Leonora Carrington

Leonora Carrington

Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Leonora Carrington, surrealista

29 diciembre, 2017 09:59

En octubre se publicaron Memorias de abajo (Alpha Decay), de Leonora Carrington (1917-2011), y Leonora Carrington. Una vida surrealista (Turner), de Joanna Moorhead, periodista y, además, nieta de una tía de la escritora y pintora surrealista inglesa, que vivió en México durante casi setenta años. La traducción del primer libro es de Francisco Torres Oliver, y Laura Vidal ha traducido el segundo.

En el Museo Picasso de Málaga todavía puede verse, hasta el 28 de enero, una selección de obras de Leonora dentro de una exposición titulada Somos plenamente libres. Las mujeres artistas y el surrealismo, que, comisariada por José Jiménez, muestra también piezas de otras diecisiete artistas surrealistas de varios países.

Ya se han publicado artículos y críticas sobre ambos libros, pero su lectura –ciertamente perturbadora– me ha llevado a hacer algunas (demasiadas) investigaciones por mi cuenta para tratar de comprender y saber algunos detalles y datos que no entendía o que no encontraba por ninguna parte. No toda mi curiosidad ha podido ser satisfecha, pero creo haber encontrado algunas informaciones interesantes.

En Memorias de abajo –que ya fue editado por Siruela, en 1992, con prólogo de Fernando Savater Carrington cuenta, como sabrán los lectores de estas líneas, su reclusión forzosa y su horrorosa estancia, en el año 1940, en una clínica psiquiátrica de Santander, donde fue ingresada por sus acaudalados padres tras dar síntomas graves de serios trastornos nerviosos en Madrid, adonde había llegado escapando de un pueblecito francés en el que vivía con Max Ernst, que acababa de ser detenido y confinado por los nazis.

Bien. Carrington fecha la escritura de su libro, de cinco capítulos y un epílogo, entre el lunes 23 y el viernes 27 de agosto de 1943, un año después, aproximadamente, de llegar a México. En la primera página de su libro, Leonora se dirige a un “usted” –“después de conocerle a usted”, escribe–, cuya identidad no queda aclarada ni hay modo de averiguar leyendo el texto. ¿Hizo una narración oral?, ¿dictó a alguien sus recuerdos y luego los escribió –o reescribió– ella misma? ¿Quién era ese “usted”, que se cuela una sola vez –creo recordar– en el escalofriante relato?

Al final del epílogo, aparece en esta edición –la única que he manejado– la siguiente nota: “Según fue contado a Marina Werner. Julio de 1987, Nueva York”. Como en ese epílogo Carrington llega a mencionar que su madre, por fin, la visitó en México en 1964 –su padre, jamás–, cuando nació Pablo –uno de los dos hijos, junto a Gaby, que tuvo con el fotógrafo húngaro Chiqui Weisz, su segundo marido–, cabe deducir sin problemas que dicho epílogo fue incorporado hacia 1989 por la escritora británica Marina Werner, que hizo amistad con Leonora y tradujo al inglés y editó algunos de sus textos, incluido Memorias de abajo (“Down Below”, en inglés).

¿Cuándo se publicó por vez primera Memorias de abajo? Curiosamente, este dato no es fácil de encontrar. Carrington escribió su libro en francés y, sin embargo, la primera edición fue una traducción al inglés editada en Nueva York en 1944. La primera edición en francés (En bas), a cargo de Jean Mengen, fue de 1945, y quizás Leonora puso a punto su libro precisamente para esta edición.

Tal vez algunos que conozcan de oídas la terrible experiencia de Leonora Carrington, a sus 22 años, en el psiquiátrico santanderino puedan pensar que la artista, sí, tenía una crisis nerviosa y que, desde luego, fue maltratada y todavía más trastornada en un espantoso manicomio.

Veamos. La estremecedora lectura de Memorias de abajo permite percibir que Leonora, en esos momentos, y a causa de la detención de Ernst y de su huida a España (principalmente), estaba totalmente ida, dicho sea en lenguaje coloquial. Explícita e implícitamente, eso se ve y se deduce con toda nitidez de lo que Carrington cuenta que hacía y le hacían en el psiquiátrico y, sobre todo, de lo que pensaba que ella misma era y de lo que eran cuantos le rodeaban. En términos de cultura general psiquiátrica, diríamos que Leonora llegó a Santander con un bestial brote psicótico, con delirios, alucinaciones y comportamientos paranoicos. Había visto en Madrid gente de madera, multitudes hipnotizadas, una conspiración universal…

El tremendo valor del libro es, por un lado, su minucioso testimonio –con detalles que parece mentira que pudiera recordar tres años después– y también, por otro, la posible integración o parcial disolución de los hechos concretos en una visión ficcionada, que sería la propia del temperamento surrealista de sus cuadros, sus cuentos y, en parte, de su propia personalidad. 

'Memorias de abajo', 1941

'Memorias de abajo', 1941

No es fácil saber cuánto tiempo estuvo Leonora –antes de poder salir/escapar a Madrid y, luego, a Lisboa y, gracias a Renato Leduc, su primer marido, a USA y México– en el psiquiátrico santanderino, que, cómo se describe en la biografía de Joanna Moorhead, era una clínica privada, carísima, que disponía de un palacete, jardines y praderas y que era frecuentada por pacientes pertenecientes a las clases altas y dirigentes. Otra cosa es que, en efecto, Carrington fuera, en distintos momentos, encerrada, abofeteada, aislada, atada a la cama, abandonada desnuda con sus heces, orines y vómitos, excitada sexualmente y fortísimamente medicada, especialmente con hasta tres inyecciones de Cardiazol, un medicamento que le aterrorizaba y le dejaba en estado de “shock”. Con él se pretendía, según investigadores y psiquiatras alemanes, generar unas convulsiones epilépticas tan violentas que anularan –limpiaran, expulsaran…– las fantasías esquizofrénicas de los pacientes. Carrington y Moorhead escriben, del Cardiazol, pero no mencionan su pretendida utilidad terapéutica, que fue discutida y recusada por diversos especialistas y autoridades sanitarias.

No se sabe de qué fue diagnosticada exactamente Leonora Carrington al ser ingresada en la clínica santanderina de los doctores Mariano Morales y Luis Morales, su hijo.

No lo sabía yo, al menos, pero, buscando y buscando, he encontrado un insólito artículo del doctor Luis Morales –creo que la misma persona que dio por ciertas las apariciones de la Virgen María en la localidad cántabra Garabandal en 1961–, publicado en “El País”, en abril de 1994, en el que el psiquiatra afirma que el diagnóstico de Leonora era “fácil”: “psicosis de Kleist”. A continuación, Luis Morales dice: “mas esta enfermedad podía ser sintomática, como protesta de su arte surrealista. La enferma se curó con sólo tres sesiones de meduna (choque convulsivo químico con Cardiazol)”.

No sé si habría que escribir “meduna” con mayúscula, pues es una alusión al psiquiatra húngaro Ladislas Meduna (1896-1964), propulsor de esa terapia. El caso es que el doctor Luis Morales, junto a lo demás, asegura que Leonora Carrington “se curó”, cosa que, en medio de todo, también parece reconocer la propia artista de forma más o menos velada en Memorias de abajo, que lleva un bonito y cariñoso prólogo de su amiga, escritora y Premio Cervantes Elena Poniatowska, quien ya escribió su vida novelada en Leonora (2011), editada por Seix Barral. El periodista y cineasta español Javier Martín Domínguez consiguió entrevistar a Carrington durante varias horas para su excelente documental El juego surrealista (2012).  

La “psicosis de Kleist” –mencionada por Luis Morales como el diagnóstico que Carrington recibió en su clínica santanderina– toma su nombre del psiquiatra alemán Karl Kleist (1879-1960), que fue quien, en los años 20, la definió y la calificó de “marginal” para distinguirla de la “ psicosis nuclear”.

Autora también de varios relatos como La trompeta acústica, La casa del miedo, El séptimo caballo y otros cuentos –todos ellos publicados o encontrables en España–, Leonora Carrington, amén de mil ecos en su vida y en el conjunto de su obra artística, dejó varios documentos concretos de su paso por la clínica santanderina: por supuesto, su libro Memorias de abajo; un mapa de las instalaciones de la finca dibujado por ella misma, un retrato de uno de los doctores Morales y el cuadro del mismo título que ilustra este artículo (y del que el libro de Moorhead, que tanto habló con Leonora, me ha dado la pista).

Está claro que me he pasado de rosca y también que me he despistado debido al impacto que me ha causado Memorias de abajo y al engañoso ocio navideño, que me han llevado, como dije al principio, a buscar y rebuscar para intentar reunir datos y explicaciones que echaba en falta. Por supuesto, he incluido en este texto también cosas sabidas y he excluido muchas otras que están en la biografía de Moorhead, en el libro de Leonora o que pueden encontrarse fácilmente.

En Memorias de abajo todo es impresionante y subrayable. Terminaré, esta vez sin comentarios, con un fragmento que pueda condensar lo que el libro tiene de testimonio y lo que puede tener de fantasía elaborada según el estilo surrealista de ver el mundo y de escribir. Por ejemplo: “Creía que estaba sometida a torturas purificadoras, a fin de poder alcanzar el Saber absoluto, momento a partir del cual podría vivir en Abajo. Ese pabellón era para mí la Tierra, el Mundo Real, el Paraíso, el Edén, Jerusalén. Don Luis y don Mariano eran Dios y Su Hijo. Pensaba que eran judíos; pensaba que yo, una celta y aria sajona, soportaba estos sufrimientos para vengar a los judíos por las persecuciones a las que estaban sometidos. Más tarde, alcanzada la plena lucidez, iría a Abajo en calidad de tercera persona de la Trinidad. Creía que, por acción del sol, era andrógina, la Luna, el Espíritu Santo, una gitana, una acróbata, Leonora Carrington, y mujer. También estaba destinada a ser, más adelante, Isabel de Inglaterra. Era yo quien revelaba religiones y llevaba sobre los hombros la libertad y los pecados de la tierra transformados en Saber, la unión del Hombre y la Mujer con Dios y el Cosmos, todos iguales entre sí…”

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