Hace apenas diez días que conocemos el resultado de las elecciones locales y casi otros tantos quedan para la proclamación de los nuevos alcaldes en nuestras ciudades. Muchos taxistas están pendientes de los pactos en Madrid, una de las ciudades donde aún existe incertidumbre sobre quien asirá la vara de alcalde. 

Ser alcalde o alcaldesa de Madrid comporta tener muchas competencias en materia de taxis en más de cuarenta municipios circundantes a la capital, integrados en el Área de Prestación Conjunta (APC). Ser taxista en Madrid implica una relación de sujeción especial con la ciudad y su Ayuntamiento, al que le presta un servicio de interés general de transporte urbano que está obligado a ofrecer a ciudadanos y foráneos. También supone estar afecto a una estricta reglamentación respecto a las condiciones personales de trabajo, el vehículo y el taxímetro y, como no, cooperar en las políticas de movilidad del alcalde y sus concejales. 

Es decir, los taxistas dependen y esperan mucho de un alcalde, que influye mucho en la vida cotidiana de aquellos que, a su vez, impregnan también el alma de su ciudad. Si un alcalde se implica en promover la excelencia de los taxistas, la ciudad saldrá ganando.

Madrid tiene grandes retos en relación a los taxistas. Existen muchas parcelas en las que actuar para mejorar la eficiencia y calidad del servicio.

Para empezar, quien resulte designado primer edil, debe desarrollar en menos de seis meses el reciente Reglamento del Taxi aprobado por la Comunidad de Madrid para revisar el marco tarifario y concretar el sistema de precios cerrados al usuario antes del inicio del trayecto y la mecánica de los servicios sostenibles y modernos del taxi compartido. También debe concretar la regulación a la que sujetará a los vehículos VTC, que sin duda deben reglamentarse para mejorar la convivencia y coexistencia de ambas modalidades en nuestras calles. No deberían repetirse situaciones como las vividas hace unos meses, pero tampoco olvidarse que, durante estos últimos cuatro años, los taxistas de Madrid se han encontrado desamparados mientras -por la herencia de la Ley Ómnibus- les “colaban” casi 8.000 VTC, sin compensación alguna, sufriendo sistemáticamente una pésima regulación que además es caldo de cultivo de infracción sistemática de las normas, la elusión fiscal y la precarización de las condiciones de trabajo. 

Pero además de esas forzosas obligaciones reguladoras, quien detente la alcaldía de la capital deberá pensar tanto en evitar molestias e inconvenientes de gestión en el trabajo diario de los taxistas como en promover su excelencia y buscar la mayor calidad del servicio en beneficio de los usuarios. 

Y puestos a mejorar, existe -por desgracia- mucho campo para trabajar. Por ejemplo, acabar con la mala gestión en los accesos a IFEMA, o con el caos alrededor de la estación de Atocha, o dar una solución a los miles de afectados por la caducidad de los taxis con motor diesel Euro V en 2020, o poner en marcha un plan de vigilancia policial de VTC cumpliendo el convenio suscrito en 2017, o no hacerse fotos con empresas como Uber o Cabify mientras sus coches sean sancionados un 200% más cada año, o acondicionar y reubicar las paradas de taxis solicitadas por el sector, o permitir giros necesarios a los taxis, o facilitar el acceso de los taxis que trasladan ancianos o personas con la movilidad reducida a determinadas zonas, o ampliar y flexibilizar el elenco de modelos homologados para el servicio de taxi, etc. 

Por otro lado, puestos a dar calidad, cada vez son más las iniciativas que surgen del propio sector, pero son aisladas y con cierto desorden. ¿Qué tal organizar estas búsquedas de excelencia?

Por ejemplo, conceder ventajas de fiscalidad negativa a quienes acrediten pluses de calidad en el servicio como empleo de idiomas o elevadas notas en controles reputacionales, o incentivar cursos de buenas prácticas, conducción eficiente, o promover premios al cuidado de los vehículos y otras iniciativas de excelencia, etc. Y sobre todo, apoyar económica y administrativamente la aplicación de la tecnología en el servicio, así como abrir y compartir las fuentes de datos que produce la ciudad a todos los operadores. Los datos de la ciudad deben ser en beneficio de la ciudad.

Otra contribución decidida para dotar de una imagen característica, de vanguardia y calado internacional para el taxi de Madrid, podría ser la convocatoria de un concurso público entre grandes diseñadores de moda para el diseño de prendas de trabajo que unifiquen y den coherencia a las diversas iniciativas que asociaciones y emisoras tradicionales están realizando en este ámbito de la imagen corporativa.  

Cambiando círculos viciosos por círculos virtuosos, a buen seguro que un gran edil fomentará mejores taxistas y viceversa. Los usuarios, sobre todo los habituales, lo agradecerán y premiarán con su elección prioritaria del servicio de taxi, orillando a otros concurrentes. Otras ciudades, españolas y del mundo, ya han iniciado esta tarea compartida. 

Madrid tiene cuatro años por delante para ser ejemplo de ciudad moderna y con un gran servicio de taxi. Adelante.

Emilio Domínguez del Valle

Abogado. Secretario Técnico de la Federación Española del Taxi (FEDETAXI).