
Doria Tiller en un fotograma de 'El profesor de esgrima'
Una mujer defiende a capa y espada la causa feminista en 'El profesor de esgrima', de Vincent Pérez
Hablamos con el actor suizo que firma como director un filme sobre un duelo en el siglo XIX: “Hoy es muy fácil destruir la reputación, el honor es nuestro reino interior”.
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Vincent Pérez (Lausana, Suiza, 1960) fue en su juventud galán de “capa y espada” en numerosas superproducciones históricas como La reina Margot (Patrice Chéreu, 1993), ¡En guardia! (Philippe de Broca, 1997) o Fanfan le tulipe (Gérard Krawcyk, 2003). Tanto batirse con el mosquete, el actor acabó desarrollando una pasión por la esgrima.
En El profesor de esgrima, Pérez firma su cuarto largometraje como director para contar una historia ambientada en París a finales del siglo XIX. Un tiempo en el que los duelos, con una tradición milenaria en Francia, eran ilegales pero en el país había “furor” y llegó a celebrarse uno todos los días. Los duelos solo podían dirimir cuestiones de honor, nunca de dinero, y en la película vemos su “gloria” pero también su perdición.
Por una parte, la idea del honor. Un concepto que Pérez hoy cree que está en entredicho porque, redes sociales mediante, nunca ha sido más fácil cargarse la reputación de una persona ni mayor la indefensión. Por la otra, la barbarie de la venganza.
El “profesor de esgrima” es Clément Lacaze (Roschdy Zem) metido en un brete. Debe entrenar a su propio sobrino (Noham Edje) para que combata con un coronel maduro (interpretado por el propio Pérez) mucho más preparado para el arte de la espada. Además, acepta como alumna a una mujer (Doria Tillier), aguerrida feminista, que quiere batirse en duelo con un hombre que ha ridiculizado a las mujeres. En un mundo muy machista, la propia idea de entrenar a una mujer causa un escándalo social.
Pregunta. ¿Por qué quería rodar una película sobre esgrima?
Respuesta. Siempre quise hacer una película sobre mi experiencia como espadachín. He hecho muchas como actor en las que me he batido con la espada y es también una afición personal. Siempre tenía el sentimiento de que el combate se situaba al lado de la historia y quería que estuviera en el centro. Hay una película como Los duelistas (Ridley Scott, 1977) donde sucede eso, pero es raro.
»El profesor de esgrima es casi una película deportiva, sobre el deporte del duelo. Quería expresar cómo lo he vivido yo en esa experiencia del combate y quería compartirlo. Luego me servía para profundizar en esos combates de finales del siglo XIX, cuando hubo un momento de furor de los duelos en Francia y se celebraba uno todos los días. En periódicos como Le Figaro o Le Petit Journal había “salas de armas” en las que los empleados practicaban esgrima en los descansos. Todo ese mundo me pareció muy fascinante y no sabía que existía.
P. La idea del honor cobra una gran importancia, ¿son personajes de mecha corta o hacen bien defendiéndolo?
R. Creo que la película trata temas muy actuales aunque está ambientada en el siglo XIX. Estamos en un momento en el que una persona famosa debe soportar de una manera rutinaria una gran violencia en redes sociales. Es terrible. No solo eso, también es posible destruir la reputación de cualquiera con un ejército de haters. Ante esos ataques, estás muy indefenso, te pueden destruir y nada puedes hacer para defenderte. Ya sé que es un tema muy delicado pero es el momento de reflexionar sobre qué es la libertad de expresión y sus límites.
»Hay un honor que tiene que ver con la reputación, pero también otro que es íntimo. En las películas vemos al final uno de esos “tribunales de honor” que regulaban los duelos y el juez dice que el honor es algo que todos llevamos en nosotros, un reino que nos pertenece y es bueno preservar. La estima de uno mismo es algo precioso y no hay que perderla. Creo que la película plantea en su esencia qué es el honor, que es aquello sagrado que no debemos permitir que nos arrebaten. No debería ser aceptable el insulto, las amenazas de muerte… De alguna manera tendrá que ser regulado.
P. ¿Había por tanto algo “civilizado” en esos duelos que hoy nos parecen una barbarie?
R. Un aspecto muy interesante de esos duelos es que era una cuestión extremadamente protocolaria, organizada. Los duelos solo se podían dar por una cuestión de honor, no de dinero. No tenían que ver con la venganza, porque eso se consideraba que era una espiral de violencia que no se toleraba. El honor era por tanto lo único que podía legitimarlos.
»Una cosa extraordinaria es que cuando el combate terminaba, todo quedaba arreglado, era el final del conflicto. En mi película al final se degrada porque se convierte en una cuestión de venganza y eso estaba prohibido. Por eso acaba saliendo ese tribunal de honor que llama a la calma. En ese último combate nos metemos en el terreno del absurdo, de la barbarie de los hombres.
"El orgullo tiene que ver con miedos interiores, una agresividad de la herida, y el honor con una forma de grandeza, de elevación"
P. ¿Dónde empieza el honor y dónde acaba el orgullo?
R. Creo que para una persona bien estructurada, su orgullo no será un problema para él. El orgullo tiene que ver con miedos interiores, una agresividad de la herida, y el honor con una forma de grandeza, de elevación. Si hablamos de la rabia y la venganza que surge del orgullo nos referimos a algo mucho más animal, sin nobleza.
P. La cuestión feminista cobra importancia en esa mujer que quiere batirse en duelo, ¿cuál es su papel?
R. Casi todos los personajes han existido. Haciendo la investigación para la película descubrimos que esa mujer que se batió en duelo por el “honor de las mujeres” existió. Fue una persona muy moderna en su época y la llamaban loca. Es una película sobre los hombres y esta mujer de alguna manera confronta a ese mundo cuando adopta sus códigos.
P. ¿Qué disfruta más, trabajando como actor o dirigiendo películas?
R. Sigo rodando mucho como actor. Acabo de hacer una película inglesa llamada Hot Milk con Fiona Shaw y Emma Mackey, y en Francia estreno este año L’avue de l’avenir que es la nueva película de Cédric Klápisch con Cécile de France. Me gusta mucho actuar pero también siento que tengo películas por hacer que están dentro de mí, son historias que llevo dentro y lo disfruto mucho. Ya estoy en la preproducción de mi próxima película y la realización y la escritura del guion forman una parte importante de mi vida. Me gusta crear y dirigir mis propios proyectos también es una forma de avanzar.