Solo nueve tipos de medicamentos suponen más de la mitad del gasto hospitalario en los hospitales españoles. Los laboratorios responsables de estos fármacos son, en su mayoría: MSD, Janssen, Roche, GSK, Biocryst, Novartis, Pfizer, BMS y Grifols, según datos del Ministerio de Sanidad.

El precio de los medicamentos ha aumentado en los últimos seis meses. Se dan casos, como los medicamentos oncológicos (sector liderado por Roche y Novartis), en los que las cifras rondan el medio millón de euros. Distintas organizaciones advierten de que el sistema de fijación de precios se basa cada vez más en criterios de mercado en vez de en criterios de salud pública.

Por todo ello, hay distintas organizaciones que han puesto la voz de alarma en esta situación. Como resultado se ha creado la plataforma No es Sano, formada por la Organización Médica Colegial (OMC), Médicos del Mundo, la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sepas) y las organizaciones de consumidores OCU y CECU, entre otras. Su objetivo es “asegurar precios asequibles y un acceso justo y con transparencia a medicamentos innovadores”.

Medio millón de euros al año por la medicación

Existen algunos medicamentos que ejemplifican esta situación. El más conocido es el fármaco para la Hepatitis C del laboratorio Gilead, informa Felipe Noya de Médicos del Mundo, una medicación que puede llegar a costar más de 10.000 euros al año.

También hay otros fármacos, como los oncológicos (sector liderado por Roche y Novartis), que "aportan mejoras marginales en la esperanza de vida y en la calidad de vida". El conjunto de estos medicamentos puede llegar a suponer, según Beatriz López directora de Sepas, hasta medio millón de euros al año.

Estos son dos ejemplos de medicamentos excepcionales que solo usa una parte de la población. Sin embargo, Noya puntualiza que el problema que afecta a gran parte de la sociedad son los tratamientos crónicos, como los medicamentos para la tensión arterial o la diabetes. “La gente piensa que abandonar el tratamiento crónico no te matará en el momento”, por lo que entre “tomar esos medicamentos o ahorrar dinero” la gente elige la segunda. Sin embargo, el problema acaba agravándose y la enfermedad se complica. 

La mitad del gasto hospitalario corresponde a 9 fármacos

El aumento del precio de los medicamentos también se ha dejado notar en las arcas públicas. Como informa OCU, entre finales de 2014 y de 2016, el gasto farmacéutico en España ha aumentado un 21%. Solo el año pasado este gasto supuso 5.692 millones de euros, un 30% del total del coste farmacéutico en nuestro país.

Es un problema, sobre todo, de determinados fármacos. Para ser más exactos, en 2014 solo nueve fármacos fueron responsables de la mitad del gasto farmacéutico según datos del Ministerio de Sanidad.

Los precios se fijan según criterios de mercado, no de salud

Felipe Noya, asegura que el problema con los precios es que “se está regulando con normas única y exclusivamente de mercado”. Señala que la culpa es del Gobierno por ser el encargado de “autorizar la entrada y salida de los medicamentos al mercado”. La cuestión es que no se guía por “criterios de salud pública”, sino de “libre mercado”.

Lo cierto es que el Gobierno es el responsable de la fijación de precios principalmente a través de la Comisión Interministerial de Precio de Medicamentos (hay otras instituciones que intervienen, pero son de menor importancia). OCU advierte que el problema con este organismo es la “falta de transparencia” a la hora de establecer los criterios de fijación de precios. Por eso, exige que se establezca un “comité asesor independiente que ayuda a esclarecer qué se financia”.

Esta opinión la comparte Beatriz López, para quien la administración debe ser la encargada de “regular las condiciones de cobertura y financiación de nuevos tratamientos”.

Pagamos más por los mismos medicamentos

López identifica dos problemas principales a la hora de fijar los precios. El primero, que “hay medicamentos que no valen lo que cuestan” porque su valor terapéutico es muy pequeño y, sin embargo, el precio es muy alto. El segundo, que se ponen precios tan altos que ponen en riesgo la sostenibilidad del sistema.

Por su parte, el médico Noya afirma que en el primer caso se “hablan de novedades terapéuticas” cuando la verdad es que el medicamento “forma parte de un grupo terapéutico que es muy conocido y que lleva 30 años en el mercado”.

Sin embargo, uno de los criterios que, supuestamente, debe seguir el gobierno para permitir la subida de precios en los fármacos es el umbral de coste-efectividad, según un informe de Farmaindustria. Es decir, se aumenta el precio si se ha producido un avance considerable en su efectividad a la hora de tratar, paliar o curar enfermedades.

“Hay que cambiar el sistema de fijación de precios”

Las distintas organizaciones que se han unido para formar No es Sano defienden que se deben tomar medidas para “terminar con los exorbitantes precios de los medicamentos nuevos”, acabar con “la falta de transparencia, la opacidad de las negociaciones con la industria”…

Por un lado, desde Sepas Beatriz López defiende que se debe “regular la evaluación económica de los medicamentos”, con el objetivo de “sanear el modelo de innovación de los fármacos”. Asegura que el punto central debe ser anteponer los intereses de la población “a los de las partes interesadas en el negocio”.

Por otro, desde OCU apoyan la solicitud para que el Gobierno defina un comité asesor independiente, exigen que el Estado reclame a la industria datos fiables que sirvan para fijar el precio y "más medidas de transparencia".

Hay gente que no puede acceder a los medicamentos

Una de las consecuencias de la subida de precio de los medicamentos es que ha aumentado el número de personas que directamente no puede acceder a los medicamentos. Para ser más exactos, la OMS alertó en mayo de que casi 2.000 millones de personas no tiene acceso a los fármacos básicos. Como resultado, la organización estima que cada año millones de niños mueren en todo el mundo por enfermedades que se podrían haber evitado o curado.

“Parece que estamos hablando de problemas a miles de kilómetros, pero es un problema que afecta a nuestro vecinos, quizá a un compañero del trabajo o a un familiar”, puntualiza Noya. Tras la crisis, el panorama se ha repetido. “Cuando uno no tiene dinero y ve que la medicina que le dieron es cara”, la única opción que elige “es no comprarla”.