Rozando la medianoche del jueves, la textil catalana Dogi informaba al regulador: el consejo de administración había decidido en sesión extraordinaria iniciar los trámites para trasladar su domicilio social desde El Masnou, en la provincia de Barcelona, a Madrid. La compañía sostiene que la razón para este movimiento es “optimizar sus operaciones y la relación con sus inversores”.

El movimiento, que ha seguido al iniciado por otras empresas como Banco Sabadell, que se muda a Alicante, ha ido un paso más allá y se ha atrevido a trasladar su sede a la capital. El mercado ha premiado la decisión y las acciones de Dogi rebotaban casi un 20% al inicio de la sesión de este viernes, llegado a los 4,062 euros, aunque a media sesión el avance ya se quedaba en un 10%. 

¿Quién está detrás de esta firma catalana? La empresa, fundada en 1954 por la familia Domènech, está presidida en la actualidad por Eduardo Navarro. El ejecutivo entró en la compañía en 2014, a través de la oferta pública de adquisición que el fondo de inversión Sherpa Capital lanzó sobre Dogi. Desde entonces, el fondo es el principal accionista de la textil, con más de un 70% de las acciones. 

Auge y caída del gigante textil

En sus más de 60 años de historia, la empresa catalana ha tenido sus picos y valles pero su recorrido ha quedado marcado por dos hitos: la salida a bolsa en 1998 y la suspensión de pagos una década después. El ambicioso crecimiento internacional que le llevó a adquirir fábricas y abrir oficinas comerciales en distintos puntos de América y Asia, se vio truncado hace una década con la llegada de la crisis poniendo sobre la mesa el fracaso de la gestión.

Actualmente, Dogi con dos fábricas, una en El Masnou, un municipio en la provincia de Barcelona, y otra en la ciudad estadounidense de Greensboro, en Carolina del Norte. En la fábrica española trabajan más de 160 personas y se fabrica moda íntima y de baño, señala la compañía. En la estadounidense, el número de empleados ronda los 170 y allí se elabora, además de ropa interior y de baño, ropa deportiva y de uso médico. Actualmente, su portfolio se compone de nueve marcas: Cristal, Dazzling, Sari, Liquid, Dogitech, Winn, Cooper e Invisible, divididas por tipos de tejidos y públicos.

El salto internacional lo dio a principios de los 90, con la apertura de una oficina comercial en París y, más tarde, con la adquisición de la firma francesa Elastelle. Estos fueron los primeros pasos hacia la internacionalización de la marca catalana, que en 1999 abrió sus oficinas comerciales de México y Hong Kong. Con el cambio de siglo segmenta sus productos en marcas y se lanza al mercado estadounidense con la adquisición de la filial EFA, la fábrica que actualmente tiene en Estados Unidos.

En 2009 la deuda, que superaba los 40 millones de euros, le llevó a pedir el concurso de acreedores en Barcelona y al regulador a suspender su cotización en Bolsa. Para capear el temporal, la empresa puso en marcha un plan de viabilidad que le llevó a la venta de filiales y a reducir su estructura de costes. Despidió a 74 personas en la fábrica de El Masnou.

Vuelta al mercado y salida de los Domenech

En el verano de 2014, los planes de reestructuración y recapitalización que la textil tenía sobre la mesa animaron a la CNMV a levantar la suspensión y permitir que su acción volviera a cotizar. El regulador hizo, sin embargo, una advertencia: la deuda de Dogi seguía siendo elevada y estaba en riesgo la propia viabilidad de la empresa.

Los accionistas de Dogi habían aprobado la oferta de inversión de Sherpa Capital con el objetivo de recapitalizar la compañía. Los casi 4 millones que inyectó Sherpa a través de dos ampliaciones de capital le dieron el control de la compañía y dejaron a la familia fundadora con apenas un 15% de las acciones.

En 2016, un año después de la muerte de su expresidente y fundador, Josep Domènech, la familia fundadora reducía su participación al vender un paquete del 7,2% a inversores institucionales, quedándose con una cuota de algo más de un 2%. Además, abandonaban el consejo de administración de la textil tras la dimisión de su cargo como consejero dominical de Sergi Domènech, que actuaba en nombre de la sociedad Cuave XXI.

Los números rojos han sido la tónica general de la textil en la última década. Pero liderada por Navarro, la firma ha dado un vuelco a su gestión y ha revertido su rumbo en Bolsa. El año pasado volvieron a salir de compras. Dogi se lanzó y compró Treiss, una firma de diseño de ropa valorada en 7 millones.

Esta misma semana, la compañía reportó sus resultados del primer semestre fiscal con buenas noticias: las pérdidas se reducen. La textil catalana perdió 192.000 euros en los primeros seis meses de ejercicio, una reducción de un 24,5% respecto a 2016. La facturación, en tanto, alcanzó los 33,3 millones, un 61,3% más.

El grupo considera que estas cifras "confirma" la evolución positiva de sus negocios y su situación financiera y subraya su meta de alcanzar una facturación de más de 200 millones para 2020.

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