Image: Ricky Dávila, paradigma fotográfico

Image: Ricky Dávila, paradigma fotográfico

Exposiciones

Ricky Dávila, paradigma fotográfico

Manila

21 julio, 2005 02:00

Typhoon Gloria, Manila, julio 2002

Com.: A. Castellote. Sala Canal de Isabel II. Santa Engracia, 125. Madrid. Hasta el 25 de septiembre

Ricky Dávila nace en Bilbao en 1964. Tras estudiar biología, a los 24 años marcha a Nueva York para estudiar en el International Center of Photography, tras lo cuál trabaja como asistente de Mary Ellen Mark. En 1994 gana el segundo Premio de reportaje del World Press Photo, y en 1995 obtiene el primer premio PhotoPress y es reconocido como uno de los mejores reporteros jóvenes. De vuelta a España ha realizado numerosos reportajes fotográficos para diarios y revistas y fotografía publicitaria.

Tras visitar esta muestra a uno le da por pensar que es más que una magna exposición y un catálogo imponente (que ha merecido el premio PHotoEspaña al libro mejor editado del año). Manila destila una verdad que resulta familiar, conocida pese a la distancia, y se convierte en un viaje a cierto vínculo universal casi olvidado. En eso Ricky Dávila parece un fotógrafo del siglo XX, uno de aquellos exploradores del mundo, de sus conflictos y paradojas, que, al paso, fueron abriendo los cauces de la fotografía portátil, esa que acude allí donde no lo hacen el retrato ni el bodegón, esa que se hace con descargas de sospecha, con rayos de un ingenio que sólo puede venir del cauce artístico. Nos acerca a un lugar y nos permite conocer como nunca haremos si lo visitamos. Un lugar que, además, aparece como un reflejo del nuestro.

Manila, es la calle en que Dávila ha estudiado todas las posibilidades de la intuición llamada fotografía. Durante dos años ha pisado sus territorios, ha transitado sus fronteras y se ha enamorado de un caos de muchos millones de pobladores. Sobre todo no ha parado de disparar. La ciudad como probeta, como gran tubo transparente donde se ensayan las posibilidades de la vida y la muerte, Manila es una catarata y un paradigma de ese encabalgamiento entre pasado y futuro en que vive toda Asia oriental. Ante nuestros ojos desfilan el paraíso tropical de hace siglos, la globalización como último término de una colonización occidental cada vez más zafia (del cristianismo a la Coca-Cola), una mezcla étnica que no ha borrado los orígenes, la violencia, la miseria establecida, los ricos establecidos, los turistas, los buscadores de basura, peleas de gallos, boxeadores, milicias, bicicletas chinas, Islam, policías, salones de tiro, centros comerciales, prostíbulos, magias, trabajo precario, lluvia torrencial, caballos árabes, rascacielos. La Manila de Dávila es como esas mujeres de sus fotos mitad ninfas mitad modelos, un concurso de belleza donde cuentan por igual la sabiduría, la dureza, la inocencia y la crueldad.

La fotografía de Ricky Dávila, que en esta exposición revienta como una flor tropical en grises plateados, es ante todo testimonio de una humanidad desbordante. No hay juez ni moralista tras el objetivo. No hay sociólogo de estadísticas ni documentalista. Hay un diálogo fructífero entre el objetivo de la máquina (el filtro de la mirada) y una realidad que por momentos parece soñada. Con su viaje fotográfico a la capital filipina, Dávila se consagra como uno de los grandes fotógrafos españoles de calle, estilista y mundano, artista y autor pero también, recogedor de una Historia Universal mecida por mares en que el tiempo cronológico no es tan importante.