Erdogan, presidente de Turquía, en una imagen de archivo.

Erdogan, presidente de Turquía, en una imagen de archivo.

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Los inversores acotan el impacto de la crisis turca: "es una tormenta pasajera"

14 agosto, 2018 00:36

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Turquía, Erdogan, Donald Trump, Banco Central Europeo y lira turca. Estas son las palabras que más se han repetido en el mundo económico desde hace varios días. La crisis económica que vive el país otomano ha vuelto a poner patas arriba la estabilidad que reinaba en los principales mercados mundiales, incluidos los emergentes.

Cuando los inversores acababan de superar la inestabilidad argentina, gracias a la inyección de 50.000 millones de dólares del FMI, han tenido que lidiar con otra grave crisis que azota a los principales mercados: la guerra comercial de Donald Trump con el resto del mundo.

China y Estados Unidos siguen manteniendo el pulso desde hace meses. Aranceles a productos tecnológicos o materias primas han sido los principales protagonistas de esta guerra. Luego apareció en escena Europa: alimentos, metales o coches fueron los principales damnificados aunque Juncker y Trump llegaron a un acuerdo para destensar estas relaciones.

Y ahora llega el momento de Turquía. Donald Trump ha impuesto unos importantes impuestos al acero y al aluminio, por lo que vender estos materiales en territorio estadounidense cuesta hoy un 20% más que hace una semana. El país otomano tiene problemas con el Gobierno estadounidense debido a la detención del pastor evangélico Andrew Brunson, quien está acusado de apoyar el golpe de Estado de 2016 en Turquía.

Este hecho ha provocado que la lira turca se haya visto afectada con una depreciación sin precedentes. La moneda del país llegó a caer hasta un 18% durante el pasado viernes. Y este lunes continuó con su particular vía crucis y perdió casi un 7% a la vez que superaba la barrera de las 7,00 unidades por dólar.

Por otra parte, mientras la lira se hundía, el riesgo del impago de deuda - credit default swaps (CDS)- se situó en máximos históricos. Este parámetro tocaba los 436 puntos básicos el pasado viernes lo que significa que ha crecido hasta un 26% en menos de una semana.

Turquía intenta frenar la crisis

Entre tantas malas noticias el gobierno de Erdogan ha tenido que maniobrar para dar una solución a esta crisis. Para empezar, Turquía aprobó la imposición de restricciones a las operaciones de swap en divisas de los bancos del país otomano en respuesta al desplome sufrido por la lira turca.

A su vez, el Banco Central de Turquía aseguró que dotará a los bancos del país de "toda la liquidez que necesiten", además de reducir el ratio de reservas obligatorias exigida a las entidades turcas como respuesta a las turbulencias que han hundido más de un 40% el valor de la lira turca y en apoyo del funcionamiento eficaz de los mercados.

Una tormenta de verano

Los inversores miran con recelo lo que ocurre en el país otomano y, por tanto, las ventas se han impuesto a las compras durante las últimas sesiones en las principales plazas bursátiles europeas. El Ibex 35 se ha dejado más de un 2,5% desde el pasado jueves. Cifras parecidas tiene el Dax alemán que retrocede casi un 3%, mientras el Dow Jones cae casi un 1%.

No obstante, y a pesar de estas caídas generalizadas, los analistas indican que esta crisis no tendrá graves consecuencias a medio y largo plazo. A pesar de que la guerra proteccionista está lastrando a los mercados emergentes -caso de China y ahora Turquía-, desde el departamento de análisis de Bankinter indican que “no es factible que Turquía tenga por sí misma la capacidad de parar el ciclo, pero sí bloqueará a las bolsas en el inmediato corto plazo y dará soporte a los activos refugio. Tampoco anticipamos un contagio al resto de países emergente” subrayan.

Las principales razones por las que Turquía no pesará en las grandes bolsas son “las propias circunstancias geopolíticas, su reducida representación en el PIB mundial -apenas un 1%- y su poco peso en los índices globales”. No obstante, Bankinter augura que se produzca un “colapso interno de la economía con debilitamiento de la lira”.

Para Felipe López, analista de Self Bank, “lo lógico sería que el Banco Central de Turquía tomase medidas drásticas para tratar de frenar la sangría, y que poco a poco las aguas volviesen a su cauce”. En este sentido, el experto echa un vistazo atrás para explicar la situación convulsa que se ha presentado estos días: “En anteriores ocasiones hemos visto como crisis puntuales de algunos países han generado mucho ruido en un primer momento, pero luego han pasado a un segundo plano. Es el caso de Argentina en el mes de mayo. Vimos durante varios días a valores como Telefónica, DIA o Prosegur muy castigados, pero poco a poco se fueron recuperando”.

En este contexto, otro equipo de análisis que se ha querido pronunciar respecto a Turquía es el de Berenberg. Los expertos de la compañía consideran que “si las autoridades no restablecen pronto la confianza es bastante probable que se pueda producir una recesión y una crisis de deuda que obligara a Turquía a aplicar controles de capital y a pedir un rescate del FMI”. Este hecho, según los analistas, podría provocar lo que popularmente se conoce como un corralito. Es decir, una limitación para obtener liquidez en los cajeros.

La banca sufre a corto plazo

Este sobresalto en los mercados se debe, principalmente, a la noticia que adelantó Financial Times. En ella, se aseguraba que el Banco Central Europeo ponía bajo vigilancia a varias entidades que tenían una fuerte exposición en territorio turco. Entre ellas estaba el BBVA.

Cabe recordar que el 7% de la cartera de renta fija de BBVA se encuentra invertida en bonos turcos, o lo que es lo mismo, 8.600 millones de euros. A su vez, la entidad tiene invertidos unos 7.000 millones de euros en el casi 50% del banco turco Garanti Bank. Este hecho podría suponer que para la entidad “el  impacto de esta crisis la podríamos ver en los próximos resultados en forma de partidas contables para reflejar el menor valor de su participación del 49% en el banco turco Garanti y de su cartera de bonos”, indica López.

El desplome bursátil de BBVA ha propiciado cierto contagio a sus compañeros de sector. Esto se debe fundamentalmente a que “la debilidad del euro pone de manifiesto que hay miedo a que la situación de Turquía perjudique los intereses económicos de la eurozona, debido a las fuertes relaciones comerciales y económicas que le unen al país”, explica Felipe López.

Los bancos españoles son los que registran una mayor exposición a Turquía con 80.898 millones de dólares (70.848 millones de euros), cifra que representa el 36,2% de la exposición de la banca internacional al país otomano, según los datos del Banco de Pagos Internacional.