Aquí tendría el mismo trato, respeto, admiración y aprecio que se le tiene a Steve Jobs, Bill Gates o Jeff Bezos.

Si Juan Roig fuese estadounidense su presencia en diversos campos de la sociedad sería más notable, se le consideraría como un ejemplo a seguir y muchos serían los jóvenes que querrían emular su iniciativa para emprender su propio modelo de negocio en un sector que no podía adivinar la que se venía encima con su particular visión basada en la familia Hacendado.

Personalmente me parece un caso excepcional, aunque como consumidor pudiera preferir otras marcas aparte de las suyas propias. Para eso hay otros supermercados, nadie está obligado a comprar en Mercadona, faltaría más. Mercadona tiene haters, pero también fans, y estos últimos parece que ganan por mayoría, a tenor de los resultados de la compañía.

Si Juan Roig fuese norteamericano sería mucho más fácil escuchar a cualquier persona decir que es un empresario admirable y fuente de inspiración, y que ojalá el país tuviera docenas como él, pero aquí en poco tiempo saldrá alguien a decir que de admirable poco, y enumerará todas las maldades que se le puedan achacar a un empresario.

Mi experiencia en redes sociales y en ciertos foros, cuando he elogiado la figura de los grandes e inspiradores empresarios españoles ha sido muchas veces agridulce: mientras que para mí los Juan Roig, Amancio Ortega o el fallecido Isidoro Álvarez entre otros son héroes del emprendimiento y del espíritu de esfuerzo y autosuperación, me sorprende cómo para muchos se trata de la más fiel encarnación de algún tipo de mal. Si fuesen empresarios de otro país, otro gallo nos cantaría. Esto es triste. La envidia siempre ha sido nuestro deporte nacional, lo del fútbol es mero postureo.

En todos sitios cuecen habas, como en todas las grandes empresas. No es oro todo lo que reluce y nunca llueve a gusto de todos. Y cierto es que nunca lo es en ningún sitio, pero en Mercadona están haciendo las cosas muy bien, y eso es una realidad visible y evidente.

Si Juan Roig hubiera desarrollado su negocio en Estados Unidos, los muros de Facebook y LinkedIn estarían poblados con citas célebres y frases inspiradoras, pero la realidad es que en este país ser el artífice de un gran éxito empresarial queda relegado, en el mejor de los casos, a la prensa económica.

No hay duda: si Juan Roig fuese norteamericano esta columna posiblemente no se habría escrito.

Por eso debemos reivindicar nuestras figuras empresariales de excepción, hagamos que cunda el ejemplo y que todos esos emprendedores latentes que esperan salir al mercado encuentren una sociedad que desea impacientemente su puesta en valor.