"Patxi es un buen tipo", te dicen todos aquellos que le conocen bien. Pero no ha sido suficiente. Francisco Arteche fichó como CEO de Euskaltel después de más de una década en Microsoft. Estábamos en mayo de 2016, cuando la acción cotizaba cerca de los diez euros. Hoy ronda los 8 y, básicamente, se debe a que el mercado prevé movimiento con la inminente toma de control por parte de Zegona. Si es listo, estará buscando trabajo.

En su defensa hay que decir que nadie fichó a Arteche para revolucionar Euskaltel y que se dedicó, básicamente, a hacer aquello que dijo que haría al llegar. Su intención fue siempre centrarse en ofrecer soluciones al mundo de la empresa y por eso hizo cosas como anunciar una alianza con Microsoft. Todo para "permitir al operador de telecomunicaciones convertirse en protagonista de la transformación digital de las empresas clientes y de las instituciones en los mercados en los que desarrolla su actividad, al tiempo que acomete su propia digitalización interna”.

El problema es que mientras Arteche se dedicaba a sus empresas e instituciones, MásMóvil seguía disparada como un cohete y se dedicaba al negocio principal de las operadoras, un negocio que Euskaltel ha despreciado sistemáticamente, anclada en su vieja obsesión por ser el operador vasco, por mantener márgenes de beneficio brutales y sin ambición de crecer más allá de adquisiciones como Telecable o R.

Zegona sabe que no vale ser cabeza de ratón y está dispuesto a subirse a la cola del león del mercado nacional de las telecomunicaciones, vendiendo en toda la geografía nacional y con José Miguel García como líder de la compañía y de la marcaza Virgin. Si García consiguió levantar Jazztel, que era un vertedero cuando cogió las riendas y la convirtió en un brillante, lo que puede hacer con Euskaltel puede suponer un verdadero un dolor de cabeza para sus cuatro competidores. 

Cuando llegue ese momento, en pocas semanas, Arteche tendrá ocasión de salir de la compañía con la cabeza muy alta porque se dedicó a hacer aquello para lo que le ficharon. Aunque las cifras del negocio de pymes estaban al cierre de 2018 peor que al término de 2016, al menos el dato de crecimiento en grandes cuentas sí registró incrementos. El error, en realidad, fue de quien pensó que en el momento de mercado actual, ser amarrategui era la solución.

José Carlos Cuevas era hasta la semana pasada el director financiero de Duro Felguera. Un cargo desde el que capitaneaba las delicadas finanzas de la ingeniería que tras una ampliación de capital de 125 millones de euros, ha vuelto a una situación de quiebra técnica. Los deterioros registrados en los proyectos en marcha han devuelto el patrimonio de la compañía a negativo, obligando a buscar una nueva ampliación de capital o a adoptar medidas urgentes que reequilibren la situación patrimonial. 

Cuevas deja la empresa casi como la cogió: en quiebra técnica. Lo hace después de haber sido uno de los responsables de la última ampliación de capital, pero también de ser la 'garganta profunda' de la fiscalía en el caso de Venezuela. Él fue el responsable de las filtraciones de documentos al fiscal sobre las operaciones en aquel país, y que terminaron en un registro policial en la sede de la compañía. 

Su cabeza estuvo sobre la mesa el pasado mes de mayor cuando los anteriores accionistas de Duro Felguera solicitaron su cese inmediato tras las revelaciones de EL ESPAÑOL. La situación que vivía entonces la empresa, y la división de los accionistas, no aconsejaron hacer cambio alguno. Ahora, en cambio, la situación es distinta. Con un núcleo duro de propietarios nuevo, capitaneados por la familia Fernández de Gor (propietarios de Mayoral) y los Urquijo, Cuevas se ha convertido en una de las últimas piezas en caer del antiguo equipo directivo.