El fundador de Ikea e Ikano, Ingvar Kamprad, fue sin duda uno de los grandes emprendedores del siglo XX. Arrepentido de su pasado de nazi y conocido por su extremada austeridad y un modo de vida más humilde de lo que se acostumbra entre milmillonarios, fue un hombre apreciado en su país y que provocaba mucho respeto entre sus empleados.

Fallecido ayer, 27 de enero, rodeado de sus seres queridos en su casa de Småland, en Suecia, tras una breve enfermedad, uno de los peores de momentos de su vida se produjo cuando el diario Expressen encontró su nombre en los archivos del ultraderechista sueco Per Engdahl tras la muerte de éste, en 1994. En ellos, se reveló que en las primeras fases del negocio, entre 1945 y 1948, cuando apenas había cumplido los 20 años, Kamprad asistió a varias reuniones pronazis lideradas por Engdahl.

Ingvar Kamprad, en una foto de archivo.

"Es una parte de mi vida que lamento amargamente. Al principio me puse en contacto con un par de organizaciones de tipo nazi, e incluso pude que me hiciese miembro. Sin embargo, tras un par de reuniones al más puro estilo nazi, lo dejé", señaló en una ocasión. Consideraba que había sido el peor error de su vida.

Un fundador precoz

Nació en la misma localidad, en el sur de Suecia, en 1926. Con sólo 17 años fundó Ikea, la empresa de su vida y uno de los colosos industriales del país. En 1953 introdujo los famosos paquetes planos que forman parte del ADN de su actividad y en 1961 trasladó la actividad productiva a la Polonia soviética para minimizar los costes laborales.

Aunque era famoso por su frugalidad, hasta el punto de que muchos conciudadanos bromeaban con ello, y aunque impuso la teoría de que desperdiciar "era un pecado mortal en Ikea", tenía una mansión del siglo XVIII, una villa en Suecia, un viñedo en Francia y un Porche.

En 2012 afirmaba que estaba "demasiado ocupado para morirse", si bien en 2013 dejó la presidencia del grupo.

Aunque había protagonizado las listas de los grandes multimillonarios, las abandonó después de que en 2011 se demostrase que había transferido la mayor parte de su participación a la fundación de Lichtenstein que controlaba el grupo hacía décadas. Se debatió mucho sobre si era un gran acto de generosidad o un ingenioso recurso para evadir impuestos.

Pese a todo, nunca fue un hombre con los clásicos gustos de rico. Las anécdotas más tradicionales sobre su vida dicen que condujo durante años un viejo Volvo y que prefería volar en clase económica o comprar ropa barata. En 1973 salió del país para evitar una importante factura fiscal, pero volvió en 2014 al pueblo de Älmhult, cerca de la sede de la compañía.

"Siempre del lado de la gente"

“Estamos muy tristes por la muerte de Ingvar. Recordaremos su dedicación y su compromiso de estar siempre del lado de la gente, de no rendirse nunca y de intentar siempre ser mejor y liderar con el ejemplo”, afirmó en un comunicado Torbjörn Lööf, consejero delegado y presidente del grupo Inter Ikea.

La compañía recuerda que fue el típico emprendedor del sur de Suecia, trabajador y cabezota, “con mucha calidez y un brillo juguetón en los ojos”. “Trabajó hasta el final de su vida, manteniéndose fiel a su propio lema de que aún queda casi todo por hacer”, añadió el grupo.

Kamprad llevaba desde 1988 sin un papel operativo, pero seguía ejerciendo como consejero. “Lamentamos la pérdida de nuestro fundador y querido amigo Ingvar. Su legado será admirado por muchos años. Su visión de hacer una vida cotidiana mejor para mucha gente seguirá guiándonos e inspirándonos”, señaló por su parte Jesper Brodin, CEO y presidente del grupo Ikea.

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