Iñaki era un joven en la treintena. Llevaba un tercio de su vida fuera de su pueblo natal, Muro de Alcoy, de apenas 9.000 habitantes, en el interior de Alicante. Todos sus vecinos lo recordaban como un joven brillante que años atrás había decidido ‘hacer las Américas’. Pese a su perfil muy académico y sus ciertos miedos a dar el salto como emprendedor, tras más de una década entre másteres, carreras y estudios en las mejores universidades estadounidenses y británicas, decidió crear una aplicación para editar y compartir fotografías en las incipientes redes sociales. Era el germen de Pixable.

Algunos de sus vecinos pusieron dinero en el arranque. Uno era panadero, otro trabajaba en una fábrica… “Me recordaban de pequeño y pensaban que esto iba a ser el próximo Google… yo les decía que esto no iba así, que tenían que entender que el 90% de estas empresas fracasan”, explica en una entrevista con EL ESPAÑOL Iñaki Berenguer (40 años), en las oficinas de Coverwallet, su nueva aventura con la que pretende pasar más tiempo en España, en la planta 10 del edificio de Generali Seguros en plena calle Alcalá.

Esa pequeña compañía que creó en Nueva York (Estados Unidos) junto a Andres Blank, un compañero del Massachussetts Institute of Technology (MIT), fue vendida 4 años más tarde al gigante de las telecomunicaciones Singtel por 30 millones de dólares. Era sólo el primer paso de un emprendedor que, tras vender su segunda compañía a otro gigante (ThinkingPhone) ahora trata de construir una 'startup' en el mundo de los seguros para el que acaba de recaudar 18,5 millones de dólares de gigantes de la inversión como el británic Index Ventures, el estadounidense Union Square Ventures o Foundation Capital (en total ha atraído 30 millones de capital entre todas las rondas).

Un pasado entre libros

“Tengo un perfil más científico y académico; estuve en la universidad hasta los 30 años”, admite. Completó la ingeniería de telecomunicaciones en Valencia, mientras que cursó máster y doctorado con una beca de La Caixa en la Universidad de Cambridge en 2001. “Siempre había querido ir; había leído las biografías de Newton, Darwin, Hawkins… yo decía, si voy allí, algo se me pegará”, explica. Después logró una beca Fulbright para estar dos años en la Universidad de Columbia.

En 2005, cuando acabó el doctorado, muchas de las reticencias que tenía sobre el emprendimiento fueron derribadas por el jefe de su grupo de investigación. “Había montado diez empresas; a principios de los 80 hizo una empresa de módems que fueron líderes europeos y que vendió por miles de millones”, apunta el emprendedor. Se le había quitado el miedo a emprender. ¿La consecuencia? Un tiempo después viajó de nuevo a EEUU para cursar un MBA al prestigioso MIT -gracias a una beca de la Fundación Rafael del Pino- “con la idea de hacer una empresa”. Tenía 31 años.

Los (duros) inicios de Pixable

Un año después, en 2008, las redes sociales empezaban a ser un fenómeno de masas. El iPhone llevaba un año en el mercado. “De repente, la gente tenía una cámara de alta calidad en el bolsillo y un dispositivo conectado”, rememora. ¿Por qué no crear una herramienta para gestionar todo eso? Pixable lo era. Agregaba las fotos en una misma aplicación, las organizaba, las editaba

Los primeros meses, Iñaki y Andres se concentraron en crear un primer producto. Necesitaron nueve meses para recaudar 400.000 dólares. Un compañero del MIT puso los primeros 25.000 dólares con un cheque que obligó a crear oficialmente la sociedad para ingresar el dinero en una cuenta. Entre ese dinero estaba el de los vecinos del pueblo natal del español. “Era 2009; mucha gente había ahorrado dinero para dar la entrada para comprarse una casa y estalló la crisis inmobiliaria y como no iban a comprar me lo daban a mí”, rememora.

“Volvía todas las navidades y cuando llegaba al bar donde todos salíamos y me los encontraba me preguntaban por el proyecto”, apostilla. Las primeras ocasiones era fácil contarle las novedades. Pero conforme pasaba el tiempo surgía la inquietud. “’¿Crees que podremos recuperar algo de dinero?’”, le preguntaban. No entendían que el proyecto no tuviera ingresos y que se financiara mediante capital riesgo para hacer crecer su base de usuarios (llegaron a tener 10 millones).

Más allá de esa primera ronda, el primer dinero americano vino un año después, en 2010. El fondo Highland Capital y el español Adeyemi Ajao (inversor de otras compañías como Cabify y cofundador de Tuenti) ponían sobre la mesa 2,5 millones de dólares. ¿Por qué tardaron tanto? “Ven a un español que habla inglés con acento español, que no tiene una red de contactos fuerte en EEUU… les daba un poco de medio”, admite.

Su primera gran venta: ¿Demasiado pronto?

Durante años, convivieron de cerca con gigantes del sector que tenían relación con las fotografías: Facebook, Twitter, Dropbox… “Muchas de ellas tocaron a la puerta para comprarnos”, explica. Era principios de verano de 2012. Al mismo tiempo, Singtel, valorada hoy en más de 45.000 millones de dólares, y el operador japonés KDDI llamaron a la puerta. Querían invertir. No era mucho dinero pero querían entrar. Facebook acababa de comprar Instagram por 1.000 millones de dólares. El mercado estaba muy caliente.

Pero Iñaki y la compañía no querían más inversión. Tenían varias ofertas sobre la mesa. Lo único que hicieron fue ofrecer a estas operadoras la posibilidad de pujar. Y así lo hicieron. Singtel pidió exclusividad durante dos meses para negociar. Finalmente se llevaron el gato al agua: 30 millones de dólares en efectivo. Berenguer era el máximo accionista (aunque sin tener el control) y logró un gran ‘exit’. Sus vecinos multiplicaron, según reconoce, por cuatro sus pequeñas inversiones de menos de 10.000 euros.

Junto a parte de su equipo. Moeh Atitar

Pasaron apenas cuatro años desde su fundación. El mercado de las fotos en internet estaba muy caliente. ¿Vendió demasiado pronto? “Nunca lo sabes; piensas que puede ser una empresa de 1.000 millones de dólares o una moda pasajera”, explica.

¿Por qué no retirarse? Muchos momentos malos…

Su primera gran venta ya estaba cerrada. Tenía varios millones en el banco. Pero su mente ya estaba en otra idea. ¿Por qué no hacer algo parecido a Pixable pero con la información de contactos en internet? Quería agregar toda la información de personas y negocios en internet para identificar llamadas tanto en fijos como en móviles. “No tenía sentido hacerlo desde dentro de Singtel”, reconoce Berenguer. ¿Entonces? Llegó a un pacto con ellos: “Les dije ‘Si me dais dinero y la posibilidad de llevarme dos personas de aquí, vosotros sois accionistas mayoritarios y lo lanzamos’”. En un año lo dejaron salir. Era el arranque de Contactive.

Pero, ¿por qué no retirarse? “Es algo psicológico; el cerebro, cuando algo te ha ido bien, se olvida muy rápido de los momentos malos y se queda con los buenos”, explica. Es consciente de que hubo muchas renuncias, también personales. Sin embargo, pesaban más otras cosas. “Cuando estás en el día a día piensas que no vuelves a hacerlo; luego piensas que has ganado mucho dinero pero te acuerdas de lo que has aprendido, de los momentos buenos, de la adrenalina y además piensas que si lo vuelves a hacer no vas a cometer los mismos errores… aunque lo que no sabes es que tendrás otros fallos gordos”, apostilla.

Rememora uno de esos momentos complicados relacionado con una etapa buena, la venta de Pixable. Se casaba en julio de ese año 2012 con la que hoy es su mujer. En mayo ya estaba negociando la operación. Quería anunciarla en la boda, para luego hacer “un superviaje” con el que compensar cuatro años “de muchas renuncias a vacaciones y demás”. “La venta se retrasó hasta septiembre; vine a la boda un viernes por la tarde, me casé el sábado y el domingo me volví a Nueva York… cancelé el viaje de novios, no hice despedida de solteros…”, recuerda tras torcer el gesto.

Contactive, un año después

Pese a todo, Berenguer se preparaba para Contactive. Con el respaldo de Singtel, lo puso en marcha. Su herramienta estaba disponible como una ‘app’ para el móvil pero también como herramienta para teléfonos fijos y centralitas de empresas. “Nos dimos que tenía una utilidad muy grande para gente que trabaja en el departamento de ventas”, apostilla.

De esta forma, lograron el certificado de gigantes tecnológicos como Cisco, Salesforce o ThinkingPhones. Así, empresas con centralita podían comprar el módulo de Contactive para poder tener información de contactos e, incluso, podían contactar su gestor de clientes (CRM) para el registro de llamadas. Su modelo de negocio: cobraban una comisión (desde 4 dólares por usuario) por explotar esa herramienta.

Esa relación con los gigantes tecnológicos volvió a despertar el interés de compra. Pero en la mitad de tiempo que en el caso de Pixable. ThinkingPhones fue el que, en este caso, se llevó el gato al agua. La cantidad no se ha dado a conocer. Berenguer se limita a asegurar que gran parte fue en forma de ‘stock’ y el resto en efectivo que fue a parar a los inversores.

Berenguer se convertía en accionista de ThinkingPhones tras la venta de la compañía, en la que quedaron 18 empleados tras varios ajustes (de los 25 con los que llegaron a la venta). Si el emprendedor se quedaba hasta tres años en la compañía lograba el total de las acciones que le correspondían. Sin embargo, él decidió girar. “Ya había ganado dinero con Pixable; quería ir a por una cosa mucho más grande; no quería quedarme tres años más”, explica.

Coverwallet… el proyecto más maduro

La historia se repetía. Berenguer salía de la compañía que había creado y vendido. Tenía sobre la mesa ofertas para unirse a fondos de capital riesgo en Estados Unidos y España. “El fondo es el tipo de retiro que me gustaría tener; trabajar 24 horas al día pero donde tú quieras porque no tienes a nadie reportándote a ti directamente”, apostilla. Pero no quería dar ese paso, todavía.

Tenía varias ideas de negocio en mente. El mundo de los seguros era el que más le llamaba. No, precisamente, porque fuera tan ‘sexy’ como el de las fotografías sociales o el de las apps de contactos, sino por sus vivencias. En su infancia, su padre vio cómo se quemaban las 200 colmenas con las que se ganaba la vida y que vendía a las turroneras de Alicante. No estaba asegurado. Años después cuando Pixable arrancaba tuvo que contratar una póliza multirriesgos. El farragoso proceso para contratarlo en Estados Unidos fue el detonante.

Berenguer en las oficinas. Moeh Atitar

Antes de arrancar, había una sola condición: “La quería montar en EEUU [en Nueva York donde tienen la sede las principales aseguradoras del mercado] porque tiene más potencial, pero con parte importante del equipo en España para poder venir muy a menudo en verano o Navidad”. Dicho y hecho. Hoy tienen una oficina en plena calle Alcalá. En la planta 10 del número 21. En un edificio, curiosamente, propiedad de la aseguradora Generali.

“Años al frente de Coverwallet”

¿El modelo de negocio? Un ‘broker’ de seguros con el que vender y gestionar pólizas de grandes aseguradoras a través de internet y dirigidas únicamente a empresas. Su mercado: por ahora, sólo en Estados Unidos. Tienen licencia para operar en los 50 estados. ¿Cuáles fueron las diferencias de los orígenes en este proyecto? En las primeras semanas ya lograron 2 millones de dólares de inversores en una ronda de capital semilla en Estados Unidos. El pasado mes de octubre lograron un espaldarazo de 18,5 millones de grandes inversores como Index o Foundation Capital.

Por ahora quieren crecer en Estados Unidos, un mercado gigante. Han surgido dos competidores destacados. Ya cuentan con “varios miles de clientes” y dos oficinas en Nueva York y España. En la capital madrileña tiene una parte importante del desarrollo, mientras que en EEUU hay unos 70, con parte del equipo de 'Producto', inteligencia de producto, marketing, ventas y atención al cliente.

No lleva ni dos años de actividad. ¿Ve Iñaki el mismo escenario que con las dos anteriores? “No, esta es una compañía que, por tamaño del mercado, ‘timing’ en el que hemos empezado, tipo de inversor que hemos atraído, puede salir a bolsa”.

“Nunca se va a hacer un Silicon Valley aquí”

Con todo, durante estos años, Berenguer ha ido invirtiendo dinero en ‘startups’ españolas. Ha creado una cartera de hasta 30 inversiones, entre las que ha habido ventas como Ducksboard, Blink o Clicars y entre las que se encuentran otras como Geoblink, Cabify, OrbitaladsTiendeo, Peertransfer o Localistico. “Hace 10 o 15 años, los proyectos en España eran copias americanas; ahora los proyectos que nacen piensan en el mercado español, en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos”, explica. Y apostilla: “Son gente que se ha formado en el extranjero, han montado en España y desde el primer día han pensado en vender fuera”.

¿Qué no le gusta del ecosistema español? “Todavía hay muy poco talento con experiencia”. Explica que la gente buena sigue yéndose a grandes corporaciones y no a startups. “Aunque tengas dinero, es difícil encontrar talento y que hayan visto buenas prácticas en otros proyectos”, apunta. Y pone de ejemplo a un empleado de Coverwallet que estuvo casi 5 años en Spotify, en Suecia: “Es un genio pero, aunque no lo fuera, ha visto cómo se planifica producto, cómo se priorizan tareas, cómo se organiza un equipo… en España, ¿qué empresa de éxito hay para que repliquen esas buenas prácticas?”. 

Entiende que es una “tontería” pensar que en España va a hacerse un Silicon Valley, aunque aplaude los esfuerzos por crear un ecosistema bien engrasado. “Sí debe verse que esto se mueve; cuando es así, la gente le pierde el miedo a unirse a una startup, a invertir y a lanzarse”, apunta.

Cuando se le pregunta por el futuro a alguien que no ha estado más de cuatro años al frente de una compañía sin venderla lo tiene claro: “En cinco años me veo en Coverwallet pero pasando temporadas aquí”.

Berenguer junto al equipo de Coverwallet. Moeh Atitar