La alianza que Cabify y UGT acaban de protagonizar para buscar mejoras en las condiciones laborales de los trabajadores de la VTC tiene múltiples lecturas. ¿La primera? La más evidente: que la empresa fundada por Juan de Antonio quiere ‘blanquear’ su imagen y despejar dudas sobre los trabajos que oferta.

Para darle un mayor empaque, y dado que la plataforma no tiene conductores contratados, ha sumado al carro a Unauto, la patronal del sector, y al principal proveedor de coches VTC que hay en el mercado: Vector Ronda, que tiene el 15% de cuota de mercado.

Los tres actores más importantes del sector se unen a uno de los grandes sindicatos de nuestro país en busca de mejoras laborales. Todo un logro que comenzaba, como ellos mismos explicaron, el pasado verano. El día en el que los taxistas salieron a la calle a defender sus puestos de trabajo y exigir al Gobierno que limite la presencia de Uber y Cabify en las calles; sobre todo, en las de Madrid y Barcelona.

La apuesta de los taxistas era un todo o nada. Elevar al máximo la presión sobre un Gobierno de 84 diputados, que busca resistir la legislatura, y al que no le viene bien una foto de la Castellana colapsada por los taxis. ¿El resultado? Es conocido por todos: se prepara un decreto que se aprobará el próximo viernes para trasladar a las Comunidades la potestad de legislar VTC, dando así la posibilidad de crear la licencia urbana que reclaman los taxistas.

Todo preparado

Se trataba de una acción coordinada, más estudiada de lo que parecía, y fruto de los años de lobby que llevan los taxistas en España. Saben a la perfección cómo colapsar una ciudad con unos centenares de coches, y son conscientes de la presión que supone para un Gobierno que los ciudadanos no puedan moverse por la ciudad.

Pero los taxis no sólo se movieron en las calles. También lo hicieron -y lo hacen- en los despachos. Su capacidad de trabajo y presión ante los grupos parlamentarios es digna de envidiar, sabedores todos (representantes del sector y políticos) de la enorme cantidad de votos que hay detrás de ellos. No olvidemos que hay más de 100.000 familias que dependen del Taxi, y que también tienen que votar.

Así que visto lo ocurrido, en el sector de las VTC empezaron a preguntarse cómo ganar la batalla al Taxi. Al final hablamos de empresas. De empresarios que, como suele ocurrir, no saben movilizarse (y eso que entre los 'amos de la VTC' alguno ya tiene experiencia en movilizaciones). Y, desde luego, les cuesta mucho movilizar a unos trabajadores en contra de un Gobierno -pese a que les expliquen que pueden perder sus puestos de trabajo-. ¿Quién se va a jugar que le partan la cara en la calle en una huelga por 1.100 euros? Poca gente. Aquí no hay licencias que defender por los empleados, al contrario que en el Taxi.

Esa dificultad sólo podían resolverla como lo han hecho, aliándose con un sindicato que pueda generar la ilusión y la movilización de los trabajadores. Y ahí viene la segunda lectura del acuerdo con Cabify: ahora el Gobierno ya no lucha sólo contra las empresas, también tendrá enfrente a la UGT.

Una elección intencionada

La elección de UGT no es casual. Aunque entre las asociaciones del Taxi la acusen de traidora, el sindicato de Pepe Álvarez habrá hecho sus cuentas: 15.000 empleados que, según las estimaciones de la patronal serán 45.000 en dos años. Por tanto, hablamos de una base de posibles afiliados muy elevada, algo de lo que andan escasos los sindicatos en este momento.

Pero ya no es sólo eso. Cabify, Vector y Unauto han sumado al carro a UGT ante un gobierno del Partido Socialista. Es decir, se han aliado con el sindicato del Partido Socialista, aquél con el comparte raíces y una alianza histórica que comenzaba cuando Pablo Iglesias lideraba el sindicato entre 1899 y 1928. Ahí es nada.

Un golpe en la línea de flotación del PSOE de Sánchez, que ya ha recibido el primer aviso: “UGT y los representantes del sector comparten su preocupación por el impacto negativo que tendría la atomización de las competencias (de VTC) entre las Comunidades. La heterogeneidad de criterios y políticas representaría un hándicap a la representación de los trabajadores, va contra la unidad del mercado y del establecimiento de unas relaciones laborales homogéneas”, dice el comunicado conjunto que firmaron.

Así que el primer aviso está lanzado. A partir de ahora UGT estará enfrente del Gobierno en este asunto. Un sindicato que sí sabe cómo movilizar trabajadores si fuera necesario, por lo que la alianza entre Cabify y UGT es todo un varapalo para el Partido Socialista, especialmente en términos morales y políticos.

Habrá que ver lo que ocurre a partir de ahora, los pasos que da el sindicato para que mejoren de verdad las condiciones de los conductores de Vector y Cabify, pero también del resto de empresas del sector. Nadie duda en el sector VTC que, a partir de ahora, el partido puede cambiar mucho. Veremos si es así, porque por ahora el Taxi lleva ventaja. ¿Darán la vuelta al partido?.