¡Cómo están los ánimos! Hablaba por teléfono estos días con el responsable de un banco que sólo atinaba a decir “no tiene sentido lo que están haciendo. Se les ha ido de las manos y se van a cargar la compañía”.

Sabía perfectamente que me hablaba de una importante empresa española que está estos días intentando decidir qué pasará con su presidente. Un directivo de la nueva generación que lleva tan sólo tres años y medio al frente de la misma.

Un presidente que, al igual que su tío, había destacado por la discreción más absoluta. La línea que seguía esa empresa de carácter familiar desde su fundación. Sin embargo, en los últimos tiempos el enfrentamiento en el seno del consejo ha hecho saltar todo por los aires.

Basta con ver cómo a ese presidente, que llegó por la desginación de su tío, le pusieron a finales de año no uno, ¡dos consejeros delegados! Vamos, que lo dejaron vacío de funciones. Su misión, a partir de entonces, era la de ser el representante de la sociedad. Todo un chairman a sus 42 años.

Oferta del otoño 

Una decisión que, en su momento, se adoptó por unanimidad del consejo. La paz parecía posible en aquel entonces. Así que las cosas quedaron más o menos tranquilas, según explican quienes conocen el entorno de la entidad.

¿Y cómo se logró esa paz? Pues aunque temporal, al parecer se le ofreció seguir al frente de la empresa manteniéndole como presidente (y no despidiéndole), pero también manteniendo su salario, su chofer, su despacho. Es decir, no variaba absolutamente nada, sólo debía dar un paso al lado.

Vamos, toda una bicoca. Un acuerdo que iba destinado a mantener la paz, pero también a mantener la unidad en la gestión y la discreción en la compañía. Pero al parecer el presidente no estaba de acuerdo.

Me cuentan que desde entonces  ha multiplicado sus apariciones en público. Que ha pedido una auditoría interna sobre el departamento de seguridad porque, a su juicio, se han cometido irregularidades. Y no sólo eso, que él insiste en que es el elegido para mantener el legado de su tío y que tiene que ser él quien lidere la compañía.

Quiere mandar

“Está empeñado en seguir mandando, pese a que se le han dado todas las oportunidades para mantenerse al frente de la empresa, pero con menos funciones”, me cuenta un amigo que conoce bien la situación. Así que el consejo se ha cansado y ha decidido apartarlo.

Él insiste en que no se va. Que se queda en la empresa. Hasta su entorno ha roto el silencio a través de una agencia de noticias. Ha declarado la guerra, me dicen. “Se ha atrincherado en su despacho, ha cogido la metralleta, está en rebelión”. Es lo que se comenta en el interior de la compañía.

Lo único que demuestra esa postura, dice un amigo mío, es una cosa: “está en la rampa de salida, lo sabe, y por eso se revuelve. Pero es cuestión de días”.

Esperemos que no se demore demasiado la vuelta a la paz, porque sobre la mesa hay 100.000 empleos directos, y un montón más de indirectos.

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