Asistimos a una imparable corriente internacional y social cuyo objetivo es la acción climática. El ejemplo más reciente es Greta Thunberg, una joven de apenas 16 años que abandera el despertar de los jóvenes en todo el mundo.

Pero no son nuevas las reclamaciones de mayor implicación en la lucha contra el cambio climático por parte de gobiernos, organismos internacionales, administraciones, compañías privadas e individuos. La espada de Damocles es la ausencia de tiempo infinito para llevarlas a cabo. “The Earth is what we all have in common”, dijo Wendell Berry.

Por ello, una de las principales reivindicaciones es el papel clave que juega el sector energético en esta lucha, dirigida también a reducir las emisiones y a mitigar los efectos del calentamiento global, es decir, a descarbonizar el sistema energético.

Sin duda los capítulos de este proceso hacia el que debemos avanzar, con el horizonte en el año 2050, son todos de vital importancia, especialmente el que se centra en el modelo energético de la Unión Europea así como en el proceso de transición energética que deben llevar a cabo los países miembros. Según el informe Un modelo energético sostenible para España en 2050, elaborado por Deloitte: “Es necesaria una transición energética inteligente y flexible, que garantice el cumplimiento de los objetivos económicos y ambientales internacionales, dado que las nuevas tecnologías que harán posible la completa descarbonización tienen todavía un largo camino de maduración”.

Por su parte, la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, prometió implantar leyes concretas en sus primeros 100 días de mandato para conseguir una Europa neutra en carbono para 2050.

El gas, agente básico del cambio

En este proceso, es tentador pensar en las renovables como única fuente de origen de la energía que consumimos, pero el camino que tenemos que recorrer es mucho más complejo. Hasta la fecha, los biocombustibles sólo nos pueden proporcionar una parte de las necesidades energéticas y, si bien es imposible predecir cuánta electricidad renovable necesitaremos en 2050, sí podemos considerar que el gas natural será clave en el proceso en los próximos años.

El gas desempeñará un papel decisivo en la transición energética para lograr un sistema bajo en emisiones de carbono a través de iniciativas como la cogeneración en industrias y en el sector residencial, como fuente de energía que sirva de respaldo de las energías renovables, así como su uso en el transporte terrestre y marítimo, según señalan varios expertos e informes sobre la materia.

El secretario general de Eurogas, James Watson, explica que el papel de las infraestructuras de gas en la consecución de la transición energética será vital. "Esta infraestructura es capaz de transformar tanto el gas que consumimos hoy como los tipos de gas que se necesitan para alcanzar el objetivo de una economía neutra en carbono en 2050. Invertir en la red de gas es tan esencial como siempre, incluso más importante que nunca”. 

La responsabilidad de los reguladores

Puestas sobre la mesa las tecnologías que han de contribuir a esta transición, estas han de trabajar y avanzar siempre en un entorno duradero, predecible y de acuerdo a los intereses de todos los implicados en el sector, especialmente los del usuario final. Y es aquí donde los reguladores de cada país, conocedores del histórico, las necesidades y la evolución de los mercados interiores de energía, deben ser garantes de la seguridad jurídica y de un marco estable de actuación que permita llevar a buen puerto la transición energética.

“A día de hoy, todavía existe cierta incertidumbre sobre cómo será exactamente el sistema energético descarbonizado en 2050. Sin embargo, teniendo en cuenta la necesidad de seguir investigando, así como los largos ciclos de inversión en general, es necesario establecer un marco político y regulatorio que permita lanzar el proceso de descarbonización ya en la actualidad”, señala Walter Boltz, experto en regulación y miembro de la Agency for the Cooperation of Energy Regulators (HACER).

“Es necesario definir un sistema regulatorio que estimule las inversiones necesarias para lograr la descarbonización del mercado energético en la UE en 2050, y ello significa disponer de un modelo mixto de electrificación y de gas renovable”, apunta el experto energético y profesor del European University Institute, Christopher Jones

Son pues numerosos los expertos que llaman a acabar con los vaivenes regulatorios de un sector tan sensible y permeable a las inversiones como el energético. Recientemente en España hemos asistido a cómo los borradores de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) amenazan al sector energético con hacer trastabillar décadas de inversiones constantes que han permitido convertir a España en uno de los principales países en calidad de suministro gasista y en un ejemplo de diversificación y seguridad de suministro.

El secretario general de Eurogas ha sido tajante al afirmar al respecto de los anuncios de la CNMC que “cuestionar el futuro de una de las hojas de ruta clave en España para descarbonizar la economía es peligroso. Más que nunca deberíamos invertir en nuestras redes de distribución de gas para garantizar que puedan suministrar los gases renovables y el hidrógeno del nuevo sistema”, contribuyendo así a los objetivos de la descarbonización.

Para mayor desconcierto, las circulares de la CNMC no mencionan ni una sola vez el gas renovable o la retribución para innovar y usar las redes de gas para distribuir y almacenar gas renovable, ambas clave para la consecución de las políticas energéticas del futuro.

Seguridad en las inversiones

Pero más allá de los impactos medioambientales y regulatorios de las proyecciones de la CNMC, hay otros signos que ponen en evidencia el riesgo para el conjunto de la economía de las medidas anunciadas por el regulador español para el sector gasista.

Hace escasos días, más de una docena de fondos de inversión norteamericanos mantuvieron una reunión con el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, para solicitarle concreción, estabilidad, compromiso y certidumbre para la economía española. Es esa confianza que como país debemos transmitir la que permitirá captar los más de 200.000 millones de euros de inversión previstos por el Gobierno para los próximos doce años y de los que pretende que hasta el 80% sean privadas.

Por otro lado, la CNMC parece obviar el escenario de desaceleración económica al que se enfrenta España, y Europa, en el que cualquier cambio regulatorio tiene doble impacto, interno para las empresas y la tasa de empleo en España y externo para los inversores internacionales.

No podremos alcanzar esta transición energética necesaria si no atendemos y entendemos las posiciones, esfuerzos y necesidades de todos los agentes implicados. Huelga decir que, junto con el regulador, el papel protagonista lo tienen también las empresas; buscando cómo hacer frente al cambio climático por un lado y, al mismo tiempo, sin que el usuario se vea afectado.