Hay pesadillas que, lejos de mejorar, empeoran con el paso del tiempo. Lo que comenzó para Boeing como una tragedia el 29 de octubre de 2018 tras el accidente sufrido por un avión 737 MAX operado por Lion Air, terminó por convertirse en la crisis corporativa más profunda que ha vivido la empresa el 10 de marzo de 2019. Ese día un avión de la misma familia de Ethiopian Airlines también se estrelló.

En ambos accidentes perdieron la vida 346 personas. Las autoridades aeronáuticas de todo el mundo prohibieron volar a los 737 MAX el 13 de marzo de 2019. Tras meses de intentos de certificación, en estos momentos nadie puede predecir cuándo podrán volver a los aires estos aviones y qué modificaciones necesitarán para poder hacerlo. El que hasta ese instante era el fabricante de aviones más fiable del mundo ha visto cómo estas tragedias hacían desaparecer la confianza del mercado y los usuarios en sus productos. De la mano, la incapacidad de despegar de esta familia de aviones está suponiendo pérdidas milmillonarias a la empresa que, además, no paran de crecer a medida que la vuelta de los 737 MAX se demora.

Las similitudes entre los dos accidentes sufridos por los MAX hicieron que en menos de 24 horas todas las alarmas se dispararan. En ambos casos, poco después de despegar los pilotos reportaron que no podían controlar sus aviones. Pese a sus muchos intentos de los pilotos para que ambos aviones se elevaran, algo en las propias aeronaves las empujó hasta hacerlas estrellarse.

Los primeros indicios de las investigaciones de ambas tragedias señalaron al sistema MCAS como origen de los problemas que causaron los siniestros. Este sistema forma parte del software del avión y, básicamente, se trata de una ayuda para que el morro de la aeronave no se eleve en exceso. El origen de la necesidad de este complemento viene de la propia conceptualización inicial del avión.

El 737 MAX es una evolución de la familia 737. Una nueva generación que nació como respuesta al A320 NEO de Airbus. Este avión lanzado por la competencia europea de Boeing llegó al mercado con la promesa de ahorrar hasta un 20% el consumo de combustible, con el consiguiente ahorro del coste operacional. Ante este movimiento de la competencia, Boeing decidió evolucionar su modelo 737 para dotarlo de motores que le permitieran llegar a nivel de consumo similares al A320.

Dennis Muilenburg, anterior CEO de Boeing.

Pero, para responder cuanto antes a Airbus, esta evolución supuso un cambio importante en la posición de los motores dentro del diseño del avión. Una circunstancia que modificaba la forma en la que esta aeronave se pilotaba en algunos momentos. Y es aquí donde aparece el MCAS. Su capacidad de hacer que el morro de la aeronave no se elevara en exceso iba a permitir a las tripulaciones poder pilotar la nueva generación del 737 como las anteriores.

Un detalle que puede parecer nimio, pero que fue clave en el éxito comercial del 737 MAX: gracias a que los cambios a la hora de pilotar el avión eran mínimos, Boeing consiguió certificar el aparato para que los reguladores aeronáuticos, concretamente la FAA, no pidieran que los pilotos tuvieran que pasar una nueva certificación para este modelo. Los capacitados para volar la versión anterior del 737 pudieron volar el nuevo modelo con tan solo repasar unos puntos teóricos. Un elemento clave para que este avión fuera elegido en masa por las aerolíneas que ya operaban la versión antigua.

En el caso de que se hubiera necesitado una certificación propia, las aerolíneas tendrían que haber dedicado importantes cantidades de tiempo y dinero en formar a sus pilotos, lo que habría hecho del 737 MAX un avión menos atractivo. La aeronave se convirtió en un éxito comercial sin parangón llegando a acumular más de 5.000 pedidos. Una circunstancia que se ha dado ahora la vuelta: la prohibición de volar del avión ha trastocado cientos de planes de negocio de aerolíneas que tenían a este modelo como la pieza clave de su operativa.

Las consecuencias de esta situación son incuantificables. En lo que tiene que ver con Boeing, tras un ejercicio 2019 en el que la empresa estuvo centrada en volver a hacer volar a los 737 MAX de forma segura, la crisis le ha costado el cargo a Dennis Muilenburg, máximo dirigente del fabricante aeronáutico que ocupó los cargos de presidente y CEO de la empresa desde 2015.

Horizontes para Boeing

El mandatario no ha sido capaz de revertir la situación y ha personificado gran parte de las críticas que señalaban a que Boeing estaba más centrada en el negocio que en la seguridad bajo su mandato. Pronosticó que los aviones volverían a volar en el último trimestre de 2019, plazo que no se cumplió, lo que echó al traste las previsiones económicas tanto del fabricante aeronáutico como de gran parte de aerolíneas que contaban con los 737 MAX en sus flotas presentes y futuras.

Para terminar de demonizar al directivo, la semana pasada se conoció que su salida de la empresa ha venido acompañada de un bonus de 60 millones de dólares. Esta decisión ha indignado a especialistas e inversores debido a la pérdida de valor que la compañía ha sufrido bajo su mandato por su gestión de la crisis del 737 MAX.

Para bien o para mal, Muilenburg forma parte ya del pasado de Boeing. El gigante americano tiene que decidir ahora si el 737 MAX forma parte de su futuro. Una decisión que no va a ser fácil de tomar. Y es que, el Boeing se enfrenta ante diferentes horizontes de cara a los próximos años, todos ellos cargados de grandes incógnitas.

Además, no están en sus manos. La FAA tiene la última palabra para que el 737 MAX vuelva a estar operativo. En este caso, casi tan importante como el cuándo volverán a volar los aviones será el cómo vuelven a operarse

La presión del cliente 

En el caso de que la FAA decida dar permiso a las aeronaves para volar sin cambios muy profundos, el 737 MAX volverá a operar pero quedará muy señalado. Si algo ha enseñado esta crisis es que, por primera vez en la historia de la aeronáutica, los usuarios gracias a las redes sociales son capaces de someter a las aerolíneas a una presión tremenda si tienen dudas sobre la seguridad de un modelo.

En los días que pasaron entre el segundo de los accidentes del MAX y la escalonada prohibición realizada por los principales reguladores de seguridad aérea mundiales, millones de usuarios preguntaron a sus aerolíneas en redes si el avión que tenían que tomar era uno de los que había sufrido los accidentes. Esta crisis derivó en peticiones de cancelaciones y cambios de vuelos. Si arreglar los problemas del MAX está siendo complejo, mucho más aún puede llegar a ser que los pasajeros vuelvan a subirse en una de estas aeronaves.  

A este punto hay que sumar que el resto de autoridades de seguridad aérea al conocerse cómo fue el proceso original de certificación de los 737 MAX han retirado la confianza a la FAA. Cada una de ellas se guarda la posibilidad de realizar sus propias certificaciones sobre el avión. Podría llegarse a dar el caso de que la FAA de luz verde a los MAX y que China o Europa dijeran que no hasta que pasaran sus propios filtros.  

Esta circunstancia hace más que probable que se cumpla otro horizonte: los 737 MAX volverán a volar pero con importantes modificaciones tanto de las aeronaves como de la formación que tienen que realizar los pilotos y los encargados del mantenimiento de los aviones. Con esta decisión, la FAA lanzaría un mensaje contundente al mundo para recuperar la confianza. En este contexto, Boeing se vería obligada a soportar todos estos cambios y a compensar a las aerolíneas por las importantes demoras.

Con una cartera de más de 5.000 pedidos de esta familia de aviones, el impacto económico de esta decisión sería difícil de cuantificar y dejaría a Boeing tocada por un periodo muy importante centrada en hacer la digestión de la crisis del MAX mientras la industria avanza en otra dirección. En aeronáutica los ciclos cada vez son más cortos. Además, la creciente conciencia por la sostenibilidad está haciendo que esta industria necesite acortar los plazos en los que conseguir reducir al máximo su impacto ambiental.

Una Boeing con gran parte de sus recursos centrada en que los 737 MAX sean modificados para ser entregados a sus clientes podría tener consecuencias muy negativas para la empresa a medio y largo plazo. Al otro lado del tablero, su rival Airbus no para de pisar el acelerador para contar con aeronaves cada vez más eficientes. Un mandato central de la nueva dirección de la empresa que no va a hacer más que incrementarse en los próximos ejercicios. 

Apostar por un nuevo modelo

Y es ante esta circunstancia donde cada vez gana más peso la posibilidad de dejar caer al 737 MAX. Una opción remota aún pero que ya comienza a sonar cuando hace un año era impensable. Como ocurre con la gangrena, la posibilidad de cortar de raíz con un elemento que está siendo tan dañino para la empresa podría a la larga ser su salvación pese a lo traumático de la amputación.

Cuando se optó por el 737 MAX, Boeing ya valoró la posibilidad de crear un avión desde cero. Un aparato que no heredaría las características que hicieron al 737 MAX necesitar que un software cubriera las diferencias con sus antecesores. El lanzamiento de uno nuevo modelo para el segmento más popular de aviones serviría como un golpe de efecto y un punto y aparte con la crisis del MAX. Una decisión compleja, que exigiría inversiones y renegociaciones con los clientes actuales del avión pero que pondría el contador a cero para Boeing.

Desde el sector cada vez se señala con más fuerza esta posibilidad dada la complejidad que va a tener la vuelta a los aires de los 737 MAX, sus retrasos, los costes operativos... De cara a inversores y clientes tomar la iniciativa y apostar por un nuevo avión libre de la carga de los accidentados, a la larga, tendría efectos muy positivos, más cuando estamos hablando de una empresa que ha perdido una quinta parte de su valor en bolsa desde el estallido de esta crisis.

En este contexto, los próximos meses se presentan como un momento clave para Boeing. La compañía deberá encarar la presentación de resultados anuales más compleja de su historia. Al impacto que la crisis del 737 MAX tendrá en sus cuentas habrá que sumar la incertidumbre que pueda generar arrancar 2020 sin tener, ni siquiera, un calendario orientativo para que los clientes de su avión sepan cuando podrán contar con esta aeronave. Las decisiones que tome la nueva dirección de Boeing marcarán no solo el futuro de la empresa sino el del conjunto de la industria aeroánutica.

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