El 15 de agosto de 1971 el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, anunciaba la suspensión temporal del patrón dólar-oro (aquí el vídeo de su discurso) y que, a la postre, resultaría definitiva. El próximo verano se cumplirán 45 años del experimento cambiario que se inició ese año, en el que las divisas fluctúan en el mercado por oferta y demanda libre o intervenida.

El patrón dólar-oro marcaba un tipo de cambio fijo entre los dos activos y el resto de divisas se anclaban al billete verde. Este sistema pervivió durante más de 20 años, desde los acuerdos de Bretton Woods, hasta que finalmente Estados Unidos fue incapaz de sostener la convertibilidad de su divisa con el oro.

Desde entonces, en plena Guerra de Vietnam, hasta hoy el mundo ha cambiado mucho, pero si hay una cosa que se mantiene invariable es la hegemonía del dólar a nivel mundial. Los movimientos del billete verde son como el aleteo de una mariposa en Japón, desencadenan movimientos alrededor de todo el planeta. Es el efecto dólar.

En estos 44 años el mercado se ha hecho mayor. Ha perdido toda su inocencia y ha desarrollado sus rutinas que no es otra cosa que toda una estructura de correlaciones que rigen los grandes movimientos de las cotizaciones. Ahora, a cada movimiento del mercado, los inversores saben cómo tienen que reaccionar y lo hacen de forma coordinada, casi no tienen ni que pensar. A estas alturas a nadie le extrañará la proliferación de robots que invierten en función de algoritmos.

El dólar encara el final del año con una fortaleza renovada que le puede llevar a superar sus máximos del año y marcar niveles que no se veían desde 2003. Desde el inicio del año, el billete verde se ha revalorizado casi un 10% frente a las principales divisas internacionales (indicador que se obtiene con el índice dólar), lo que muestra que está ante una de sus grandes subidas históricas. Un movimiento de este calado ha puesto en marcha toda una serie de correlaciones que están afectando a los mercados.

La crisis del petróleo

Los inversores observan desde hace un año un desplome del petróleo. El precio del barril se mueve por el exceso de oferta, por la batalla de producción entre Arabia Saudí y Estados Unidos y por la debilidad de la demanda. Ninguno de los argumentos está equivocado. Sin embargo, a la hora de ver el gráfico de cotizaciones, se observa que todos los movimientos del crudo se producen como reacción a la subida del dólar (y por lo tanto, descenso del euro).

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La correlación es más que evidente. La fortaleza del dólar condena a la baja al petróleo. ¿Podrá alguien frenar el desplome del oro negro si el billete verde sigue subiendo? El descorrelacionador que descorrelacione al mercado, buen descorrelacionador será. La realidad es que las perspectivas para el crudo son negativas, ya que el dólar ha puesto camino hacia la paridad contra el euro. Los expertos esperan que las dos divisas se sigan acercando a este nivel por la divergencia en sus políticas monetarias: mientras el Banco Central Europeo (BCE) estudia aumentar sus estímulos en diciembre, la Reserva Federal planea retirarlos.

Estas decisiones contribuirán a depreciar al euro y a apreciar al dólar, lo que acercará más la paridad entre las dos divisas, que se intercambian actualmente a niveles de 1,07 dólares por euro. Este panorama dibuja un escenario complicado para el petróleo y un futuro complicado para los países exportadores y las petroleras. Sólo en la última semana, el precio del barril de referencia en EEUU, el West Texas, se ha depreciado un 9% mientras los inversores esperan al mes de diciembre, que será clave para la política monetaria de las dos regiones.

Oro a precio de bisutería

Otra de las víctimas colaterales de la fortaleza del dólar es el oro. El metal precioso se pasó 12 años consecutivos apreciándose hasta 2012, avanzando de la mano del euro mientras el dólar se depreciaba. A lo largo de este periodo llegó a multiplicar su precio por más de seis, hasta poner cada onza de oro en 1.900 dólares. Esto sí que era precio de oro. La crisis financiera global llevaba a los inversores a buscar seguridad para su dinero y el metal dorado es el paradigma de activo refugio.

Pero ¿de dónde viene la correlación? En los años más complicados de la crisis, los mismos estímulos de la Reserva Federal que depreciaban al dólar, acababan en el oro, que se apreciaba de este modo. Cuando se acabaron los estímulos, el camino de los dos activos se revirtió, pero siempre manteniendo su correlación inversa.

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Pero, además hay una segunda causa de la relación de los dos activos. El oro es el activo tradicional en el que se refugian los inversores para protegerse de la inflación. Actualmente, la fortaleza del dólar reduce las expectativas de inflación en Estados Unidos, ya que todo lo que se importa resulta más barato, lo que genera presiones a la baja en el IPC. En definitiva, mientras el dólar sube, el mercado tiene menos miedo a un avance desmesurado de la inflación y, por tanto, venden oro.

¿Alguien dijo expectativas de inflación?

Janet Yellen, presidenta de la Fed, lo ha dicho en numerosas ocasiones: el tipo de cambio influye su principal objetivo de mantener las expectativas de inflación en el 2%. La cotización del dólar es fundamental y esto se refleja en un derivado financiero complejo pero que se ha convertido en muy popular: el 5y5y inflation swap forward. Este producto, con un nombre tan extraño, refleja las expectativas de inflación a cinco años que el mercado está descontando para dentro de cinco años.

En otras palabras, es donde cree el mercado que estarán dentro de cinco años las expectativas de inflación para los siguientes cinco años. Este indicador ha tomado tanta importancia porque es el que siguen los bancos centrales para medir las expectativas de inflación que maneja el mercado. Esto ha provocado que ahora todos los inversores sigan de cerca su evolución.

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Un simple vistazo a la correlación entre la subida del dólar (graficado como caída del euro) y el descenso de las expectativas de inflación refleja cómo el tipo de cambio afecta a este producto financiero. Los inversores siguen descontando una inflación cada vez más baja mientras el dólar avanza hacia los máximos de 2003.

Deuda emergente

La fortaleza del dólar pone en serios problemas a los países emergentes, lo que se refleja en la cotización de sus bonos. La apreciación del ‘billete verde’ hace que los inversores prefieran mantener sus inversiones en dólares antes que en las divisas de los emergentes. Al final, el mercado es consciente que las monedas de estos países sufren cuando se aprecia el dólar y, por lo tanto, exigen una rentabilidad mayor a sus bonos.

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Una vez más, los inversores no tienen ni que pensarlo: si sube el dólar, se vende deuda emergente hasta que pague una rentabilidad mayor. También se exige un retorno alto si esta deuda está denominada en dólares, ya que esto provoca que la rentabilidad real para el emisor aumente si cae su divisa, lo que pone en riesgo que puedan devolver el préstamo. Este gráfico refleja la rentabilidad del bono de referencia de Brasil a 10 años emitido en dólares y la subida del dólar contra el euro.

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