La inversiones sostenibles han dejado de ser parcela de la responsabilidad social corporativa para hacerse hueco en las inversiones anuales de las grandes compañías. De hecho, en las negociaciones entre fondos de capital y las corporaciones ya se exigen hojas de rutas para dedicar una parte del presupuesto en la inversión en medioambiente, en igualdad social o en gobernanza corporativa.

La calidad de nuestro alrededor preocupa, y mucho. La emisión de carbono a la atmósfera, el cambio climático, la igualdad entre hombres y mujeres o la pobreza infantil son los grandes retos a resolver por parte de las compañías, que ya invierten en las denominadas finanzas sostenibles. Según fuentes del sector, la cantidad que destinan las corporaciones son de 70.000 millones de euros en activos bajo gestión y existen 1.750 inversores institucionales que apuestan firmemente por la sostenibilidad.

España, de hecho, se ha tomado en serio las finanzas verdes. Por ejemplo, la emisión de bonos verdes por parte de las corporaciones superaron los 5.000 millones en 2017. Dos de las empresas que más esfuerzos hacen por invertir en las denominadas las finanzas sostenibles son las energéticas.

Así, Iberdrola emitió bonos por valor de 2.750 millones el año pasado, liderando claramente este mercado en España -actualmente cuenta con 7.200 millones en financiación verde-. Repsol, por su parte, fue la primera petrolera en emitir 500 millones y Gas Natural se financió por valor de 800 millones a través de las inversiones sostenibles.

La banca española también se ha sumado a este nuevo modelo económico. Banco Santander y BBVA son las dos entidades que más firmemente han apostado por la inversión sostenible. Por ejemplo, el banco dirigido por Ana Botín lanzó dos nuevos fondos verdes y el de Francisco González lanzó una emisión de 4.300 millones de euros.

La UE y China plantan cara a Estados Unidos

La firma del acuerdo de París en diciembre de 2015 cambió el rumbo de la economía mundial. Y la Unión Europea, con Francia a la cabeza, ha marcado un nuevo camino para la sostenibilidad mundial. 

Otros países tradicionalmente poco respetuosos con el Medio Ambiente como China, también se ha sumado a esta apuesta que requiere una inversión de 180 mil millones de euros anuales para destinarlos en la eficiencia energética, la generación y transmisión de energía renovable y el transporte.

Mientras, y como viene siendo una constante, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se queda al margen. Incluso dentro de su propio país. El presidente estadounidense no cree en el cambio climático, no se toma en serio la brecha salarial, ningunea a los migrantes y no contempla en su programa medidas inclusivas y transversales.

A pesar de ello, fuentes del sector aseguran que este hecho no parará los planes a corto y medio plazo para la inversión en finanzas verdes. Además, muchos de los estados de EEUU han dado un espaldarazo a la nueva visión económica y se han adherido a los diferentes pactos mundiales para sumarse a esta nueva y necesaria tendencia.

Por otra parte, desde el sector de las inversiones también ven con buenos ojos la posición del nuevo gobierno de España ya que se ha propuesto, por ejemplo, en eliminar la energía nuclear o incentivar las energías renovables, así como las diversas medidas sociales que tiene en mente el Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Así pues, amén de Trump, tanto inversión privada como organismos públicos parecen remar en la misma dirección. Por eso, la Comisión Europea se ha puesto manos a la obra y en menos de un año ha tomado cartas sobre el asunto. El pasado 24 de mayo presentaba el Plan de Acción sobre Finanzas Personales.

Entre los objetivos del organismo europeo están el de reorientar los flujos de capital hacia una economía más sostenible, integrar la sostenibilidad en la gestión de riesgos en el sector financiero y fomentar la transparencia y el largo plazo.

Este último, desde el sector de las finanzas, lo consideran de una vital importancia para pensar en que las inversiones sostenibles deben verse a “largo plazo y no tener prisa en verse reflejado en los resultados del siguiente trimestre o siguiente año”.

Con estos objetivos que se ha marcado la Comisión Europea, con fecha de caducidad para 2030, se pretende reducir el 40% de las emisiones nocivas a la atmósfera, que el 27% de la energía provenga de las renovables y que se reduzca un 30% el gasto energético.