Image: Íñigo Manglano-Ovalle, inquietantemente blanco

Image: Íñigo Manglano-Ovalle, inquietantemente blanco

Exposiciones

Íñigo Manglano-Ovalle, inquietantemente blanco

White on White

22 enero, 2010 01:00

Dirty Bomb, 2008

Galería Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Hasta el 20 de febrero. De 3.500 a 130.000 E.


íñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961) es uno de los habituales en el circuito artístico español. Esta es su tercera individual en la galería, todavía reverberan los ecos de su instalación en el Matadero y es fácil toparse con sus trabajos en ferias de arte y grandes exposiciones colectivas. Y, sin embargo, creo que pocos le situaríamos en la órbita del mainstream, habida cuenta del carácter singular y excéntrico de su quehacer, a medio camino entre su interés por el periodo moderno a través de algunas de su principales figuras, la investigación de carácter científico amparada en las posibilidades tecnológicas y el drama geopolítico que se cierne sobre las sociedades de las últimas décadas.

La bomba sobre Nagasaki
Se exhiben aquí dos grandes piezas escultóricas, un vídeo y una serie de fotografías entre los que cabe destacar el trabajo que ocupa la sala final, Dirty Bomb, el prototipo de la bomba que la aviación estadounidense lanzó sobre Nagasaki en agosto de 1944. Es una reproducción a escala de blanca luminosidad, un producto de factura impecable. Hay varias versiones de este trabajo: puede ser mostrado con manchas de barro o puede presentarse en su perfil más reluciente, como en esta ocasión, en la que pueden incluso verse los guantes con los que se ha pulido el siniestro objetito. Acude así el artista a la interpretación que Boris Groys hace del diseño, por la que éste no es sino la constatación del peligro que se esconde tras sus pulcras superficies. Una situación paradójica, un no saber si se asiste, en palabras del propio Manglano-Ovalle, a algo bello o, por el contrario, monstruoso. Como cuando nos enfrentábamos a esas poderosas imágenes de Robert Longo en esta misma galería y dudábamos entre admirar la belleza de las explosiones o estremecernos ante sus turbadoras flores. Es la eterna disyuntiva que depara el deslizante territorio de la estética, convertida hoy en un vidrioso trampantojo.

El iglú del Ártico
La pieza que recibe al visitante, Tent, es una tienda con forma de iglú como la proyectada por el arquitecto e ingeniero estadounidense Buckminster Fuller para una expedición al ártico. Pero la pieza parece haber sido arrastrada, como doblegada por un viento que da al traste con su cualidad objetual y con la fría teatralidad que caracteriza la tradición minimalista. Buckminster Fuller es una referencia central en el trabajo de Manglano-Ovalle y podría liderar los tres frentes entre los que, decíamos, se mueve su trabajo: el apego a lo moderno, la investigación y la tecnología, y los asuntos geopolíticos. Las cúpulas geodésicas construidas en los 50, que eran el resultado de sus investigaciones en torno a las posibilidades de la fibra de vidrio, servían para cubrir los radares que alertaban de la posible presencia de aviones rusos durante la guerra fría.

También central en la exposición es el vídeo Juggernaut, que ofrece un blanco paisaje de ciertas resonancias románticas. Son unas salinas en México que semejan un mar helado. De repente, un inmenso camión que transporta la sal irrumpe en la escena, reventando una sensación espacial que, ahora comprobamos, era completamente errónea.