Image: Tacita Dean

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Exposiciones

Tacita Dean

"Para mí es importante no saber demasiado. Trabajo como una diletante"

1 noviembre, 2013 01:00

Tacita Dean. Foto: E. Cobo

La suya es una (e)moción lenta, como el amarillear del tiempo o como el leve balanceo de una barca anclada en medio del océano. Tacita Dean, una de las artistas británicas más importantes, llega a la Fundación Marcelino Botín de Santander con 'De Mar en Mar', su mayor exposición en nuestro país. Odisea en el espacio interior.

Muchas de las obras de Tacita Dean (Canterbury, 1965) son reflejo de otras. Parecen Espejos sonoros, como titulaba una de sus instalaciones cinematográficas en 1999. Son historias encadenadas que se resisten a las despedidas, basadas en la curiosidad y el azar, y que narran grandes odiseas emocionales. Otras obras surgen de mirar a otros: Mario Merz, Merce Cunningham, Morandi, Chris Marker, Marcel Broodthaers, Michael Hamburger... Tacita parece acumular emes del mismo modo en que colecciona tréboles, postales y piedras esféricas. M de magia, de minuciosidad, de 16 mm. M de mar.

Curiosamente, en la época de los fenicios la eme era una letra que significaba agua, de ahí su grafía ondulada, como una pequeñísima ola marina. Por ellas siente fascinación la artista desde la infancia, y sobre el poder sublime y amenazador del mar giran muchas de sus obras, directa o indirectamente. Las vemos ahora en la exposición que acaba de inaugurar en la Fundación Marcelino Botín, comisariada por Vicente Todolí. Repasa catorce años de trabajo, una larga travesía De Mar en Mar, dice el título. Tacita vuelve a Santander tras dirigir en verano un taller para 15 artistas en Villa Iris, y buscar con ellos tesoros en el rastro, en las cuevas de Covalanes o en el buque escuela Juan Sebastián Elcano que atracó en la ciudad en julio.

La obra más antigua de la exposición es de 1994, Girl Stowaway, la historia de otro barco donde casualmente desembarcan dos mujeres polizonas en varios periodos de tiempo. Habla de territorios inexplorados, de casualidades. La obra más reciente es de 2008, Amadeus, también una hazaña naval: "Es la última obra sobre el mar, que trata sobre el regreso a casa: cruzar el mar para llegar a tu hogar, de Francia a Inglaterra. Fue un encargo para la Folkestone Triennial. Yo nací cerca de allí donde sigue estando nuestra casa familiar. Para mí se trataba de un proyecto complejo debido a la proximidad con todo aquello que me resultaba tan familiar en mi niñez. Al final emprendí un incómodo y simbólico viaje de regreso a través del Canal de la Mancha. El mar desempeñaba un papel esencial en mi obra, aunque ahora que vivo en Berlín he cambiado el mar por los árboles. Si alguna vez vuelvo a trabajar sobre el tema del mar será fuera de este período actual. Esta exposición representa una manera de sellar una etapa de interés por el mar, algo así como colocar un barco en el interior de una botella", explica.

Mensaje en una botella

Alguna vemos en la exposición, aunque la mayor parte de las que también colecciona la artista se han colado en su último libro, sobre el que estos días trabaja. De cómo meter un barco en una botella también iba otra de sus películas de 1995. Un año después grabó Disappearance at Sea, un filme a sobre la desaparición de Donald Crowhurst, que competía por ser el primero en dar la vuelta al mundo. De 1997 son sus Storyboards, dibujos sobre pizarra llenos de oleajes y, de 1999, Teignmouth Electron, que vuelve al desenlace de la fatídica historia de Crowhurst a través de su trimarán encontrado en una isla del Caribe. Allí, casualmente, Tacita encontró un edificio futurista llamado "la casa burbuja", que será la protagonista de su conocida Bubble House...

-¿En qué ha cambiado su trabajo en este tiempo?
-Inevitablemente ha evolucionado, aunque tal vez sería más adecuado decir en qué no ha cambiado. Sigo trabajando de forma secuencial, y nunca, o al menos no con demasiada frecuencia, de forma individual. Me siguen atrayendo el silencio y el extenso vocabulario en torno a él. En mis dibujos sigo utilizando las palabras de un modo pictórico y los borrones. Y sigo escribiendo.

-Escribir es otra travesía que viene de lejos...
-Siempre he escrito. Al principio, incluía voces en off en mis películas y después me dediqué a escribir para otras cosas. Escribo mientras trabajo, en un estado de desconocimiento. Descubro cuando escribo y, en cierto modo, escribo para descubrir. Pero soy una escritora no intelectual. Prefiero dejarme guiar por la intuición y la pasión por el lenguaje.

-Y la investigación, ¿qué rol tiene? Sus viajes con la cámara tienen mucho de expedición...
-Investigo las ideas cuando me viene algo a la cabeza, pero siempre como una diletante. Para mí es importante no saber demasiado. Me gusta tener cierto grado de desconocimiento. Las ideas proceden de cualquier parte y de todas partes a la vez: una palabra, una conversación, una idea desechada, y así sucesivamente...


Teignmouth Electron, 1999

-Algo siempre efímero. Una constante en todos sus dibujos, fotografías, películas... ¿Qué le atrae de ello?
-No puedo precisar el origen de esa atracción, pero es cierto que me atraen las cosas que desaparecen, aunque a veces no sea consciente de que vayan a desaparecer. Es evidente que si trabajo con un hombre que rebasa los 80 años, inevitablemente morirá. La vida humana es finita. Siempre me produce una gran alegría saber que he captado algo de ellos antes de que se hayan ido. Sí, la tiza de mis pizarras se puede borrar, pero también es cierto que así es como se hacen los dibujos: dibujando y borrando y volviendo a dibujar. Es su naturaleza.

Precisamente, sobre el acto de dibujar iba El garabato del fraile, el filme de 16 mm que Tacita Dean hizo para el Monasterio de Santo Domingo de Silos en 2009. Conecta con Still Life, que reúne las marcas inscritas en hojas de papel que Morandi dejó bajo sus objetos y que le sirvieron para componer sus cuadros de un modo matemático. Ese "azar objetivo", que dirían los surrealistas, le acompaña desde su participación en la exposición Mise en Scène, en 1994, en el ICA de Londres. Fue el inicio de todo lo demás.

Defendiendo los glaciares

Tenía entonces 29 años y empezaba a notar los primeros signos del éxito y de una artritis reumatoide diagnosticada dos años antes. Hoy, con 47, camina con una considerable cojera. Como otro espejo sonoro aparecen sus Fatigues, también dibujos con tizas sobre grandes pizarras que hizo en 2012 para Documenta 13. Retratan el deshielo de los glaciares del río Kabul, algo bienvenido y temido al mismo tiempo. Algo inevitable...

-¿Está hablando subliminalmente de la muerte? ¿La teme?
-Sí, me da miedo la muerte. De hecho, tengo un amigo que ahora mismo se está muriendo y pienso en él constantemente, observando cómo caen las mismas hojas otoñales y contemplando el mismo cielo grisáceo de Charlottenburg. Se ve forzado a dejar de vivir demasiado pronto, consciente de que no tendrá ninguna perspectiva acerca de este momento, yaciendo ahí, enfrentándose al abismo o a la nada. Desde un punto de vista existencial, es espantoso, y no puedo creer que haya alguien que no tema a la muerte. Esta es la razón por la que considero que el suicidio es algo sumamente complejo y valeroso dentro de su supuesta cobardía, y la razón por la que me he dado cuenta de que, afortunadamente, nunca he estado cerca de ese estado, por lo que es algo que me resulta incomprensible.


Fatigues, 2012

-Tiempo que se agota antes de tiempo. De eso escribía Ballard en Las voces del tiempo y sobre él gira su nueva película, JG (2013), que acaba de mostrar en la Frith Street Gallery de Londres y que también puede verse en Santander. ¿Qué le interesa de la idea de tiempo?
-Trabajo con un medio que está ligado al tiempo. El cine es tiempo: ‘literalmente ve el tiempo', diría Ballard, aunque en ese caso él se refería a un fósil. Este es uno de mis principales argumentos acerca de las diferencias fundamentales entre el cine tradicional y los medios digitales, porque la disciplina interna del primero es el tiempo, ya que los rodillos de película se acaban. Cuando haces una película, siempre debes tomar en consideración el tiempo editado. Hay algo profundo en el hecho de que en el cine convencional el tiempo sea una ilusión, mientras que en entorno digital puede llegar a ser verdaderamente real. Hay algo banal y monótono en esto.

-JB es otra historia llena de casualidades. Parte de la correspondencia con el escritor sobre la icónica espiral de Smithson.
-Durante mucho tiempo estuve pensando en la idea de conectar ambas obras. Smithson tenía un ejemplar de Las voces del tiempo cuando estaba trabajando en la Spiral Jetty, y Ballard, a su vez, estaba muy interesado en Smithson. Escribió un texto en el que imaginaba que lo que se había cargado en el muelle era un reloj que daría a Utah el don del tiempo. Ambos estaban interesados en el tiempo y en los viajes a través de él: Smithson en el tiempo prehistórico y Ballard en el tiempo cósmico y, de algún modo, ambos tiempos colisionan o se encuentran en los lagos salados de Utah y California.

-No es la primera obra sobre Smithson. De 1997 es Intentando encontrar la Spiral Jetty. ¿Qué le interesa de él?
-Si en 1997 fui en busca de al Spiral Jetty no se debió a que fuera una admiradora incondicional de Smithson. Fui hasta allí porque estaba en Utah, en el Sundance Screenwriting Lab, y alguien me había comentado en Nueva York que el muelle se había elevando. Todo estudiante de arte sabe de qué trata la Spiral Jetty. Yo fui a verla en una época en que era una verdadera odisea llegar hasta ese lugar un tanto olvidado. Ahora el camino está señalizado. Fue ese viaje el que me condujo hasta Ballard y hasta Smithson. Fue el lugar.

-Como ya hiciera en Film, su instalación para la Sala de las Turbinas de la Tate Modern de Londres en 2011, también ahora ha creado una nueva técnica. ¿En qué consiste?
-Sí, para Film desarrollé la técnica de enmascaramiento de la ventanilla de impresión, que me permite filmar distintas partes del fotograma negativo como si estuviera esparciéndolo a través de una exposición múltiple. En el caso de JG me ha permitido mezclar el tiempo y el lugar en la misma imagen, un don para esta película.


Amadeus, 2008

-Aunque el verdadero don de sus obras está en lo que son capaces de crear en la imaginación del espectador: pensamientos, fantasías, creencias... Son casi hipnóticas.
-Una obra de arte sólo puede existir en la relación que se establece entre ella y el espectador. Puede que los espectadores ni siquiera sepan adónde puede llevarles. Lo que desencadena el recuerdo suele estar más relacionado con un ambiente que con algo didáctico. En mis obras utilizo el sonido de un modo muy concreto para provocar un ambiente: una hora del día, un clima o una estación. Aprendí muy pronto sobre del poder del sonido. Construyo mis bandas sonoras del mismo modo en que construyo mis imágenes, pero habré fracasado como artista si alguien piensa que no se corresponden por completo con ese momento: esa hora, ese lugar. Algo que guarda relación con la ilusión del tiempo de la que hablábamos antes.

Mar muerto

A Tacita Dean le gusta coquetear con el anacronismo, con cosas que alguna vez fueron futuristas pero que hoy están obsoletas. Todo lo que le entusiasma ha dejado de funcionar en su propio tiempo. Su primera cámara fue la Standard 8 de su padre, luego una Super 8, y cuando estudiaba en la Falmouth School of Art de Cornualles descubrió la película de 16 mm de la que ya no se ha despegado.

Hace dos años publicó un artículo en The Guardian que hablaba sobre el declive del cine. Hoy sigue gritando: "Cuando empecé a trabajar con el medio cinematográfico no corría el peligro al que está sometido ahora, por lo que la atracción por lo obsoleto llegó de improviso. Hoy está en peligro de muerte. Permitir la desaparición del cine sería un grave error cultural para el mundo. El debate no ha sido el apropiado. Ha sido considerado, por una parte de una industria que desde un punto de vista financiero, no artístico, está interesada en hacerlo desaparecer, como un determinismo tecnológico en el que sólo un medio puede sobrevivir. Estoy trabajando a conciencia con otras personas para cambiar este argumento, realizando obras que sólo se pueden hacer cinematográficamente e inventando nuevas maneras de hacerlas, pero también realizando campañas, escribiendo y hablando. Afortunadamente no estoy sola, pero nos vemos obligados a competir con imperativos del mercado y con una industria que se niega a ver que el medio cinematográfico convencional y el digital son distintos y que para la realización de sus películas podría conservar ambos medios en lugar de regresar de nuevo a un medio único. También estoy trabajando en la página web savefilm.org para obtener el apoyo público y para que la UNESCO lo declare Patrimonio de la Humanidad.

-Si no pudiera trabajar con celuloide, ¿sería el fin de su carrera como artista?
-No sería el fin, pero significaría el final de contemplar mi obra en exposiciones como ésta.

-A ver si hay suerte... aunque no dudo que la tendrá viendo su gran colección de tréboles. ¿Cuántos tiene ya?
-Tengo varios centenares de cuatro hojas y de cinco, algunos de seis, siete y uno de nueve. Me gustaría encontrar uno de ocho hojas. Hace poco encontré en el suelo, junto a mi asiento en el aeropuerto de Sidney, uno prensado de cuatro hojas. Me parece increíble encontrarlo donde no crece nada...

M de milagro.