Exposiciones

M.C. Escher. El horror vacui

El arte de lo imposible

21 diciembre, 2006 01:00

Cascada, 1961

Comisario: J.J. Barba. Centro Arte Canal. Paseo de la Castellana, s/n. Madrid. Hasta el 15 de abril

Tras las espectaculares y multitudinarias exposiciones dedicadas a los Guerreros de Xi’an y al arte faraónico, sorprende que la Comunidad de Madrid haya elegido para su exposición anual en esta sala tan infrautilizada del Canal de Isabel II en plaza de Castilla al modesto grabador holandés Maurits Cornelis Escher. Una modestia que casa mal con las dimensiones de la sala, ocultada por la densa oscuridad del montaje, y con el lujoso "embalaje" que se le ha impuesto. El diseño del montaje, de los arquitectos Carlos y Borja Ferrater (el comisario, José Juan Barba, es también arquitecto), favorece, es cierto, la contemplación de los grabados (que no necesitan de tanto misterio), pero añade dos grandes mamotretos -un pseudo-laberinto y una lamentable escenificación de cartón piedra- más dignos de un parque temático que de un artista de dimensiones íntimas. Y con igual desproporción se ha producido el abundante merchandising. Frente a estos aspectos negativos, hay que valorar lo positivo del empeño: es una exposición amplia, con 135 grabados (de un total de 448 catalogados) aunque sin dibujos (se conservan dos millares), y muy bien estructurada. La trayectoria de Escher queda explicada con detalle en textos informativos y en una proyección audiovisual, y en las sucesivas salas se van agrupando adecuadamente las obras de manera que el espectador obtiene una clara idea de etapas, temas y procedimientos.

Escher es un raro, digno de ser conocido. Trabajó siempre en la gráfica, y nunca se adscribió a ningún movimiento artístico. Su proceso de maduración creativa tuvo lugar en Italia, donde vivió desde 1923 a 1935, apartado de cenáculos creativos. En las obras figurativas de entonces, que arrancan de la tradición de la xilografía expresionista alemana y siguen vagamente la evolución del arte europeo de la época en su "vuelta al orden", hay algunas semillas de lo que será su obra más conocida: el interés por los patrones geométricos en la naturaleza (piñas, girasoles, insectos) y un particular interés por la arquitectura como algo vivo, como prolongación de la orografía. Una visita a La Alhambra, en vísperas de la Guerra Civil, imprimió un giro en su pensamiento visual. Los complejos diseños geométricos de su decoración, toda la tradición de la cerámica decorativa y la lacería, marcarían un antes y un después. En ese momento, parece que Escher se cuestiona la propia esencia de lo que entendemos por realidad: "Ninguno de nosotros necesita dudar de la existencia de un espacio subjetivo irreal. Pero, personalmente, no estoy seguro de la existencia de un espacio objetivo real".

Esa dualidad, como se apunta en la exposición, se manifiesta en su mundo gráfico a través de diversos mecanismos, aunque especialmente en la simultaneidad de percepción de las figuras y los vacíos entre ellas, que dibujan otras figuras. Toda la superficie es significativa. En estas cuestiones, y en otras, Escher tiene mucho de artesano medieval: una parte de su iconografía (reptiles, enanos, aves, demonios) parece escapada de gárgolas y capiteles románicos; las arquitecturas del Medievo y el Renacimiento en Italia están en la base de sus construcciones de perspectivas imposibles, y determinadas configuraciones, como la de Serpientes (1969) reelaboran decoraciones de remoto origen anglosajón. Incluso en las técnicas que empleaba había algo de ancestral: para imprimir las xilografías, por ejemplo, utilizaba las cucharillas de los antiguos grabados japoneses. Pero su obra también bebe de la tradición de los trampantojos, las anamorfosis y de las "perspectivas depravadas", y se intuye que pudo sentir interés por el método "paranoico-crítico" de Dalí (una obras de 1955 y 1956 en la exposición revelan que conocía su trabajo).

Hermano de un experto geólogo, tenía una gran pasión por las matemáticas y la cristalografía, y planificaba con gran cuidado la geometría en sus composiciones. Algunas de sus imágenes tienen una considerable profundidad; otras no son más que "curiosas", e incluso se acercan a la parodia de sí mismas.

Constructor de lo imposible

M.C. Escher (Leeuwarden, Holanda, 1898-1972) estudió arquitectura y artes decorativas en Haarlem. Su Grand Tour le llevó a España e Italia, donde vivió trece años. Sus primeras exposiciones son de 1929, pero no será reconocido hasta los años 50. Tras la II Guerra Mundial se instaló en Baarn, Holanda, donde se encuentra su Fundación. En España se le conoce por las muestras en la Fundación Carlos de Amberes (1996) y en la Fundación "la Caixa" (2004).