Image: Iñaki Bonillas, la foto y su fantasma

Image: Iñaki Bonillas, la foto y su fantasma

Exposiciones

Iñaki Bonillas, la foto y su fantasma

Arxiu J. R. Plaza. 2003-2012

6 abril, 2012 02:00

Cibacromos, 2011 (detalle)

La Virreina. La Rambla, 99. Barcelona. Hasta el 6 de mayo.

Desde sus orígenes, la fotografía -la fotografía analógica- se ha asociado a la realidad. Aquello que constituyó su especificidad como medio fue su valor probatorio, su carácter testimonial... Y así, uno de los primeros usos que tuvo la imagen fotográfica fue policial, por su capacidad para la identificación de personas y la demostración de delitos. Las reflexiones ontológicas que se han hecho sobre el medio han subrayado siempre esta adherencia inevitable a lo real. La esencia de la imagen fotográfica es que no es "representación", sino "huella", registro de aquello que está delante de la cámara. Y, sin embargo, los usos fotográficos han discurrido también por otros senderos. Al mismo tiempo que se reivindicaba su carácter objetivo, se hacía innegable su dimensión ficcional: la imagen fotográfica era capaz de recrear un doble idéntico del mundo, pero también de lo contrario, de inventarlo y transformarlo en ficción. Quien inventa la fotografía, inventa también el truco, lo falso que se hace pasar por real.

Todavía más. Hay otra tradición que piensa la fotografía como magia, como aquello capaz de revelar lo oculto: desde la fotografía de espíritus empeñada en fijar entidades espirituales hasta su empleo radiográfico que nos desvela mundos invisibles. Los surrealistas, por su parte, hablaron de un "inconsciente óptico", esto es, de un lado encubierto de la realidad que de repente se nos hace visible desde otro ángulo. Éste es el mundo de Iñaki Bonillas, una exploración del inconsciente de la fotografía, del fantasma que habita en ella. Cada serie del artista implica una reflexión en torno a ese "algo" que está en la fotografía, aquello que la cámara capta de forma "automática" e "inconsciente" y que va depositando un poso de capas en las imágenes.

Según explica el mismo Bonillas, el punto de partida de su trabajo consiste básicamente en una cuantiosa colección de fotografías y diapositivas heredada de su abuelo materno y que el artista utiliza como material para sus intervenciones. La naturaleza de esta colección que el autor denomina Archivo J.R. Plaza es muy variada, pero, grosso modo, gira en torno a la fotografía de familia y el autorretrato. Uno sospecha que este archivo es una invención del propio Bonillas para justificar su trabajo. Pero es mejor obviar esta cuestión. De ser así, si el archivo del abuelo no existiera y resultara una suerte de ficción a lo Borges, habría que interpretar su obra en otro sentido. Y es que la fotografía de familia está impregnada de una memoria que le añade un grosor muy particular: los lazos afectivos, la propia identidad, la genealogía, la reconstrucción del pasado... Son algunos aspectos de ese lado fantasmático que la imagen fotográfica esconde, más que muestra.

En la fotografía, la evidencia de lo real hace pasar desapercibido lo construido, aquello que se añade o que se acaba proyectando en la imagen. Bonillas provoca paradojas que revelan y escenifican esta construcción artificial de la imagen fotográfica. Se podría explicar que su labor representa una toma de conciencia de las convenciones del lenguaje fotográfico, pero decirlo así es insuficiente. Él "revela" el alma de la imagen fotográfica, la dimensión fantasmática que habita tras su apariencia material.

Procedente de una familia vasca exiliada durante la guerra civil española, Iñaki Bonillas (Ciudad de México, 1981) trabaja la escultura, la instalación y la fotografía. Su actividad en este último ámbito no es tanto como fotógrafo sino como teórico sobre el medio. Una de las constantes de Bonillas es la problemática del archivo que hemos podido ver en España en su galería ProjecteSD de Barcelona y en las colectivas Entre tiempos (PHotoEspaña 2010, Madrid) y Modelos para amar (MUSAC de León, 2010).