En la misma semana que el gobierno declaraba en España la emergencia climática, resulta que teníamos otros bárbaros ad portas, igual que tenía Roma los bárbaros a la entrada de sus ciudades.

Y es que lo malo de intentar predecir o legislar el futuro es que nos encontramos continuamente con acontecimientos desconocidos que desconocemos. Es decir, acontecimientos que no solo no sabemos que vayan a suceder, sino que ni siquiera nos imaginamos que pudieran ocurrir. O no en un plazo breve. Y todo esto tras las ligeramente mejores expectativas que precisamente parecían abrirse ahora.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acababa de publicar hace un par de semanas su última previsión de crecimiento económico para 2020. Según ella, la economía mundial crecerá un 3,3% (más, por tanto, que el 2,9% que estima que habrá crecido en 2019).

A España le asigna un 1,6% de crecimiento del PIB, también para 2020, con lo que seguiría creciendo algo más que el conjunto de la zona euro (1,3%) y algo menos que el 2% que pronostica para la economía de los EEUU. La perspectiva del FMI es que el crecimiento económico está intentando volver a estabilizarse, aunque duda sobre el vigor que vaya a poder alcanzar.

Aunque aún falta un mes para que se conozcan los datos de todo 2019 (falta por publicarse los de diciembre) la tendencia del volumen de comercio global medido en tasa anual (es decir, comparando cada mes de 2019 con los de idéntico mes del año anterior) no ha parado de empeorar desde octubre de 2018 hasta el pasado mes de noviembre en que se detecta una ligera mejoría. Solo tuvo una tregua entre diciembre de 2018 y marzo de 2019.

Pero la estimación del FMI podría haberse quedado ya obsoleta y el comercio global empeorar de nuevo en este trimestre, tras la irrupción del nuevo coronavirus en la actualidad informativa, con las consiguientes restricciones generales para viajar que se suman a la cuarentena aplicada a ciudades importantes (al menos 16 ciudades chinas han paralizado ya el transporte público) con el consiguiente impacto sobre el crecimiento económico durante las semanas en que esta situación vaya a mantenerse.

De momento ese impacto estará afectando de forma negativa, sobre todo, al sector del transporte y hostelería, así como a las empresas fabricantes de bienes de consumo. Como en todo acontecimiento habrá también sectores beneficiados, como las empresas farmacéuticas, aunque sea demasiado prematuro hacer una estimación sobre el impacto que todo esto va a tener finalmente en términos económicos.

Desde que esta semana pasada se desató la alarma, la reacción de los mercados financieros no ha sido de pánico ni mucho menos. Apenas una pequeña caída de las Bolsas el viernes pasado y poco más: no es habitual que este tipo de alarmas sanitarias provoquen caídas fuertes en ellas.

Así, para orientarnos por alarmas sanitarias del pasado, se puede recurrir principalmente a una de las últimas y más parecida a la actual, la del SARS o Síndrome Respiratorio Agudo Severo (2002-2003) o también a la de la gripe aviar de 2006. Pues bien, en cualquiera de los dos casos las Bolsas de EEUU (medidas por el índice S&P 500) estaban seis y doce meses después entre un 10% y un 20% por encima de donde se situaban al iniciarse la epidemia.

Aunque, claro está, hay que tener en cuenta que todo esto lo estamos diciendo a toro pasado, cuando ya sabemos que aquellas epidemias se pudieron contener, por lo que es normal que no afectaran una vez pasado el peligro a unas Bolsas que estaban en trayectoria fuertemente alcista.

A la economía y a la Bolsa china sí es más probable que les afecte a corto plazo este episodio de alarma sanitaria al coincidir con las Fiestas del Año Nuevo Lunar, en que se producen numerosos desplazamientos familiares y dado que es uno de los momentos del año en que el consumo crece más, algo que se está viendo afectado no solo por el temor a acudir a sitios muy frecuentados, sino por las propias restricciones a la movilidad impuestas por el gobierno chino, que ya afectan a unos 46 millones de personas.

Por ahora la reacción más negativa se ha producido en el mercado de petróleo cuyo precio cayó, para el barril de Brent y solo durante la semana pasada, un 8%. Esta reacción es natural si se tiene en cuenta lo ya dicho de que la amenaza de una pandemia hará que se reduzcan los viajes, y sobre todo los viajes en avión. Sin embargo, cuando se produjo la epidemia del SARS el impacto fue limitado y se había recuperado el precio antes incluso de que se hubiera proclamado el final de la epidemia.

En suma, la eventual pandemia puede estar afectando ya a una economía mundial que intentaba, en palabras del FMI, “estabilizarse”, aunque sea prematuro hacer cualquier cálculo sobre cuál podría ser su impacto final.

Algo curioso, y beneficioso, que liga, como ha ocurrido en ocasiones, esta pandemia con otras del pasado reciente o lejano es la posibilidad de que la medicación para combatir el VIH podría estar resultando eficaz a la hora de tratar a enfermos del nuevo coronavirus (probablemente una nueva cepa del que provocó el SARS hace 18 años ya que su genoma coincide en un 70%), pues parece que la reproducción de éste se puede bloquear con los medicamentos inhibidores de la proteasa que se utilizan para combatir el VIH. Si finalmente esto se confirma sería el gran negocio para las empresas farmacéuticas fabricantes de ese tipo de productos: nelfinavir, lopinavir, ritonavir, etc.

El mundo está viviendo desde hace un par de años una guerra civil incruenta entre quienes quieren energías fósiles más baratas (Chile, Ecuador, Irak, Francia y sus chalecos amarillos,…) y quienes quieren la reducción del consumo de ese tipo de energías (encabezados por Greta Thunberg) aunque, llamativamente, no parezca una guerra civil mundial ya que en esa guerra civil no se enfrentan los dos bandos directamente (gracias a que habitan, en general, en diferentes países) sino que ambos la hayan tomado con el establishment.

Durante la Guerra de los Cien Años también los franceses libraban una guerra que ellos no sabían que era una guerra civil entre franceses porque estaban por medio los ingleses y su pretensión al trono de Francia como pantalla que difuminaba las apariencias. En eso estaban cuando, diez años después de iniciarse las hostilidades, y en medio de las revueltas campesinas, se presentó la verdadera emergencia: la peste negra. Esperemos que esta comparación, ¿traída por los pelos?, no se convierta en una realidad tangible ahora.

Nota Bene. Fue la producción espontánea de inhibidores de la proteasa, o algo parecido, lo que parece que permitió a los supervivientes de la peste negra combatir con éxito, o evitar, la enfermedad.