El director Enrique buleo, en el centro, entre José Carabias y Consuelo Trujilo, en un momento del rodaje. Foto:  Txuca Pereiro

El director Enrique buleo, en el centro, entre José Carabias y Consuelo Trujilo, en un momento del rodaje. Foto: Txuca Pereiro

Cine

Enrique Buleo estrena 'Bodegón con fantasmas': “En mi pueblo hemos ‘mamao’ la 'ouija' desde pequeños”

El cineasta conquense estrena una tragicomedia en cinco episodios sobre los habitantes, vivos y muertos, de un rincón de La Manchuela, con ecos de Almodóvar y Cuerda.

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Si uno se acerca a la web personal de Enrique Buleo encontrará una biografía que es exactamente lo contrario al mundo idealizado de las redes sociales. Ilustrado con una foto del cineasta de pequeño disfrazado de Drácula, aparece un relato en tercera persona que funciona como una colección de fracasos en diversos ámbitos, con frases rotundas como las siguientes: “Después de varias maquetas musicales y varias exposiciones individuales de obra gráfica con nula repercusión” o, refiriéndose a su proyecto cinematográfico junto a Javier Barra bajo el seudónimo de Cortes Expósito, “realiza Yes, cortometraje que es seleccionado en un solo festival y que supone el principio y fin de su prometedora colaboración”.

Después la cosa remonta, con trabajos en corto como El infierno y tal (2018) y Las visitantes (2022) con los que viaja a los festivales de Gijón, Clermont-Ferrand o Cannes, pero esta franqueza nos da la medida del director de Bodegón con fantasmas, una de las cinco peliculas nominadas al Premio Feroz a la mejor comedia.

Intento ser muy honesto y huyo totalmente de la épica y de lo solemne”, explica a El Cultural. “No me gusta que la gente mitifique la vida. Estudié Bellas Artes y me dediqué muchos años a la pintura y a la música, estoy muy alejado del retrato que se suele hacer del director de vocación innata que vive por y para el cine”.

Bodegón con fantasmas nos lleva hasta un pueblo de La Mancha para contarnos cinco historias tragicómicas de sus habitantes, tanto los vivos como los muertos, en la que se mezcla el costumbrismo con el humor negro y donde encontramos ecos de Pedro Almodóvar, José Luis Cuerda, Aki Kaurismaki y Chema García Ibarra. “De esos cuatro cineasta, como espectador me interesan más Almodóvar y Kaurismaki que Cuerda o García Ibarra. Pero quizá mi cine se parece más al de estos últimos. Es que hay una distancia importante entre mi yo espectador y creador”.

Pregunta. ¿La comedia sí es una vocación para usted?

Respuesta. Digamos que es una manera de enfrentarme al mundo. En mi día a día, es importantísima, pero tampoco me interesa mucho como género, porque me gusta un tipo de humor muy concreto y, si no lo percibo, me cuesta conectar. Tiene que ser un poco sardónico, un poco macabro, un poco absurdo… No es lo que suele haber en el cine comercial. Pero el humor es vital para sobrevivir en un mundo tan hostil como el nuestro. Yo me suelo reír de todo, principalmente de lo más tremendo.

P. En Bodegón con fantasmas se percibe la idea de desdramatizar la muerte. ¿De dónde surge esta intención?

R. Nací en Villanueva de la Jara, el pueblo de Cuenca en el que hemos rodado la película. Allí creces naturalizando y desdramatizando la muerte. Recuerdo que había muy pocas actividades extraescolares, mecanografía, fútbol y poco más, pero una de las cosa que hacíamos tras las clases era la ouija, sin ningún tipo de parafernalia. Era algo más, lo habíamos ‘mamao’ desde pequeños. Había muchas personas en el pueblo, como mis padres, que ni siquiera eran creyentes, pero este tema de lo paranormal lo trataban con normalidad, como si fuera algo cotidiano. Así que la idea de la película era hacer un homenaje a esa atmósfera en la que crecí.

Una insatisfacción crónica

P. ¿Por qué ha optado para su ópera prima por hacer una película episódica?

R. Por un lado, algunos de los recuerdos más felices de mi infancia tienen que ver con las antologías de cuentos de misterios que me leía mi madre antes de dormir y con las películas episódicas de miedo que veía con mis hermanos. Por otro lado, creo que era la mejor manera de acercarme a ese ambiente y esas creencias con las que crecí en mi pueblo.

»Pero también hay motivaciones menos amables por las que me gusta lo episódico, como mi insatisfacción crónica. Con una antología de historias siempre tengo la esperanza de que alguna de las tramas va a llenar mis vacíos, que me voy a ver reflejado y me va a afectar personalmente.

P. ¿Siempre tuvo claro que iba a rodar en su pueblo?

R. Yo, de manera natural, lo escribo todo pensando que transcurre en mi pueblo, porque las vivencias que experimenté allí me han marcado. Por eso tenía sentido rodar allí. Pero no es un retrato del entorno rural, como se ha escrito en algunas críticas. A una película que transcurre en la ciudad no se la califica como un retrato de las ciudades. Creo que hay un ‘urbanocentrismo’, como si todo lo que ocurrie fuera de las grandes urbes no fuera normal y hubiera que subrayarlo, pero creo que la película aborda cuestiones universales. Todos tenemos un lugar desde el que vemos el mundo, que para mí es mi pueblo.

P. ¿De dónde surge el estilo visual de Bodegón con fantasmas?

R. Sobre todo de la fotografía y de la pintura, y de cada una he ido cogiendo cosas. Por ejemplo, me he apropiado de la impronta observacional de fotógrafos españoles como Ricardo Cases o Txema Salvans. Seguro que también me influyen algunos cineastas, pero no soy consciente de ello. Y, por supuesto, ese humor seco, macabro y absurdo de La Mancha.

Un momento de 'Bodegón con fantasmas'

Un momento de 'Bodegón con fantasmas'

P. Utiliza muchos planos frontales y estáticos. ¿Procede esto de su formación pictórica?

R. Era algo que tenía superclaro y que trabajé mucho con la directora de fotografía Gina Ferrer. La intención era desdramatizar las historias, porque las situaciones en las que se ven envueltos los personajes son bastante trágicas, pero a mí no me interesa meter el dedo en la llaga. Ese punto observacional, con la cámara estática, los planos abiertos y la iluminación frontal, te permite alejarte del drama.