traumatizado, sin apenas recursos económicos, que, siguiendo su instinto, se desplaza a Estrasburgo, donde cree que podría estar escondido su torturador. De él, solo cuentan con una foto de baja calidad y un nombre falso, pero Hamid llegará a la conclusión de que su objetivo es un hombre que estudia química en la ciudad francesa.
El cineasta maneja la intriga y la tensión con inteligencia, sin recurrir a escenas de acción ni efectismo, apostando por un cine sensorial que nos sitúa en la piel del protagonista y en donde tiene gran importancia el diseño de sonido. Las víctimas de Hefez nunca le vieron, ya que durante su cautiverio iban encapuchados la mayor parte del tiempo, así que Hamid intentará reconocerlo a través de su olor o del sonido de su voz, acercándose cada vez más a él. Y, mientras se convence de que realmente está ante el criminal, siguiéndolo constantemente, las ansias de venganza irán desatándose.
Todo conduce a una secuencia magistralmente escrita e interpretada, donde el protagonista se verá obligado a compartir la mesa en un restaurante con Hafez, interpretado con una inquietante ambigüedad por Barhom.
La red fantasma
Dirección y guion: Jonathan Millet.
Intérpretes: Adam Bessa, Tawfeek Barhom, Julia Franz Richter, Hala Rajab, Pascal Cervo.
Año: 2024.
Estreno: 23 de febrero