Arte

Pello Irazu. La lógica del límite

Todas las cosas-pasión elemental-frutos extraños

30 noviembre, 2006 01:00

Sombra, 2005, y Sin título, 2005

Galería Colón XVI. Henao, 10. Bilbao. Hasta el 8 de enero. De 1.300 a 24.500 e.

La única manera de que el espacio sea perceptible es a través de sus límites. Sólo haciendo surgir un obstáculo, algo que impida a la vista ir más allá, o que se instituya en marca de referencia, la idea de espacio aparece.

A partir de esa idea, Eugenio Trías elabora su Lógica del límite y analiza lo que él denomina las artes apofánticas, aquéllas que hacen aparecer el espacio: arquitectura y música. Pello Irazu (San Sebastián, 1963), en cambio, utiliza el mismo principio para construir la obra de su última exposición. Empezando por recrear el espacio mismo de la sala por un procedimiento que, de puro simple, debe hacernos pensar sobre un concepto tan abstracto y a la vez tan concreto (en la zona de la galería, el metro cuadrado se cotiza a unos 5.000 euros). Al pintar parte de los muros de la galería con colores brillantes, dejando el resto en el blanco original, hace aparecer una serie de relaciones nuevas, un más allá del lugar donde se sitúa su obra que, en realidad, está sólo en los ojos que lo contemplan.

Ese es el tablero del juego. A partir de ahí, Irazu desarrolla una lógica constructivista plasmada en todo tipo de soportes y objetos que se relacionan entre sí y, a la vez, con los límites marcados de la sala. Las piezas utilizan siempre eso que habitualmente denominamos técnica mixta. Son fundamentalmente una cosa: fotografía, pintura, escultura, pero, en realidad, consisten en intervenciones sobre esa cosa. Una superficie plana sobre una fotografía o sobre una simple hoja de papel de periódico crea inmediatamente una relación de volumen, un delante y un detrás y una reorganización de la visibilidad: el color plano aplicado rompe con la coherencia del espacio de la representación (la foto o el anuncio del periódico), crea una forma geométrica que se sitúa más acá, en relación al observador y, al mismo tiempo, le impide ver una parte de lo que antes era visible. Repartidas por la sala, pequeñas construcciones de volúmenes geométricos situadas a una altura parecida a la que utilizó Malevich para exponer por primera vez su famoso Cuadrángulo negro, rompen el plano del muro y crean nuevos diálogos.

Pero quizá la obra más interesante de la exposición sean el par de sillas que el visitante puede encontrar dejadas en un rincón, nada más entrar en la sala. La pared de ese rincón ha sido pintada de un color entre marrón y morado, mientras las sillas, metálicas, aparecen recubiertas de una capa de gris pavonado. Sobre cada una de ellas hay depositada una forma tridimensional, geométrica, que plantea ya la primera duda: los límites de la obra. Evidentemente, la silla forma parte de la obra, pero ¿seguro? ¿Es obra, es soporte, o la verdadera obra es la relación entre escultura (volumen creado por el artista) y objeto?. Piense y decida.