Me llamo David Bonilla y soy un tipo normal que hace cosas normales. Eso si, normalmente, las hago con ordenadores. Llevo casi 20 años desarrollando, diseñando y vendiendo software. He trabajado en varias compañías y fundado algunas. La última, intenta resolver el inmenso problema que supone para las empresas encontrar talento técnico.

La Bonilista y El Español Hugo Tobio

Desde 2011 escribo una lista de correo semanal sobre los entresijos, dimes y diretes de la industria informática -la Bonilista- que, poco a poco, ha llegado a los 10.000 suscriptores irredentos -los tarugos- y ha generado a su alrededor una pequeña gran Comunidad que se reúne una vez al año en su propio evento, la Tarugoconf. A partir de esta semana, la Bonilista también se publicará aquí, en EL ESPAÑOL.

En realidad, yo quería que me publicaran en La Voz de Galicia para intentar ganarme de una vez por todas el respeto de mi suegro Benito, que lo tiene como diario de cabecera, pero -después de dar la murga infructuosamente durante años- voy a tener que empezar a creer en eso de que nadie es profeta en su tierra, natal o de adopción.

Creo que Benito piensa que soy un poco gilipollas. Al menos eso es lo que dijo -“este chico es gilipollas”- cuando aparecí por casa con el tobillo esguinzado e hinchado como un melón, cinco horas antes de casarme con su hija. Por algún motivo que no consigo recordar, jugar un partido de futbol el mismo día de la boda “para desestresar” me pareció una buenísima idea, así que no descartéis que Benito tenga razón.

De hecho, no soy especialmente brillante ni he conseguido grandes cosas en la vida. Semana tras semana, sigo preguntándome qué aporto a las casi 10.000 personas que están suscritas a la Bonilista. Sólo soy un tipo que ha llegado a los 41 años con una razonable libertad para escribir sobre lo que piensa y la inconsciencia suficiente como para usarla.

La fidelidad a esa radical libertad me ha hecho pensarme muy mucho la propuesta de EL ESPAÑOL. ¿Encajarán mis textos bajo la cabecera del león a pesar de que, en algunas ocasiones, difiera con mucho de la línea editorial del periódico? Mis ideas se asemejan tan poco a las de algunos de sus colaboradores como las cejas de Daniel Lacalle a las mías, pero la oferta de Miguel Ángel Uriondo fue difícil de rechazar: ni un euro. Eso sí, a cambio de no cambiar ni una coma de mis textos. Ni. Una. Coma.

Pero, entonces, ¿por qué publicar en EL ESPAÑOL? ¿por un simple baño de ego? Puede sonar romántico y hasta naif, pero mi principal motivación es intentar honrar a la profesión que amo, llegando a los miles de Benitos que hay por ahí y que, como mi suegro, creen que los informáticos lo hacemos parecer todo complicado “para cobrar más al reinstalar Windows”. Si consigo que uno sólo de ellos entienda mejor qué hacemos con los ordenadores -y, sobre todo, por qué lo hacemos- habrá merecido la pena.

“A veces, publicas marcianadas técnicas que no encajan ni a empujones en un medio generalista como EL ESPAÑOL y nadie te hará ni caso, pero de vez en cuando escribes algún texto que podría interesar a una audiencia muggle, sin superpoderes informáticos” me contó Uriondo, con ese torrente de voz atropellada tan suya que hace que siempre que hables con él por teléfono tengas la sensación de que hay poca cobertura. Aún no sé si creo en EL ESPAÑOL, pero creo en Uriondo. Él será mi cabecera.

Antes de dar el sí a Uriondo, faltaba una X por despejar de la ecuación. ¿En qué beneficiaría esto a los tarugos, la Comunidad que se ha formado alrededor de mi lista de correo y que se ha constituido en motor y principal impulso de la misma? Siempre que he flaqueado y me he planteado si tenía sentido seguir escribiéndola ha llegado un mail de respuesta que me daba una nueva perspectiva sobre un tema o sugería una solución para alguno de los problemas que planteaba. También en esta ocasión.

A propósito de mis propósitos de Año Nuevo, Diego Bezares -programador de videojuegos y tarugo veterano- sugería recopilar de algún modo las distintas opiniones sobre los temas que planteaba la Bonilista, y eso es exactamente lo que haré en EL ESPAÑOL. Si alguien contribuye al debate con algún texto propio antes del jueves incluiré el enlace como “bola extra” al final de la columna y, en cualquier caso, los comentarios siempre estarán abiertos para el que quiera sumarse a la conversación.

El acuerdo también me permitirá publicar tal cual los patrocinios de la Bonilista y multiplicar la exposición de los mismos. A pesar de ello, he decidido no aumentar el precio. Supongo que ahora no sólo Benito, sino también vosotros pensáis que soy gilipollas, pero a mí me parece que así esta locura tiene sentido. Los tarugos seguirán recibiendo el contenido antes que nadie, pero ahora tendrán más mecanismos para interactuar con el mismo; EL ESPAÑOL consigue un contenido original sin coste; los anunciantes recibirán más valor sin aumentar su inversión y yo llegaré a una audiencia mayor. Todos ganamos, ¿qué puede salir mal?

En realidad, todo. Os mentiría si no os dijera que el salto da un poco de vértigo. Que da miedo que, con una mayor exposición, la gente confunda aún más el personaje con la persona y -sobre todo- que el canal pueda condicionar el contenido y cómo es percibido, pero los que me conocen bien saben que hay algo que aún me aterra más: levantarme un día preguntándome “¿qué habría pasado si lo hubiera intentado?”. No tener que contestar esa respuesta ha sido lo que ha guiado mi carrera profesional y, también, lo que me ha llevado hasta aquí.

La única línea roja que me he marcado es seguir siendo yo mismo, así que, no os puedo prometer que no haga el gilipollas, pero sí que intentaré que no se note demasiado.

ESTA BONILISTA FUE PUBLICADA GRACIAS AL APOYO DE IRONHACK

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(Ilustración original cortesía del dibujolari Hugo Tobio)

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