No es ningún secreto: el empleo ha aumentado de manera ininterrumpida en España desde 2013. El número de afiliados a la Seguridad Social es hoy un 20% superior que a principios de la recuperación: donde antes había cinco afiliados, ahora hay ya casi seis. También es innegable que este avance no ha sido uniforme a lo largo y ancho del territorio. Mientras que en Baleares o Málaga el número de afiliados se ha incrementado en torno a un 25% desde principios del 2013, en Zamora u Ourense no ha alcanzado el 5%.

¿Qué puede explicar un ritmo de recuperación tan distinto? Un estudio reciente de BBVA Research trata de entender estas diferencias, tomando como punto de partida la elevada heterogeneidad en el grado de urbanización de las provincias.

El crecimiento de las ciudades y la progresiva urbanización del territorio no es un fenómeno nuevo, ni exclusivo de España. Al contrario, cada vez se habla más de la España vacía, y de los efectos de los flujos migratorios hacia las grandes urbes. Ahora bien, ¿cuál es la relación entre el grado de urbanización y la creación de empleo durante la recuperación?

Los datos de la Seguridad Social indican que los municipios incluidos en las grandes áreas urbanas crecieron, en agregado, 3 puntos porcentuales más que la media nacional entre 2013 y 2018. Si bien, aquellas no ligadas a las capitales de provincia (como Benidorm o Algeciras) crecieron 2,5 puntos más que las capitalinas, y alrededor de 8 por encima del resto de municipios.

Lógicamente, esta divergencia en el ritmo de creación de empleo por tipo de área urbana generó diferencias entre provincias. En media, casi una cuarta parte del empleo en España se ubica en municipios no pertenecientes a una gran área urbana. Sin embargo, mientras que en Madrid y Barcelona el 95% de su empleo se concentra en la capital y en los municipios que conforman su área metropolitana; en otras, como Huesca o Cuenca, más de la mitad del empleo provincial se ubica en municipios que no forman parte de una gran área urbana (véase Gráfico 1).

Afiliados en municipios no incluidos en una GAU, por provincias.

Y mirándolo con cuidado… no, el mero hecho de tener más campo o más ciudad, no explica que en Málaga, Baleares o Las Palmas creciera tanto (más) el empleo, que en Asturias o Vizcaya.

Hasta ahora nos hemos centrado en las provincias que encabezan el ranking de empleo durante la recuperación, pero ¿qué sectores han sido los principales motores del impulso? Y, sobre todo y más importante, ¿qué implicaciones puede tener esto para el futuro?

Dejando de lado Madrid y Barcelona, ya que su notable grado de urbanización sugiere una historia diferente, la evolución sectorial del empleo entre 2013 y 2018 muestra un patrón común entre dos grupos de provincias. Por un lado, aquellas con una creación de empleo relativamente menor, aumentaron la importancia de los empleos relacionados con la educación, la sanidad y los servicios administrativos. Es decir, el mayor tirón del empleo, en las provincias menos dinámicas, se corresponde con los servicios sociales. Por el contrario, en el grupo de provincias más dinámicas, los sectores hostelero y comercial, arrastrados por el boom turístico, son los que ganaron más peso en el empleo; seguidos, a cierta distancia, por las manufacturas y la construcción.

Y, ¿qué pasó en Madrid y Barcelona? En ellas los sectores estrella son la Ciencia y las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), así como las actividades administrativas. Por contra, perdieron peso relativo el sector manufacturero y el comercio. Es decir, están en auge las actividades de alto valor añadido e intensivas en capital humano muy cualificado, así como los sectores de apoyo a estas actividades.

Variación del peso en el total de empleo.

En conclusión, en el contexto actual de retos digitales y climáticos, la recuperación muestra una evolución diferenciada del empleo en las ciudades y fuera de ellas que moldea las nuevas habilidades que precisa el mercado laboral. Esto tiene, y tendrá, implicaciones sobre la cohesión territorial, así como sobre la (des)igualdad, no sólo entre regiones, sino también en el interior de las propias urbes.

Por un lado, Madrid y Barcelona podrían sufrir un aumento de la desigualdad, a la vista de la disparidad entre las habilidades demandadas y los salarios asociados. Por otro, a medida que el boom turístico se agote, varias provincias tendrán que buscar motores alternativos para que su empleo aumente. Finalmente, se mantiene el reto de cómo reactivar la actividad económica de la España vacía. La política económica debería formularse teniendo en cuenta todos estos factores.

*** Joseba Barandiaran, Luis Miguel Díez y Víctor Echevarría son analistas de BBVA Research.