La página web satírica El Mundo Today publicó hace dos años una historia en la que contaba con sorna que Pedro Sánchez había retornado a su puesto de dependiente en El Corte Inglés tras abandonar su puesto como secretario general del PSOE. Incluso bromeaba sobre cómo se habría aprovechado de las puertas giratorias existentes en el centro comercial y de su experiencia política para ascender en la sección de Caballeros y convertirse, en pocas semanas, en jefe de planta.

Cómo ha cambiado todo. No hace tanto, Sánchez era el perdedor de la batalla con una Susana Díaz que siempre estuvo a punto de cruzar el Rubicón y que no llegó a pasar del Guadalquivir. En aquella época, Díaz era la baronesa rampante y Sánchez, apenas un retal que devolver a los grandes almacenes.

Durante años, la buena planta de Sánchez en traje le convirtió en motivo de burla. Muchos quisieron insultarle al compararle con un dependiente. Y era un insulto raro. Más que nada, porque los dependientes de El Corte Inglés siguen siendo hoy un ejemplo no sólo de buena presencia, sino también de excelente trato al cliente. Han sabido ofrecer, a lo largo de los años, una imagen casi inmutable de confianza y de serenidad ante la tensión de la que carecen muchos políticos.

Ya hubiera querido Puigdemont tener durante los pasados meses de octubre y noviembre la resiliencia de quienes envuelven cientos de regalos cada Navidad al día sin perder la sonrisa. No es fácil ver una sección de los almacenes tan vacía como Rajoy dejó su escaño. Un dependiente de El Corte Inglés nunca cogerá por los hombros a una clienta bajita para burlarse de ella.

Es verdad que, en un entorno en el que los clientes están más informados que nunca, a veces un dependiente puede aportar menos información que Google. Pero la edad media del público es bastante alta, como la del votante, y a mucha gente le tranquiliza ver a un señor alto y guapo con corbata haciéndose cargo.

Puede que a veces los vendedores se equivoquen, porque son personas y son muchos. Puede que sea más difícil sacar a Dimas Gimeno de la presidencia de El Corte Inglés que a Rajoy del Gobierno. Pero si Amazon tiene mucho que enseñar a estos grandes almacenes sobre cómo vender a través de Internet, El Corte Inglés todavía tiene muchas lecciones que dar cuando hablamos del trato con personas.

En la película El diablo burlado (1941), el magnate de centros comerciales J.P.Cumming, interpretado por Charles Coburn, se hacía pasar por empleado y aprendía una o dos cosas de la vida. El “jefe de planta” interpretado por Sánchez ha enseñado también una o dos cosas a sus competidores durante unos días de película.

No cuesta imaginarse a los trabajadores de El Corte Inglés festejando casi como una reivindicación la elección de un perfil de jefe de planta como presidente del Gobierno. Es un baño de autoestima para una ajetreada campaña de verano en la que han conocido demasiadas tormentas. Muchos tendrán un nuevo héroe: un dependiente de tintes homéricos que parece inventado por Emidio Tucci y que, tras muchas penalidades, ha derrotado al villano y se ha quedado con la Moncloa. Además, como el superhéroe de Marvel Pantera Negra, se ha rodeado de mujeres fuertes. 

Si bien la debilidad de su gobierno provoca dudas razonables sobre la duración del idilio o la necesidad de una secuela, Sánchez ha demostrado tener muchas más cualidades de las previstas por sus rivales y algunas peculiaridades que le distinguen sobre sus predecesores. Es, por ejemplo, el primer presidente que no tiene la carrera de Derecho -no la terminó- y que, en cambio, tiene la licenciatura y el doctorado en Ciencias Económicas y Empresariales -Felipe González empezó Económicas, pero se quedó a medias-. También habla inglés mejor que Aznar durante su etapa como presidente -aunque mejoró mucho en Georgetown-. Y, no nos olvidemos, ha ganado la primera moción de censura de la Democracia y ha conseguido llegar al poder con 84 diputados que hoy se nos antojan tan escasos como los 300 espartanos de las Termópilas.

¿Puede ser bueno para España un presidente “jefe de planta”? Está por ver. Pero mientras dure el Summertime del PSOE, nadie puede negar que Sánchez está viviendo una auténtica Semana Fantástica.