El presidente del BCE, Mario Draghi.

El presidente del BCE, Mario Draghi. Ralph Orlowski Reuters

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El BCE estudia un rediseño de sus programas de estímulo para que sean más efectivos

La atonía de la inflación confirma la baja efectividad de las medidas adoptadas. El anuncio ha provocado una subida en las rentabilidades de la deuda pública.

8 septiembre, 2016 15:34

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El Banco Central Europeo (BCE) comienza a reconocer que sus estímulos monetarios han dejado de funcionar. Después de adoptar medidas históricas de política monetaria, las perspectivas de inflación siguen cayendo, y están en la zona de mínimos históricos. El indicador que mide dónde cree el mercado que estarán las expectativas de inflación del mercado dentro de cinco años está en el entorno del 1,2%, muy lejos del 2% que marca el objetivo que tiene fijado el BCE.

El propio presidente de la entidad, Mario Draghi, ha querido ser transparente ante la prensa: “La ausencia de presiones inflacionistas es preocupante”. Lo que se extrae de este discurso es que todas las medidas de estímulo que ha aprobado la institución durante los últimos años no están consiguiendo su objetivo. Aunque Draghi ha reivindicado que el “el QE (programa de compra de activos) es efectivo”, la realidad es tozuda con el BCE.

La entidad es consciente de esta situación y por eso ha encargado la formación de comités que evalúen la efectividad de las distintas herramientas de estímulo que tiene en su mandato. “Estamos estudiando las distintas opciones para la buena ejecución del QE”, ha explicado Draghi. De hecho, si fuese necesario, la entidad está dispuesta a hacer “los cambios necesarios” para que se adopten las mejores medidas para conseguir el objetivo de devolver las expectativas de inflación al 2%. Y ha concluido: “Los comités tienen pleno mandato para rediseñar el QE”.

Estamos estudiando las distintas opciones para la buena ejecución del QE

¿Qué impacto tiene este anuncio? Draghi no ha querido profundizar más en los cambios que podría introducir en su política monetaria, y más sin tener disponibles los informes de los comités que se encargarán del análisis de sus medidas. Tampoco parece que el BCE vaya a desmontar los estímulos que tiene en marcha sin llegar hasta el final del calendario fijado. De hecho, Draghi volvió a insistir en que el QE se prolongará hasta marzo de 2017 “o más allá si es necesario”. Con este programa, el BCE compra cada mes activos por valor de 80.000 millones de euros.

Sin embargo, es posible que compre otro tipo de activos diferentes, o a un ritmo diferente. La consecuencia inmediata en el mercado ha sido una reacción al alza de la rentabilidad de los bonos, ya que los inversores temen que puede descender el ritmo de compra de estos activos. Lo que ha dejado claro Draghi es que los miembros de la entidad no han discutido el popular helicóptero monetario (prestar dinero directamente a la gente) ni tampoco adquirir acciones que coticen en bolsa.

Sin embargo, sí hay otros programas que podrían ser susceptibles de cambios y que ya lo fueron en el pasado. Uno es el programa conocido como TLTRO y que se refiere a las subastas de liquidez a la banca que están condicionadas a que presten dinero a empresas y hogares. La actual es la tercera versión de las inyecciones de liquidez a largo plazo de la banca y se aplica el principio de que, si cumplen unos umbrales mínimos de préstamos, el BCE aplica condiciones más favorables a estos préstamos, hasta el punto de dar a los bancos un 0,4% de lo que pidan si elevan su concesión de préstamos.

Otro de los estímulos que podrían revisarse es la política de tipos negativos que, como reconoce Draghi: “El BCE es consciente de que los tipos de interés negativos es un riesgo para los bancos y tiene sus consecuencias”. En efecto, estos estímulos están ahogando el negocio principal de los bancos: tomar dinero a corto plazo y prestarlo a largo. Si todos los periodos pagan igual, casi un 0%, las entidades financieras se quedan sin margen y esto pone en peligro al sistema financiero y a la concesión de créditos. Sin embargo, Draghi ha advertido que “la capacidad de prestar de los bancos no se ha visto afectada por los tipos negativos”. Y ha concluido: “El mecanismo de trasmisión de la política monetaria nunca había funcionado mejor”.

Las discusiones internas

El BCE ha celebrado hoy su reunión de septiembre y, como cada final de trimestre, ha vuelto a revisar su cuadro de previsiones macroeconómicas. Este cuadro ha generado algunas discusiones internas en el seno de la entidad, pero la conclusión es que la economía está yendo este año algo mejor de lo esperado, pero irá peor en 2017 y 2018. En concreto, el BCE ha elevado en una décima, hasta el 1,7%, su previsión de crecimiento del PIB para la eurozona este año y ha recortado en una décima la estimación para 2017 y 2018, hasta el 1,6%.

En cuanto a la evolución de la inflación, los datos siguen siendo preocupantes para el BCE. Las estimaciones para este año del IPC de la eurozona siguen ancladas en el 0,2%, pero no solo eso: la recuperación de los precios en 2017 será más lenta de lo esperado: avanzarán un 1,1% frente al 1,3% estimado hace sólo tres meses. Las previsiones para 2018 se mantienen sin cambios en el 1,6%.

Como viene siendo habitual en las últimas reuniones, Draghi también pidió una ‘ayuda fiscal’ a los países de la eurozona para que adopten medidas que sirvan para estimular el crecimiento y, de paso, que ayuden a generar presiones inflacionistas.