“La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena… ¡Que Dios nos coja confesados!".

A algunos nos resulta imposible pensar en colmenas sin asociarlas en la novela de Camilo José Cela. Pero en la colmena en la que vamos a entrar, llena a rebosar de comida, la posguerra queda muy lejos.

El autobús deja a nuestro pequeño grupo de periodistas en el polígono de Vara de Quart, en Valencia, pasadas las siete de la tarde. En ningún momento del día la colmena va a estar más tranquila. Hay tanta paz que, más que el bullicio habitual que cunde a diario, sólo se escucha la Cadena Dial. Poco después comenzarán a prepararse los pedidos, a las tres llegará el pescado fresco y de ahí, a repartir. 

No nos recibe Doña Rosa, la avara dueña del café, sino dos jóvenes directivos. Por un lado, Sara García, una ex de Amazon con licenciatura en ADE y experiencia internacional. Por otro, Juan Caballero, que lleva toda su carrera bebiendo del modelo Mercadona y que en menos de diez años ha pasado de coordinar una tienda en Barcelona a dirigir las operaciones de una de las apuestas estratégicas del grupo. 



García y Caballero no dejan de insistir en que esta colmena es un “laboratorio”. Utilizan la palabra “laboratorio” en numerosas ocasiones. Cada vez que se les pregunta sobre el futuro. Se niegan a predecir nada porque todo está en beta, todo es temporal y cualquier proceso puede mejorarse con el tiempo. 

ACMO

La colmena está dividida en dos plantas. En la de arriba están el comedor de empleados y las salas de reuniones. Es el planeta del trabajo de oficina. En lugar de la ACME del Correcaminos y el Coyote tienen un ACMO (Atención al Cliente de Mercadona Online).

También en la planta de arriba está el estudio fotográfico, el lugar en el que Mercadona fotografía cada uno de sus productos para colgar en alta definición la imagen en la aplicación y en la web. Lo bastante grande como para poder mirar la lista de ingredientes.

En el resto de España, donde sólo tenemos la web carpetovetónica que los clientes utilizamos y odiamos al mismo tiempo, la idea de poder ver los productos antes de comprarlos parece casi mágica. “Hay ‘jefes’ de otros sitios de España que no pueden comprar en la web nueva pero que utilizan la aplicación para ver qué es cada producto”, reconocen nuestros guías. 

La planta de arriba nos ofrece, además, una visión cenital del corazón de la colmena. La foto que preside este reportaje se tomó desde ahí. El autor de estas líneas ha visto muchos centros logísticos de compañías punteras, pero ninguno como éste. Imagina que un gigante arrancase un Mercadona de entre sus cuatro paredes, lo llevase a una nave logística, y lo soltase ahí.

Las entradas y salidas de mercancías están ahí, como las líneas de pintura que marcan dónde irán los palés. Pero en el centro de la nave, como una nave extraterrestre en plena Área 51, hay algo que se parece mucho a un Mercadona. 

Sin embargo, en cuanto bajas las escaleras te das cuenta de que si es un Mercadona es el que podrías encontrar al otro lado del espejo de Alicia. Cuando preguntamos a Sara y a Juan por qué las estanterías están plagadas de productos que no tienen nada que ver los unos con los otros, identificados sólo con números y códigos de barras, la respuesta podría venir del gato de Chesire: “Ponemos juntos que no se parecen para no equivocarnos al cogerlos”.

Y tiene todo el sentido. Si uno de los trabajadores que preparan los pedidos se encontrase dos productos muy similares pegados, podría leer el código correctamente pero confundirse al coger el pedido. Si pones una lata de sardinas al lado de una botella de dos litros de Coca-Cola, limitas las posibilidades de fallar. En otra sección, los productos no están agrupados por la diferencia, sino porque son todo “blanditos”.

Las colmenas no son tan distintas de las tiendas tradicionales. En ambos casos, hay alguien haciendo la compra por ti. La diferencia es que aquí es un señor subido a una máquina enorme de Toyota dotada con una pantalla y un software diseñado en la casa, que va llenando cajas con los productos que has elegido. Seis compras por cada máquina y una hora para completarlas todas. 

7,21 euros

¿Por qué Mercadona no se limita a cambiar la aplicación y la web en toda España, haya colmenas o no? Muy sencillo. Sabe que compras más cuando las tienes a mano, y eso es un problema si tu logística no está a la altura. Cuando Juan Roig afirma que tienen dominada la venta online se refiere a que, a igualdad de tarifa de envío (7,21 euros)  con la colmena puede vender sin perder dinero. 

Mercadona.es

Nótese, por cierto, que la cantidad no es aleatoria: son 1.200 de las antiguas pesetas. Porque la web que se utiliza en el resto de España es tan vieja que sigue incluyendo los precios de compra en pesetas. El precio de envío lleva más de quince años sin cambiar.

Qué se compra más en Mercadona

La colmena está compuesta por 325 módulos de estanterías fabricadas por Mecalux y repartidos en distintas áreas: está la general, la de alta rotación, la de horno, la pescadería, los refrigerados a 12 grados y a 3 grados y los congelados. Una de las más interesantes es la de alta rotación, donde vemos qué productos se piden más en la web. Leche, Coca-Cola y otros refrescos, papel higiénico, cervezas…

Las estanterías tienen 2,5 metros de altura y entre tres o cuatro niveles de almacenaje en función del tamaño de las cajas. Este nuevo sistema ha multiplicado por cuatro la productividad en comparación con la preparación de pedidos en tienda, cuando un señor coge tu pedido y se recorre la tienda haciendo la compra por ti.

La primera colmena de Mercadona, que empezó sirviendo a una docena larga de códigos postales y que hoy atiende a casi un centenar de poblaciones, está enviando ya 800 pedidos al día. Nuestros guías aseguran que no saben dónde está exactamente el límite. Adivine le lector por qué. Exacto: porque es un laboratorio.

Teniendo en cuenta que Roig anunció en la presentación de resultados que la compañía factura 2,2 millones de euros al mes, podemos asumir que el ticket medio de esta peculiar tienda-almacén está en el entorno de los 90 euros. No está mal, si tenemos en cuenta que la nueva web incorpora un pedido mínimo de 50 euros.

Datos clave de la 'colmena' de Mercadona.

8.000 referencias

La colmena tiene alrededor de 8.000 referencias que representan el hueco de las opciones. Faltan, básicamente, las que son muy regionales. Es sorprendente, por inesperado, o si la comparamos con otros centros similares, la falta de robotización. 160 personas trabajan en los pedidos, algunos de ellos traídas desde las tiendas que han dejado de prepararlos en el local. 

Y las nuevas herramientas que se han incorporado a la ‘colmena’ son antropocéntricas. Una muy llamativa es un lector de código de barras que se ponen los trabajadores entre los dedos índice y corazón y que les deja las manos libres. También hay una plataforma amarilla con ruedas a la que llaman cariñosamente ‘Ferrari’ para trasladar sin esfuerzo pilas de cajas.

Hay otra consigna que parece antirrobótica: “Nuestro criterio para embolsar es hacerlo como si la compra fuese para nosotros”. De hecho, Sara García asegura que, si pides helados, es posible que te lleguen en mejor estado comprados a través de la aplicación que si los compras tú mismo.

Esto se debe a los furgones de 3 temperaturas que utilizan, a los que llaman F9 y F15 en función del número de pedidos que caben. Con este modelo, la compra llega en 35-40 minutos y alcanza ya un radio de unos 40 kilómetros. Tienen, incluso, un camión de tres temperaturas enchufado a la pared de la colmena.

“Es otro laboratorio”, concluyen nuestros cicerones antes de despedirnos. La última pregunta es, precisamente, por qué no hay más robots o si los habrá en el futuro. Pero recuerde el lector lo que escribíamos al principio de este artículo: no se puede predecir nada.

Así que no le cojan demasiado cariño a esta ‘colmena’. Porque Mercadona no tiene demasiado miedo al cambio ni a cambiarlo todo de sopetón. Puede que en un par de años, cuando ya se hayan expandido por media España -o al menos por las grandes ciudades-, sus colmenas sigan siendo muy parecidas al modelo que hoy nos enseñan. Pero también pueden ir cambiando hasta hacerse irreconocibles. Como los uniformes de los trabajadores o las propias tiendas, que hace unos años no tenían puestos de jamón, máquinas de zumo de naranja o platos preparados.