Desde su llegada hace ya casi ocho años a la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi ha dado muestras de un enorme valor a la hora de tomar decisiones. Ya en la primera reunión de su Consejo Rector decidió bajar los tipos de interés y deshacer así la equivocación de su predecesor en el cargo Jean- Claude Trichet quien, no contento con haber subido los tipos de interés en julio de 2008, cuando la recesión en EEUU ya estaba en marcha, repitió la jugada por dos veces más en 2011, cuando la economía europea estaba entrando en su segunda recesión en un plazo de tres años.

Se vio ya entonces que el personaje prometía. Un mes después, consiguió que el Consejo de Gobierno del BCE aprobara la concesión masiva de préstamos a la banca europea, ante la consternación general (muy pocos le alabábamos entonces) y con un juego de manos que llamó “compacto fiscal” por el que los gobiernos se comprometerían al rigor fiscal y a las reformas estructurales como contrapartida de esos préstamos.

Esta semana, y en términos prácticos, Draghi ya casi se despide, y lo hace con una revolera: vuelve sobre sus pasos y reinicia el programa de compras de deuda pública y privada que había suspendido cuando la economía de la Eurozona parecía que ya no necesitaría más estímulos. Con eso el balance del BCE seguirá creciendo y con él las acusaciones de “bombero pirómano” con que se ha distinguido a los banqueros centrales durante los últimos años. Pero esas acusaciones a él le pillarán en el retiro…

Las medidas tomadas en la última reunión del BCE son, prescindiendo de los detalles, “más de lo mismo”: 1) compras de deuda, 2) bajada de los tipos de interés con los que se retribuyen los depósitos que los bancos dejan por la noche en el BCE, que pasan de -0,40% a -0,50% (o, lo que es lo mismo, como los tipos de interés son negativos, la “remuneración” que tienen esos depósitos es en realidad una penalización que, a partir de ahora será un 0,10% más alta); y 3) los préstamos a los bancos. En definitiva, variantes menores de las medidas que ya venía tomando el BCE, en todo o en parte, desde diciembre de 2011.

¿Cuáles serán los efectos de esa nueva tanda de medidas? Los esperados serán también más de los mismo: los tipos de interés de largo plazo seguirán bajando, dando lugar a algo tan llamativo como es el que quien invierta en deuda pública pierda dinero en la aventura. De ahí que la deuda pública a diez años del Tesoro español llegara a tener un rendimiento de casi cero hace diez días. O que la deuda pública de Alemania “pague” intereses negativos en todos sus plazos: desde los tres meses hasta los treinta años.

Por eso el Tesoro y el Banco de España prohibieron que los particulares acudieran directamente a las subastas de Letras del Tesoro y de Deuda Pública a partir del momento en que los tipos de interés se fueron volviendo negativos en todas ellas: ¡a ver cómo se le explica a un particular que el Tesoro le devuelve menos dinero del que invirtió! La memoria de “las preferentes” le haría pensar en lo peor…

A corto plazo, por tanto, las medidas tomadas por el BCE son positivas para los deudores (desde los estados a las familias que han firmado una hipoteca) y negativas para quienes tienen ahorro. Esto ha sido así en todas las recesiones y de manera especial en la crisis iniciada en 2007 que, a la vista de lo visto, aún colea: para combatirlas se reducen los tipos de interés, lo que perjudica a quienes tienen ahorro y beneficia a quienes se endeudan, para consumir o para invertir. Lo malo para los ahorradores esta vez es que son ya diez años en esta situación de tipos de interés muy bajos.

Los inversores en Bolsa pueden tener un consuelo: las Bolsas suelen subir cuando los tipos de interés bajan. Aunque las acusaciones de que eso aumenta las desigualdades les amargue un poco la fiesta.

La efectividad de las medidas del BCE es, probablemente, cada vez menor. Pero disponemos de muy pocas herramientas más en el territorio de la política monetaria. Y el tiempo apremia de nuevo, pues parece que pudiera estar ya en marcha una nueva recesión. Los datos de Alemania casi lo confirman, aunque se trate de una recesión, de momento, muy ligera.

Pero, además, hay algo muy alarmante: los beneficios empresariales han empezado a retroceder. Así, los de las empresas incluidas en un índice de Bolsa llamado Stoxx 600 (que, como el número indica, recoge la cotización bursátil de las 600 empresas europeas más destacadas, de la misma manera que el IBEX 35 lo hace con las 35 españolas más importantes) han sido menores durante el primero y segundo trimestres de este año que los que obtuvieron en los mismos trimestres del año 2018.

Esta caída de los beneficios es un síntoma de que la recesión se acerca pues cuando eso sucede las empresas tratan de restaurar sus buenos resultados por la vía de no contratar nuevos empleados, de despedir a parte de los que tienen, y de aplazar o cancelar los proyectos de nuevas inversiones.

Por eso Mario Draghi se ha puesto en modo preventivo. El mismo Draghi que cogió el toro por los cuernos en noviembre de 2011 y al que se pueden dirigir algunas críticas menores que no empañan la labor gigantesca que ha llevado a cabo. Al principio con todos los vientos en contra, excepto el apoyo político implícito de Angela Merkel, sin el que su obra no hubiera sido posible. El Príncipe Valiente de las Finanzas se va. ¡Que la suerte le acompañe!