Edificio del Banco de Valencia que ahora albergará la sede de Caixabank.

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El Caso de las Empresas Desaparecidas

El emisario de la Generalitat esperaba en mi despacho con una estelada por corbata y el brazo en alto con cuatro dedos enhiestos.

8 octubre, 2017 02:33

El emisario de la Generalitat esperaba en mi despacho con una estelada por corbata y el brazo en alto con cuatro dedos enhiestos. Sorprende que nadie les haya dicho a los levantiscos independentistas que tanto brazo y tanto dedo arroja una imagen preocupante. Pero no seré yo quien le corrija. Me sirvo un gin tonic de Larios sin ensalada y le pregunto qué demonios quiere.

Me dice que están seriamente preocupados por la fuga de empresas de Cataluña y me pide una lista de compañías que puedan estar pensando en abandonar la tierra y dejar de pagar impuestos. Ya sabe cuáles están sobre la mesa, pero quiere la lista de quienes se lo están planteando.

El gin tonic, normalmente amargo, se vuelve dulce en mis labios cuando le respondo. No voy a coger su dinero, le digo, ni voy a trabajar para él. Sus listas suelen terminar siendo negras. Pero le voy a explicar un par de cosas para que entienda el verdadero impacto de sus descabelladas acciones y el riesgo que suponen él y los suyos para el tejido económico de una región próspera y maravillosa que no se merece lo que le está sucediendo.

Todo preparado

No sólo no hay lista, es que no habría papel suficiente como para apuntar tantos nombres. “No hay empresa catalana que no tenga sobre la mesa el cambio de sede social”, me dijo hace escasas horas un importante directivo catalán. El mismo Luis de Guindos ha dicho que su decreto para facilitar la salida de empresas catalanas de debe a las solicitudes recibidas de “muchas empresas”.

Los planes de contingencia para salir de Cataluña a toda velocidad se han convertido en el equivalente de una lámpara, un bolígrafo o tu teléfono móvil.

Todo el mundo tiene uno en el despacho. Hay infinidad de soluciones diferentes. Hay incluso despachos jurídicos que están recibiendo consultas de sus clientes para que, si las cosas se ponen feas, sepan de qué manera pueden ofrecer a sus trabajadores una ‘repatriación’ desde Cataluña.

La diferencia está entre la prisa que se han dado los bancos y el resto de compañías.

Muchos ejemplos

Caixabank y Sabadell, al igual que otros más pequeños como Mediolanum y Arquia, han hecho un gesto de responsabilidad absoluta hacia sus clientes catalanes y no catalanes. Han protegido a sus depositantes, en lo que es su primer mandato, y se han asegurado, más allá de cualquier duda, de que haga lo que haga la Generalitat no afecte a los ahorros de la gente.

Otra cosa es que, en un escenario casi distópico, los catalanes tengan que irse a Huesca a sacar dinero, o a Castellón a gastarlo, porque Puigdemont lance un corralito o se dedique a emitir ‘puigdemoney’. Pero los euros buenos están a salvo y el temor a una fuga masiva de depósitos se ha conjurado.

Otras empresas se han tenido que plantear la salida porque la situación les suponía presión en bolsa. Eurona o Oryzon, por ejemplo, tienen la cotización más calmada tras el cambio de sede. Otras compañías se mudaron hace años. Cobega, por ejemplo, trasladó su sede ya en 2012, justo cuando empezaron a caer los polvos que ahora tienen la Diagonal llena de lodo.

Naturhouse, la compañía que preside Félix Revuelta, fue una de las empresas más valientes. Se adelantó meses a la fuga actual con el anuncio de su marcha, el pasado agosto. Lo que hacen otras ahora, como Proclinic Expert, lo hicieron ellos primero al constatar el deterioro provocado por un independentismo que cuenta entre sus defensores más firmes con la CUP, un partido político que se declara anticapitalista.

¿Cómo no van a irse compañías como la aseguradora Catalana Occidente? El de los seguros es otro entorno en el que la seguridad jurídica y regulatoria es capital. ¿Cómo una multinacional del tamaño de Gas Natural iba a tomar otra decisión? ¿O las relacionadas con el 'holding' Criteria? 

El boicot

Obviamente, compañías que pueden verse sometidas a boicot, como los fabricantes de cava, tendrán que plantearse el cambio, al menos de cara a seguir vendiendo al resto de España. Artur Carulla, de Gallina Blanca, tiene que estar acordándose de cada una de sus decisiones de los últimos años.

Aunque en los últimos tiempos viene reculando y limitándose a presentarse como un “buen catalanista”, lo cierto es que los grupos de whatsapp de miles de españoles se están llenando de solicitudes de boicot a productos catalanes y los suyos están siempre entre los primeros puestos. En ambos bandos hay mucha más gente dispuesta a coger las horcas pajeras y las antorchas que llamamientos a la calma.

Concretamente, la tensión que viven las empresas es insostenible. Freixenet y Codorníu se juegan la campaña de Navidad y, básicamente, han tenido que envolverse en una bandera de España para intentar evitar el boicot. La bodega de los Raventós ha llegado a hablar de un “riesgo económico global” en este escenario.

Y cuando hablo de tensión, me refiero a todo tipo de tensiones. Me consta que hay empresas que han tenido que desactivar grandes patrocinios en la región por la “situación de seguridad”; y grandes multinacionales que han cancelado durante esta semana todos los viajes no esenciales de sus empleados a Cataluña para evitar problemas.

Hay innumerables casos. Telefónica tuvo una avería que dejó a algo más de una docena de viviendas sin línea y en Twitter casi se los comen, acusándoles de estar cortando Internet a Cataluña.
Cada pequeño cambio que hace la compañía que dirige Luis Miguel Gilpérez, como una cancelación de servicios de call center con la empresa local Irium -enmarcada en una simplificación global de proveedores que no tiene nada que ver con todo esto-, se percibe como un ataque contra la sacrosanta marcha del ‘procés’.

“Mira que en España hay cosas difíciles para una empresa, pero cambiar de sede no es una de ellas”, me explicaba un amigo directivo. Y con la decisión de este viernes del Consejo de Ministros para eliminar trámites, menos todavía.

Pues 'molt be'

El enviado de la Generalitat me mira como si estuviese loca y empieza a hablarme de diálogo, de mediadores y de cargas policiales. Repite las palabras de Oriol Junqueras sobre cómo la inversión sigue fluyendo y cómo todo va fetén. Me recuerda la canción de La Lego Película, esa de ‘Todo es fabuloso’. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar. 

En el pasado South Summit de Madrid, decenas de start-ups me confiaron que corre peligro el cluster de innovación creado en Barcelona con mucho esfuerzo durante los últimos años. No es que haya planes de contingencia en gigantescas mesas de despacho. Hasta el coworking más humilde tiene el suyo. Consigues una ronda de financiación de unos milloncejos ¿y te vas a jugar a que te la conviertan a ‘puigdemoney’?

Una amiga del gimnasio -la llamo así porque vamos a tomar cañas en lugar de entrar al gimnasio-, es autónoma y está desesperada. “Casi no llego a fin de mes, y si antes era por la crisis, ahora es por esto. ¿Por qué me quieren hacer esto a mí?”. Por supuesto, no puede decir lo que piensa para no aparecer en las listas negras de quienes están preparando la depuración posterior.

“¿Sabe la única buena noticia?”, le lanzo a mi interlocutor antes de enseñarle la puerta de la calle. “Que los cambios de sede social son muy fáciles y todavía están a tiempo para replegarse. Vuelvan al marco de la ley, olviden las soluciones unilaterales, cancelen sus locos, locos planes, y las cosas volverán bastante deprisa a donde estaban”. Las últimas declaraciones de Artur Mas al respecto son una recomendación en toda regla para hacer, precisamente, eso.

Para contarle nuevas aventuras confidenciales a Mar Lowe, puedes escribir mar.lowe@elespanol.com

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