Image: Agustín de Llanos, el ojo que construye

Image: Agustín de Llanos, el ojo que construye

Exposiciones

Agustín de Llanos, el ojo que construye

De luces y sombras

14 julio, 2005 02:00

Vista parcial de la exposición. A la izquierda, Estancias, 2005. Al fondo, Interior hacia fuera IX, 2005

Max Estrella. Santo Tomé, 5 Madrid. Hasta el 30 de julio. De 600 a 18.000 euros

La permanencia de los conceptos plásticos formulados por las vanguardias, su vigencia o rechazo, ha sido y es uno de los principales focos del debate contemporáneo, emplazado, en las tres últimas décadas, en resoluciones alternativas cuando no contradictorias. La cuestión, por otra parte, ha involucrado no sólo a las ideas, sino también a los materiales y a las disciplinas. Se dice así, con cierta sorpresa divertida, que la pintura todavía interesa a los artistas jóvenes o que la escultura no sólo actúa por expansión, sino que puede ensayar aún la exploración de las formas.

Agustín de Llanos celebra su cuarta individual en Max Estrella, la primera fue en 1997 en la sede de Galileo, y en 2000 y 2003, respectivamente, en su actual espacio. La última, titulada Laberintos, fue considerada por mi compañero José Marín Medina como aquella en la que Llanos "alcanzaba su plenitud primera, dotada de un mundo propio y de un lenguaje personal de no fácil clasificación".

Luces y sombras, que es el título de ésta -y que apunta a una de las herramientas significantes fundamentales en su trabajo-, prolonga por el camino de la austeridad y la contención las intenciones, los patrones y los paradigmas establecidos en aquélla. Su territorio es el de la abstracción normativa (por más que residiese un breve tiempo en la gestual); su medio, una peculiar aplicación no narrativa (aunque no siempre ha desdeñado la figuración) del principio collage; y sus resultados, objetos que exhiben recatadamente su doble naturaleza, pictórica y escultórica. En su extremo original cronológico evoca el influjo de las esculturas (de papel) por ensamblaje, mediante las que Braque y Picasso dieron la vuelta al guante del cubismo; también las incursiones escultóricas sobre la pared de algunos de los grandes constructivistas, pienso en Tatlin y en Moholy Nagy, y artistas geométricos o que han hecho de la geometría su estructura conceptiva, así Ben Nicholson (citado por Marín-Medina) o, más próximo, Gerardo Rueda, cuyo uso del blanco remite a los blancos, quizás estos más pictóricos todavía, de Llanos. A la vista de la primera pieza en la entrada de la sala, Cuña, que continúa una numerosa serie ya colgada en la muestra anterior, no puedo dejar de pensar en la pieza homónima de Sergi Aguilar, las 30 falques de mármol, o algunas de las piezas primeras de Richard Serra, cuya voluntad volumétrica era perfectamente legible en una obra de Llanos, La torcida.

De aquella a hoy, además de una certificación de sus presupuestos buscada e instalada directamente en el espacio, como hace en la última de las salas de la galería, ha restringido y simplificado los elementos de su trabajo. Ya no hay acabados superficiales como los de Ryman, ahora casi toda confrontación de líneas o superficies queda delimitada únicamente por la suave zozobra entre la luz y la sombra sobre una epidermis neutra y preferentemente blanca (cuando comparece el color, negro, azul nocturno, etc., no puede evitar el pintor que asome el gesto, por mínimo que se manifieste, de serlo). Se ha cumplido un vaticinio que le hiciera Roberto Díez: "Existe una cierta pugna entre el trabajo topológico y una tímida ambición de color. Topología y color pugnan entre lo que se le va al ojo y lo que construyes". Ahora prevalece la topología.