Ciencia

El test de inteligencia artificial de Turing

Enric Trillas Ruiz

1 mayo, 1999 02:00

A los investigadores españoles que darán cuenta de los avances decisivos de su especialidad, se suma hoy Enric Trillas Ruiz, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), y uno de los pioneros en el desarrollo en España de la Inteligencia Artificial y la lógica difusa. Trillas considera que es a partir del Test pergeñado por el matemático Alan Turing, cuando se produce el despegue de las investigaciones en esta nueva disciplina.

Cuándo una máquina puede ser considerada inteligente? Tal fue la pregunta clave que se formuló en un artículo publicado en 1950 el matemático británico Alan Turing. Y, lo que es más importante, en ese mismo lugar la respondió estableciendo una serie de requisitos prácticos.
En rigor, al científico le preocupaba únicamente encontrar un modo novedoso de resolver un problema de lógica pura. Sin embargo, "al definir en un plano conceptual una máquina pensante, Turing desencadenó un movimiento intelectual que desembocó en la aparición del ordenador y de la disciplina de la Inteligencia Artificial", afirma Enric Trillas.
El diseño del Test propuesto por Turing era sumamente sencillo, explica. "En tres salas aisladas se distribuyen dos personas y un ordenador, que se comunicarían entre sí sin verse, mediante mensajes escritos. El sujeto de la prueba ignora cuál de sus dos interlocutores es una máquina y cuál un ser humano. Si en el curso de la conversación el sujeto no acierta a identificar quién es quién, entonces la máquina debe ser considerada inteligente".
Turing no llevó a la práctica el experimento (se suicidaría poco después de la publicación de su artículo), sin embargo, la filosofía que animaba su test resultó enormemente fecunda; en especial con el impulso a la investigación informática brindado por la Segunda Guerra Mundial, "cuando se combinó con los progresos en máquinas electrónicas realizados por Von Neumann en Estados Unidos, en Alemania por Zuse y en Japón por Goto", comenta el catedrático de la UPM.

Un hallazgo fecundo
En el campo teórico, la intuición del matemático británico acabó de cuajar en 1956, cuando una reunión internacional de expertos bautizó al nuevo campo de investigaciones con el nombre de "Inteligencia Artificial".
A partir de entonces, los frutos prácticos del programa de investigación inspirado por el Test de Turing no tardaron en ver la luz. "Un ejemplo fue el ‘General Problem Solver’, un programa informático con el que sus creadores llegaron a demostrar de forma distinta y más simple algunos teoremas resueltos
anteriormente por Bertrand Russell", evoca el profesor español.
Unos pocos años más tarde, le siguieron los sistemas expertos, programas capaces de hacer lo mismo que el mejor especialista humano en un campo determinado.
Un ejemplar destacado de ese grupo es "Prospector", un programa de prospección minera que detectó un yacimiento de molibdeno en un sitio que los especialistas habían pasado por alto.
En esta dirección las innovaciones no han cesado. "En los años 80, el sistema experto Bacon demostró ser capaz de llegar por su cuenta a las conclusiones de grandes científicos. De esta manera redescubrió la tercera ley de Kepler, la ley de Ohm y la ley de Dalton", continúa Trillas.
Más fascinante todavía, en 1992 el sistema experto Golem supera esas marcas al descubrir una ley desconocida, relativa a la estructura secundaria de las proteínas.
Los sucesivos avances han obligado a modificar las premisas teóricas de las que partía Turing. "Su test ya no nos sirve de parámetro de la Inteligencia Artificial. Supone demasiada capacidad de simulación por parte de la máquina. Además, ya no aspiramos a crear un robot igual al ser humano, sino a diseñar dispositivos con aptitudes para encarar tareas más complejas, que impliquen creatividad y expresividad", explica el investigador.

Cuello de botella
No todo ha sido miel sobre hojuelas. "En la práctica, intentar dotar a las máquinas del lenguaje natural resultó un cuello de botella que ha atascado la innovación", añade Trillas.
"Similar dificultad presenta el objetivo de programar a los ordenadores para que lleven a cabo ta-
reas aparentemente sencillas como aparcar un coche o elaborar un resumen. El gran desafío pasa ahora por diseñar ordenadores con sentido común", especifica.
En Inteligencia Artificial actualmente se utilizan otras varas de medida de la destreza informática. Pero la caducidad del Test Turing no empaña ninguno de sus méritos, matiza
Trillas. "Los frutos de su genial intuición se encuentran por doquier, desde la propia arquitectura de los ordenadores hasta las innovaciones sutiles que nos facilitan la vida cotidiana, tales como los sistemas de freno ABS o el dispositivo inteligente de las cámaras fotográficas auto-focus", concluye.