Image: Sorolla, la aventura americana

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Exposiciones

Sorolla, la aventura americana

Sorolla y Estados Unidos. Fundación Mapfre. Paseo de Recoletos, 23. Madrid. Hasta el 11 de enero.

24 septiembre, 2014 02:00

Baile en el café novedades de Sevilla, 1914

El público no se cansa de ver sorollas, mientras las telas del impresionista español baten récords en las subastas internacionales. Ni siquiera la magna exposición hace cinco años en el Museo del Prado, reconociéndole como el gran maestro del siglo XIX y digno sucesor de Velázquez y Goya, la más vista en nuestra pinacoteca con casi medio millón de visitantes, logró saciar el interés popular por "el pintor del sol". Al contrario, desde entonces sus exposiciones se han multiplicado, ofreciendo diversas perspectivas, en itinerancias que a menudo se solapan en nuestro país.

En esta gran operación de recuperación ejemplar, que es única en el panorama internacional para un pintor del XIX, no deja de subyacer ahora cierta identificación ideológica del éxito del valenciano con lo que se ha querido denominar "marca España". Pero, sin duda, este fenómeno sin par se convertirá en un caso de estudio, en el que habrá que explicar la sintonía entre investigadores y gestores sobre una cierta manera de entender la Modernidad en la historia de la pintura junto a la feliz alianza de instituciones y fundaciones, comenzando por el revitalizado Museo Sorolla en Madrid, el quinto más visitado en nuestro país, junto a la Hispanic Society de Nueva York, que hasta la reciente muerte de los herederos de su fundador tenía prohibido el préstamo de su rico legado, y el respaldo de fundaciones como Bancaja y Mapfre, que han aportado fondos y tenacidad estratégica para auspiciar recuperaciones materiales y nuevas perspectivas en su muy prolífica y excelente producción.

A todos estos esfuerzos, habría que sumar también las aportaciones del Museo Thyssen -recordemos la exposición Sargent y Sorolla, con la que Tomás Llorens ya en 2006 subrayaba su perfil cosmopolita como pintor de la vida moderna-;el apoyo de la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes, que ha itinerado los jardines de Sorolla por media geografía española; de AC/E, en el extranjero; y cómo no, a los museos de la Comunidad valenciana.

Es una oportunidad para volver a ver alguna de las principales telas prestadas para la exposición del Prado

En los últimos años, hemos ido recorriendo desde el Sorolla costumbrista, al cosmopolita y al íntimo. Se han restaurado cuadros y bocetos -muy pronto llegará la exposición de los recientemente recuperados para la biblioteca de la Hispanic Society en la sede valenciana de Bancaixa-, y para 2016 se anuncian sinergias con instituciones francesas y alemanas para mostrar al Sorolla más europeo, formado en Roma y después, triunfante y asiduo en París, capital entonces de la escena artística. En suma, una intensa revisión crítica que va fijando el catálogo razonado capítulo por capítulo del pintor.

En el cénit de esta "eclosión Sorolla", cuyo inicio bien puede marcarse en la exposición que la Fundación Mapfre le dedicara hace casi veinte años, llega ahora procedente del Meadows Museum de Dallas y del Museo de San Diego la visión completa de lo que supuso en la trayectoria del pintor sus experiencias en Estados Unidos. Comisariada por Blanca Pons-Sorolla, el centenar largo de obras reúne gran parte de lo que fue adquirido en Estados Unidos a raíz de sus exposiciones en 1909 y en 1911, algunos de los retratos que realizó a personalidades políticas, empresarios y amigos en aquellas prolongadas estancias; y papeles, gouaches y dibujos, que Sorolla realizó para sí y para mostrar a la vuelta a sus hijos, vistas tomadas desde la habitación de su hotel y en cafés neoyorquinos, que evidencian su brillante capacidad como ilustrador gráfico, pertenecientes al Museo Sorolla pero que nunca antes habían sido mostrados. La exposición es una oportunidad para volver a ver algunas de las principales telas prestadas para la exposición del Prado, a las que se suman muchas más de museos y coleccionistas privados estadounidenses, nunca antes vistas en España.

Bajo el toldo. Zarauz., 1910, que llega del museo de San Luis

El relato se inicia recordando al Sorolla costumbrista y realista que ya había triunfado en París y Londres, para pasar directamente a destacar la importancia que tuvo su mecenas Archer Huntington, fundador de la Hispanic Society de Nueva York, quien organizó en 1909 su primera exposición en Estados Unidos, donde se exhibieron 356 obras, que recibió 160.000 visitantes en un mes y de la que se vendieron 20.000 catálogos, antes de que itinerara a Bufalo y Boston. Entonces, Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) tenía 46 años y estaba en la plenitud de su carrera. Impartió conferencias, vendió los retratos familiares que había llevado como reclamo para los numerosos encargos que, de hecho, recibió. En Washington, llegó a retratar al presidente de Estados Unidos, William Howard Taft, como ya antes había retratado en España a la reina Victoria Eugenia y al rey Alfonso XIII. Su éxito, también cifrado en una suma millonaria en ventas -que contribuiría a la construcción de su casa-museo en Madrid-, alentó las exposiciones que se celebrarían dos años más tarde en The Art Institute of Chicago y en el City Art Museum de San Luis, además del encargo de la biblioteca de la Hispanic Society, en el que se empeñaría casi una década y cuyo desgaste anímico y físico le precipitaría a su fin.

Sin embargo, Huntington no fue su único mecenas. El retrato del magnate Thomas F. Ryan da lugar a un interesante excursus sobre la influencia de Sorolla en la construcción de la identidad mediterránea de California y su joven tradición pictórica. En la exposición, es muy interesante la galería de estudios preparatorios para La partida de Colón, donde comprobamos la rapidez y amplitud con que trabajaba el pintor. Y son inolvidables, por sus pinceladas libres, los cuadros inspirados en Andalucía, ahora propiedad de la Fundación Getty.La últimas ala cierra con escenas de playa, como no podía ser menos … Por tanto, otra vez mucho y nuevo del gran Sorolla en plenitud, para disfrutar hasta quedar cegados, entre sus manchas y su luz.

DIARIO DE VIAJE

1909. Acompañado de su esposa y sus hijos, el 24 de enero se embarca en el transatlántico La Lorraine rumbo a Nueva York. El 4 de febrero se inaugura su exposición Joaquin Sorolla y la Bastida at The Hispanic Society of America en las salas de esta institución fundada por Archer M. Huntington. El artista y el mecenas establecieron una fecunda relación que ayudó mucho a la promoción del pintor en Estados Unidos y el coleccionista compró también algunas de las mejores obras de su producción.

1910. Fue ese año cuando Huntington le propuso a Sorolla la decoración en la sala de la Biblioteca del nuevo edificio de la Sociedad levantado en 1908, y que sería el epicentro de la actividad de la institución. Aunque Huntington pensaba que debía estar adornada con los episodios más importantes de la Historia de España y Portugal, Sorolla le convenció para realizar un monumental friso con paisajes de España, que incluyera a los tipos característicos de cada región.

1911. El artista dedicó a ese trabajo sus esfuerzos casi ininterrumpidamente a partir de entonces, coincidiendo con su segundo viaje a Nueva York. Allí presenta algunas de sus últimas obras. El 14 de febrero se inaugura en el Art Institute de Chicago la exposición Paintings by Joaquín Sorolla y Bastida, Under the Management of The Hispanic Society of America. En su estudio neoyorquino, en Long Island, Sorolla pinta retratos como el de Louis Comfort Tiffany, como vemos en la exposición, y paisajes de la ciudad.

1912. Hace numerosos estudios de composición e instalación de los paneles que cubrirán las paredes de la biblioteca de la Hispanic Society. Decide viajar por España para retratar del natural los distintos tipos que habría de utilizar luego en los cuadros definitivos para esta decoración, pintándolos a tamaño real. El 9 de junio es nombrado por presidente de la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid.

1915. Entre el 7 de enero y el 7 de febrero se exhibe el óleo Las dos hermanas en el Minneapolis Institute of Arts,Minnesota. En compañía de su hijo y buscando el asunto de su siguiente panel, el 19 de mayo emprende viaje a Valencia y luego a Barcelona, donde conoce a Antonio Gaudí, con quien visita las obras de la Sagrada Familia. Este año comparte también tiempo y pintura con Santiago Rusiñol.

1919. Finaliza su decoración para la Hispanic Society, dejando en estas monumentales pinturas una visión del país acorde con la de Huntington y otros hispanistas anglosajones que, frente al proceso de industrialización que había dado comienzo ya en España, mantenían una visión neorromántica, atenta a las costumbres del pasado. Un año más tarde, su enfermedad le impide pintar, y en 1923 fallece en Madrid.