Exposiciones

Dada: La vida, la libertad

13 octubre, 2005 02:00

Marcel Duchamp: LHOOQ, 1919

Comisario: Laurent le Bon. Centre George Pompidou. París. Hasta el 9 de enero

"Que cada hombre grite: hay un gran trabajo destructivo, negativo, por cumplir. Barrer, limpiar". Tristan Tzara dejaba las cosas claras ya desde el primer Manifiesto dada, de 1918. Lo que llamamos DADA implicaba un corte con todo lo anterior. Un rasgo común, por otra parte, al conjunto de las vanguardias artísticas del primer tercio del siglo veinte. Pero mientras que en otros casos se trataba de reubicar "el" arte en un espacio nuevo, distinto, la actitud DADA va mucho más allá. Se trata de llevar hasta las últimas consecuencias la voluntad de negar y limpiar, incluyendo también lo que durante siglos se había considerado la máxima expresión espiritual de la cultura europea: "el" arte.

¿Qué fue DADA? ¿Qué alcance tiene DADA hoy, en el ámbito de la cultura y las artes de nuestro tiempo? Para intentar dar respuesta a esas cuestiones, el Centro Pompidou ha organizado una magna e incisiva muestra en la línea de las grandes exposiciones históricas e interdisciplinares que dieron notoriedad internacional a la institución, y que sin embargo parecía algo olvidada en los últimos años. Es importante decirlo de entrada: esta exposición DADA es excelente, magnífica. Rigurosa en sus planteamientos conceptuales, alejada de una presentación meramente visual o volcada hacia lo espectacular, respetuosa con las piezas reunidas y con la sensibilidad plural de los públicos que la visitarán. Todo un ejemplo, en una época en que éstos no abundan.

Bajo la dirección de uno de los conservadores del Centro, Laurent Le Bon, se han reunido más de mil piezas de unos cincuenta artistas y creadores, provenientes de colecciones públicas y privadas. Se presenta, en concreto, prácticamente la totalidad de la colección DADA del propio Pompidou, una de las más ricas del mundo, o de forma excepcional más de cien obras de la colección del MoMA, de Nueva York, lo que puede dar una idea de la riqueza de los materiales reunidos. Coproducida con la National Gallery de Washington, y en colaboración con el mencionado MoMA, tras su presentación en París, la única en Europa, la exposición podrá verse en Washington del 19 de febrero al 14 de mayo, y después en Nueva York del 18 de junio al 11 de septiembre de 2006.

En la presentación a la prensa, Le Bon subrayó la intención del título: DADA, y no dadaísmo, para expresar que la exposición no gira en torno a un "ismo" más, sino a un momento mágico, que va de 1916, la fecha de la fundación del Cabaret Voltaire en Zurich, a 1924, cuando ya la mayor parte de los grupos dadaístas se habían dispersado. DADA va más allá del arte, es una actitud vital, y en ese sentido desborda, como es lógico, los límites y fronteras de los distintos géneros artísticos. Por eso, en las salas se reúnen pinturas, esculturas, fotografías, collages, fotomontajes, documentos gráficos, grabaciones sonoras, películas, libros, revistas y manuscritos. Como la vida, la expresión DADA es plural, pero en esa pluralidad convergente vemos despuntar la expresión multimedia, la utilización de distintos soportes, característica del arte de hoy, y con ello uno de los signos de la importancia de DADA para la transformación de las artes de nuestro tiempo.

Otro aspecto destacable es el montaje (los franceses lo llaman escenografía). Dirigido por la arquitecta Jasmin Oezcebi, rompe con toda idea de linealidad o cronología para articularse en un formato de cuadrícula, que pretende aludir al tablero de ajedrez, organizando los 2.200m2 disponibles en cuarenta células autónomas de 30m2 cada una, dedicadas a un artista, un lugar, un tema, o un acontecimiento DADA significativo. Las perspectivas diagonales, y la posibilidad de dejarse ir a través de un laberinto en el que el orden no es autoritario, sino poético, permiten conjugar lo íntimo e individual de cada uno de nosotros con la inmersión global en la atmósfera DADA que vamos respirando en todo momento.

Pero, además, la exposición se presenta en la sexta planta, desde donde las paredes de vidrio del Pompidou permiten contemplar una de las panorámicas más hermosas de París desde arriba, lo que da una respiración especial a los espacios. La proyección de Entr"acte (1924), de René Clair, esa hermosa plasmación fílmica del chorro de vida DADA en una azotea del París de entonces, se ve aquí, por ejemplo, con el trasfondo casi aéreo de los cielos, avenidas y edificios del París de hoy. Arte y vida. O, aún mejor, el arte en la vida, en el flujo dinámico de la existencia.

Especial es, también, el Catálogo, de algo más de mil páginas de un papel muy ligero, pero que en coherencia con los planteamientos de la exposición evita a su vez la linealidad, para desarrollarse a través de un conjunto de piezas autónomas, ordenadas alfabéticamente, que pueden visitarse siguiendo un orden propio, de forma aleatoria, a decidir enteramente por quien lo tiene en sus manos. Creo, en definitiva, que todos estos aspectos hacen de esta exposición un modelo de cómo el rigor histórico en la presentación de una temática no tiene por qué suponer el recurso inercial a los banales y reductivos procedimientos historicistas, cuyo último efecto es sofocar el aliento vital de las propuestas artísticas.

No lo duden, si pueden viajen a París, que en sí misma siempre merece un viaje, para poder sentir en toda su intensidad el soplo libre y vital de DADA. Al que ya aludía Tristan Tzara: "Libertad: DADA DADA DADA, aullido de los dolores crispados, entrelazamiento de los contrarios y de todas las contradicciones, de los grotescos, de las inconsecuencias: LA VIDA".